Fotografía 44

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Insignia plateada en forma de corona con una frase grabada: «A Weasley vamos a coronar».

Draco odiaba muchas cosas.

—¡Pero hemos ganado, Harry, hemos ganado!

Y perder era una de ellas.

Draco soltó un sonoro bufido al instante. Ya había aterrizado. Harry había sido más rápido que él al atrapar la snitch. Estaba cabreado. Había estado a punto de cogerla. La había rozado con las yemas de los dedos, pero el maldito tonto había sido más veloz.

Disgustado era quedarse corto.

Se miró durante unos segundos la mano con sangre. Le había arañado y le había hecho hasta sangre. Se quitó la mugre de debajo de las uñas y miró con cierto aire despectivo a Harry.

Draco Malfoy siempre había sido un mal perdedor.

Y cuando se le calentaba la cabeza y se le nublaba el raciocinio, cometía estupideces.

Como la auténtica burrada que sucedió a continuación.

—Le has salvado el pellejo a Weasley, ¿eh? Nunca he visto a un guardián más patoso... Pero claro, nació en un vertedero... ¿Te ha gustado la letra de mi canción, Potter?

Harry hizo oídos sordos a sus provocaciones, se giró y se dirigió hacia su equipo, que estaba celebrando la victoria. Eso le molestó aún más. ¿A dónde demonios iba? Todavía no había terminado de hablar.

Sacando lo más asqueroso de su actitud, empezó a hablar cada vez más alto, refiriéndose a la canción y a los señores Weasley. No había espacio para referirse a esos dos pobres. Los dos gemelos Weasley le escucharon, poniéndose rígidos como palos.

—¡No le hagáis caso! —pidió Angelina Johnson, sujetando a uno de los gemelos.

Draco sonrió. Había conseguido una reacción que quería. Harry tenía mejor aguante que los otros dos Weasley. Le caían bien. Eran graciosos. Pero seguían siendo Gryffindors, traidores a la sangre y Weasley.

No se podía tener todo en la vida, por desgracia.

Draco siguió soltando perlas por la boca. Harry sujetó a uno de los gemelos mientras que al otro tuvieron que sujetarlo entre las tres cazadoras de Gryffindor.

Eso a Draco le gustó: tener el control de la situación, saber que con unas simples palabras podía hacer perder la compostura a cualquiera.

Claro que él también podía perder la cabeza diciendo todo aquello. De manera literal. Lo supo en cuanto se atrevió a meterse con la madre de Harry. No hubo tiempo para el arrepentimiento. Harry ya le estaba clavando un puñetazo en el estómago y otro pelirrojo estaba saltándole encima.

Draco odiaba muchas cosas.

—¡Harry! ¡HARRY! ¡GEORGE! ¡NO!

Y cagarla con Harry otra vez era una de ellas.

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—Tenía que haberle partido la escoba en la cabeza —Scorpius se encogió de hombros.

—Bueno, si no la jode mi padre, lo hace el tuyo. Al menos es equitativo, ¿no? —le miró Albus.

—Sí, los dos son igual de imbéciles.

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