Fotografía 4

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Primera poción para curar forúnculos hecha por Draco Malfoy.

Draco consiguió atravesarse en las escaleras que se dirigían fuera de las mazmorras. La primera clase de Pociones había sido todo un éxito para él, que había disfrutado en grande con el profesor Snape, un conocido de su familia.

Para Potter había sido algo más difícil. Snape parecía haberse fijado en él de mala manera. Y también en Neville, pero la torpeza del chico, que había hecho que terminara en la enfermería, ciertamente no había ayudado.

—Entretenida la clase de hoy, ¿no, Potter?

—Piérdete, Malfoy —le espetó Ron Weasley.

—¿Acaso eres Potter como para contestar? —no pudo evitar soltar—. El día en que te apellides Potter, lo haces.

Después, se fijó en Harry, que había estado en silencio. Se le veía algo estresado. Y también desanimado.

—¿Es por los dos puntos del profesor Snape? —recordó Draco—. Tranquilo, podría haber sido peor por Longbottom. Al menos no has destrozado tu caldero, que eso siempre es una buena señal.

—¿Te estás quedando con nosotros o simplemente quieres pavonearte aún más de lo que has hecho ya en clase? —Ron frunció el ceño.

Draco miró peligrosamente al pelirrojo, cosa que hizo que Harry suspirara y dijera:

—¿Qué quieres, Malfoy? No ha sido una buena clase y no estoy de humor.

—Oh, nada, solo quería darte esto —sonrió antes de sacar una foto de entre sus libros—. Me ha llegado justo esta mañana y, como te dije en Madame Malkin, aquí está tu copia.

Harry vio que era la foto que se habían hecho la primera vez que se conocieron. Ron abrió bastante los ojos, no creyendo lo que estaba viendo. Draco sonrió con superioridad.

—No traigo otra porque mi madre solo me ha mandado esta, pero asegúrate de que me firmas una a mí. Así podré ganar muchos galeones en un futuro con ella —se rió—. Te daré la otra del tren pronto.

Y dejando consternados a los dos Gryffindors, se marchó del lugar.

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—La verdad es que no sé qué acaba de pasar aquí... —reconoció Albus.

—¿Esto no es como cuando le tiras de los pelos a la niña que te gusta siendo niño? —preguntó Scorpius.

—Pero tu padre se burlaba abiertamente del mío.

—Tenía once años. Recuerda que tú a su edad odiabas a tu padre por ser una copia. Y además, mi padre parece que le admiraba. ¿No es eso adorable? —sonrió Scorpius.

—Seguro que mi padre no encontró eso adorable.

—¿Alguna vez encuentras tú algo adorable? —protestó el rubio.

Sí, pero no iba a responderle precisamente a él.

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