Fotografía 25

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Retrato de la Señora Gorda.

—¡Eh, Potter! ¿Ves lo que provoca ser tan popular? Que intenten matar a todo el mundo de rebote.

Harry se giró para ver a Malfoy acercarse hasta ellos. Cuando se detuvo, vio que sus ojos grises le recorrían entero.

—¡Malfoy! ¡Acuéstate ya! —le gritó Percy desde lejos.

Malfoy hizo una mueca antes de darse la vuelta, pero Percy le fulminó de nuevo con la mirada.

—¿A dónde vas? Métete ya en el saco. ¡Y no protestes!

Malfoy se giró, mirando hacia ellos con una sonrisa algo petulante. Se iba a quedar cerca y tendría la oportunidad de molestar a Harry tanto como le diera la gana. Porque estaba claro que los alumnos no iban a poder dormir aquella noche con tanto alboroto. No con Sirius Black habiendo entrado en el colegio.

Todos se preguntaron cómo había sido posible que hubiera entrado. Muchos formularon sus teorías, a cada cual más exasperante para Hermione, que espetó:

—Hay que ver, ¿es que soy la única persona que ha leído Historia de Hogwarts?

—Solo tú te leerías esa cosa tan aburrida —se burló Malfoy, mirándola con malicia.

—Cállate, Malfoy, ni siquiera estaba hablando contigo.

—Yo tampoco contigo, Weasley. A ver, Granger, ilumínanos con tu sabiduría.

A pesar de eso, Hermione se tomó la paciencia de explicar lo que había leído y de las múltiples protecciones del castillo.

—Y si tan bien protegido está, ¿cómo explicas que un maldito fugitivo se haya colado? —resopló Malfoy—. Mi padre tenía razón: este sitio está cada vez más en decadencia. Ni contra un simple mago pueden protegernos.

Intentaron cerrarle el pico con alguna respuesta mordaz, pero Percy gritó de nuevo para que todos se callaran. Las luces se apagaron y los prefectos iban paseando entre los sacos, bisbiseando de vez en cuando con los fantasmas. Solo se podía ver su tenue brillo plateado. Y también el de las estrellas del techo encantado del Gran Comedor.

Harry sintió que todo el rato le estaban mirando. Al girar la cabeza hacia los lados, vio que Hermione y Ron intentaban dormirse, pero fallando en el intento. Luego alzó la vista y se sorprendió al ver los ojos plateados de Malfoy, brillando aún más cuando uno de los fantasmas pasó volando sobre sus cabezas. Estaba con los brazos debajo de la barbilla, fingiendo que dormía en aquella incómoda posición.

Tanto Harry, como sus amigos y Malfoy fingieron estar durmiendo cuando el profesor Dumbledore entró de nuevo en el Gran Comedor, a eso de las tres de la mañana. Fue directamente hacia ellos, que era donde se situaba Percy. El prefecto le preguntó en un susurro:

—¿Han encontrado algún rastro de él, profesor?

—No. ¿Por aquí todo bien?

—Todo bajo control, señor.

Siguieron hablando entre susurros hasta que Snape también se unió a ellos. Snape sacó su vena más conspiracionista y dejó caer la idea de que alguien dentro de Hogwarts había dejado entrar a Black. Porque si no, no se explicaba cómo había logrado colarse. Dumbledore cortó de raíz aquella elucubración y anunció que iría a hablar con los dementores.

Harry miró hacia sus amigos, que tenían los ojos bien abiertos mientras el cielo estrellado se reflejaba en ellos. Los tres parecían preguntarse lo mismo.

En cambio, Malfoy tenía el ceño fruncido hacia él, pero Harry no se dio cuenta.

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—No creo que el viejo de Filch pudiera vigilar todos los pasadizos secretos a la misma vez —argumentó Albus—. Y encima él solo.

—Tiene la ayuda de la Señora Norris y es peor que una cucaracha —Scorpius se encogió de hombros.

—Solo superada por alguien más.

—¿Quién?

—Rita Skeeter.

Scorpius no tuvo más remedio que darle la razón a Albus.

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