Fotografía 2

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Harry Potter y Draco Malfoy estrechando manos, 1 de septiembre de 1991.

—¿Entendido? —se aseguró Draco una vez más.

Crabbe y Goyle asintieron. Draco se dio la vuelta y abrió la puerta del compartimento, escuchando algo sobre el quidditch que cesó en cuanto vio que estaban ellos tres ahí. Enseguida reconoció una cabellera pelirroja, al lado de una pelambrera asalvajada de color negro. Su cerebro pasó de un constante estado de excitación por conocer a Harry Potter a uno de sorpresa. Ese chico era el mismo que estaba en la tienda de túnicas de madame Malkin.

—¿Harry Potter? —Draco no pudo evitar decir, dejando notar un poco su sorpresa.

Claro que el tono que él tenía para la sorpresa discreta era un tono normal para el resto del mundo. Para los demás, su tono había sido uno normal.

No se podía creer que en realidad hubiera estado hablando de tú a tú con el mismísimo Harry Potter y le hubiera dicho con total desinterés que lamentaba la muerte de sus progenitores. Draco se quiso dar en la frente por bocazas. Claro que tampoco sabía que era el niño que sobrevivió, sino un niño cualquiera comprando sus cosas para Hogwarts. Tenía que controlarse y no meter aún más la pata.

Draco inspiró una bocanada demasiado larga para él y vio la curiosidad en los ojos verdes del salvador del mundo mágico. Se acordó de que no estaba él solo, así que procedió con las presentaciones.

—Crabbe y Goyle —señaló rápidamente a uno y a otro para entonces tenderle la mano y decir—: Y yo me llamo Malfoy, Draco Malfoy.

Escuchó la tosecilla disimulada del pelirrojo y lo fulminó con la mirada. Las ganas de soltarle veneno eran enormes, pero se contuvo por un pelo antes de fijar de nuevo su mirada en Harry Potter. Al final, Potter terminó por decir:

—Encantado.

Y cuando el chico le estrechó la mano, el sonoro disparo de la cámara se escuchó por todo el compartimento. Intentó que no se le notara que tenía algo de vergüenza.

—Un pequeño recuerdo, Potter —sonrió antes de darse la vuelta.

Pero como el compartimento era algo estrecho, terminó estrellándose contra los corpulentos cuerpos de Crabbe y Goyle. Les apremió para que se salieran y terminó cerrando la puerta.

Draco no pudo ocultar la sonrisa de felicidad que sintió.

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—Vaya, eso fue bochornoso —soltó Scorpius.

—Solo le faltó que le firmara un autógrafo —bromeó Albus.

—Espero que no fuera así con mamá.

—Supongo que lo hizo de forma más elegante.

—Oh, pero al final sí que se lo firmó —sonrió el chico rubio.

Debajo de la fotografía estaba la firma del señor Potter con una dedicatoria: «Bendito flash».

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