Fotografía 59

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Albus Dumbledore.

—Buenas noches, Draco.

El corazón de Harry comenzó a palpitar como un loco. Draco estaba ahí, delante de él. Pero Draco no podía verle debajo de la capa invisible y totalmente petrificado por culpa de Dumbledore.

No le había tenido tan cerca desde el incidente del baño. Ni siquiera se había atrevido a mirarle a la cara en todas esas veces en las que le había tenido en su vista periférica. Tampoco le había ido a visitar en la enfermería.

Porque era un cobarde cuando se trataba de Draco. Porque no se había atrevido a mirarle a la cara y ver lo que había hecho. Había preferido mirar hacia otro lado y centrarse en ese sentimiento cálido que le despertaba Ginny. Centrarse en los estudios y disfrutar del buen tiempo.

Sin embargo, en esos momentos, le tenía delante. Con la cara contorsionada y la varita en ristre, habiendo desarmado a Dumbledore. Se le veía algo asustado, pero no dejaba de mirar a todos lados por si el acompañante del profesor aparecía por sorpresa.

—Yo me he adelantado —fue lo que Draco estaba diciendo en esos momentos—. Tengo... tengo que hacer un trabajo.

—En ese caso, debes hacerlo, muchacho.

Harry no le vio ninguna cicatriz en el rostro a Draco. Su pecho se aligeró, sin saber por qué. Draco seguía teniendo ese rostro pálido y altivo de alta cuna. Intentó prestar atención a los ruidos de abajo, donde los mortífagos habían entrado gracias a Draco y estaban luchando.

Hasta el profesor Dumbledore estaba impresionado por cómo les había colado: conectando los dos armarios evanescentes, uno en Borgin y Burkes y el otro, en Hogwarts. ¿Así que era eso lo que había estado haciendo durante todo el año? ¿Arreglar el armario roto donde habían encerrado a Montague el año anterior?

Harry no pudo no asombrarse por su astucia. Por su plan de repararlo, de usar a la gente y de usar una maldición prohibida en Rosmerta, la dueña de Las Tres Escobas, para que le hiciera de espía.

—¿Pero significa eso que no hay víctimas mortales?

—Sí las hay —insistió Draco, con voz chillona—. Uno de los suyos.

A Harry le dio vueltas la cabeza, con los latidos sonando en sus oídos. ¿Alguien había muerto? Había dejado a sus amigos al cargo cuando se marchó con el profesor Dumbledore. ¿Quién había podido ser?

Claro que sus amigos tampoco podían hacer nada si se enfrentaban a mortífagos más peligrosos que los que les habían perseguido por el Departamento de Misterios. Harry deseó que a Ginny no le hubiera pasado nada.

—¡Yo no tengo opciones! —chilló Draco, por encima de sus pensamientos, estando tan blanco como Dumbledore—. ¡Tengo que liquidarlo! ¡Si no lo hago, él me matará! ¡Matará a mi familia!

Harry vio la cara llena de angustia de Draco, preso del pánico. Si no mataba a Dumbledore, moriría. Él y su familia.

Harry no quería que muriera. Draco no podía morir. Era demasiado joven. Todavía no había reunido el valor para hablar con él e intentar arreglar las cosas. Le tenía que decir muchas cosas. Le tenía que pedir perdón, decirle que no quería hacerle daño.

Había tantas cosas que no le había dicho y que tenía que decirle.

Draco no podía morir.

—Yo puedo ayudarte, Draco.

Las palabras de Dumbledore sorprendieron a Harry. Pero también le esperanzaron. Eso era. Si alguien podía ayudarle, era el profesor Dumbledore. Todo el mundo sabía que Voldemort le tenía miedo, que no quería enfrentarse a él directamente.

Él podía salvar a Draco.

Si Harry hubiera podido moverse, se habría inclinado hacia adelante e instado a Draco para que se dejara de tonterías y aceptara. Ellos les protegerían de Voldemort.

—Pásate a nuestro bando, Draco... Tú no eres ningún asesino. Y Harry también opina lo mismo.

Tanto Harry como Draco se quedaron quietos. Harry se sorprendió. ¿Acaso estaba usando legeremancia con él? ¿O quizás ya sabía de antemano la amistad que les había unido?

—¿Harry...? ¿Potter está aquí?

—No, no está. Pero no hace falta que esté aquí para saber que él también querría que te protegiéramos. Porque no quiere tu muerte.

—Ya, claro —bufó Draco—. Creo que no tenía esa intención en el lavabo.

—Un desafortunado incidente del que estoy más que seguro que se arrepiente de todo corazón.

—Oh, sí, se arrepiente un montón, Dumbledore. Por eso no asomó el pelo y pudo corretear por ahí con su noviazgo de verano mientras todo el colegio entero aplaudía que casi me hubiera matado. ¡Qué gran arrepentimiento de su parte! Claro que como usted como director, su culo siempre estará a salvo de la expulsión —sus ojos plateados brillaron con odio.

—El remordimiento y la inmadurez a veces hacen mucho daño, Draco.

—No pasa nada —Draco pareció recuperarse rápidamente, apretando más fuerte la varita—. Ahora soy yo quien ríe. Ellos pensaron que moriría en el intento, pero aquí estoy... Ahora su vida depende de mí... Soy yo el que tiene la varita... Su suerte está en mis manos...

—No, Draco. Soy yo el que tiene tu suerte en las manos.

Draco no dijo nada porque Harry sabía que él en el fondo le daba la razón a Dumbledore, que estaba en lo correcto. Harry le instó con la mente a que aceptara la ayuda, a que dejara de jugarse la vida tontamente. ¿Acaso no notaba cómo le temblaba la mano?

Draco estaba muerto de miedo. Y Dumbledore lo sabía. Solo necesitaba un paso para convencerle del todo.

—¿No quieres dejar de sufrir acaso...? Ya no tendrás que pelear más. Con nadie más...

A Harry le dio la sensación de que Dumbledore se refería a otra cosa. Y supo que Draco también porque vio que empezaba a bajar la varita.

Sin embargo, cuatro mortífagos entrando en la torre de Astronomía le arrebataron a Draco la oportunidad de salvarse.

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—Detente, Albus. Ya no tiene sentido todo esto.

—¿Cómo que no? ¡Casi lo mata y se fue a hacer manitas con mamá!

—Piénsalo, eran otros tiempos. Eran jóvenes y...

—No me jodas, Scorpius. ¿Jóvenes? ¡Tener dieciséis años no le excusa de comportarse como un auténtico capullo!

—Baja la voz, Al. Van a oírte.

—¡Que me escuchen si quieren!

—¡Basta! ¡El que debería estar furioso es mi padre, no tú! —Scorpius le zarandeó por los hombros—. Si papá lo ha superado, entonces no tienes por qué sacar toda la mierda del pasado. Es una época muy oscura para ellos dos. Debió de ser extremadamente difícil sacar estos recuerdos y revivirlos. No tienes derecho.

—Pero mamá nunca...

—Tu madre vivió ese momento como algo muy bonito por empezar a salir con tu padre —suspiró Scorpius, volviendo a sentarse—. Además, creo que nunca terminó de caerle bien mi padre. Y yo tampoco por ser un Malfoy.

—Eso no es cierto.

—Su cuadro no dice lo mismo —repuso Scorpius—. De todas formas, mi padre no debió caer bien en aquella época —se encogió de hombros, con resignación.

Albus se calló. Scorpius era alguien muy perceptivo y no mentiría de esa manera. Miró con cierta desazón al rubio, con el corazón inquieto.

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