Anexo 1

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Primera plana de El Profeta con los Malfoy siendo liberados, 31 de julio de 2000.

En cuanto vio a Harry, Draco quiso dar media vuelta y volver a su celda de Azkaban.

No quería verle. No quería tener nada que ver con Harry Potter.

Sin embargo, su madre fue más rápida y avispada que él y le retuvo por el hombro, simulando que le posaba la mano con delicadeza. No tuvo ninguna delicadeza, se lo apretó como si lo regañara en ese momento.

—Potter —saludó su madre.

Su padre emitió un gruñido ininteligible y Draco desvió la mirada en cuanto Harry le miró precisamente a él.

—Señores Malfoy... Draco...

—¿No es algo contraproducente que el salvador del mundo mágico esté por aquí? —preguntó Narcisa sin emoción alguna.

—En realidad... yo voy a ser el escolta. Me han asignado la misión.

Draco fue rápido al mirar a Harry, sorprendido.

—¿Eres un auror?

—Sí... —respondió Harry, como si estuviera algo azorado.

Draco no añadió nada más. Sus padres tampoco hablaron, limitándose a observar a Harry. El Elegido terminó llevándoles a un sitio más privado, sin tanto curioso, para luego carraspear y decir:

—Usaremos la Aparición Conjunta para ir hasta vuestra mansión. Una vez allí avise al Ministerio de que ya estáis a salvo y que todo está correcto, las protecciones de la casa volverán a ser de vuestra autoría. Bien, si no hay ninguna objeción, vámonos.

Y ni corto ni perezoso, le cogió la mano a Draco.

Draco se quedó helado durante unos segundos antes de sentir la suave mano de su madre. Al mirar a su lado, sus padres también se habían cogido de la mano y miraban de mala manera a Harry. En cambio, el niño que sobrevivió parecía ser inmune a cualquier tipo de vergüenza y se desapareció, arrastrándoles a ellos en el proceso.

Volver a casa fue raro para Draco. Se la imaginó abandonada durante esos dos años en los que estuvieron fuera, con todo revuelto y con su pavo real albino desaparecido. Sin embargo, fue al primero que vio, campando por ahí por los verdes jardines.

—Kreacher ha estado cuidando de la mansión —explicó Harry antes de echar a andar hacia la puerta—. Creo que nunca le he visto tan contento desde que le conozco salvo un par de veces.

En cuanto llegaron hasta las enormes puertas, su padre se apresuró a abrir la mansión, viendo que todavía le reconocía. Harry se les quedó mirando en silencio, con una expresión más ligera que antes. Draco miró a Harry, esperando que decidiera marcharse de una vez, pero el salvador del mundo mágico no tenía intención alguna.

O eso o se hacía el tonto de nuevo.

—Intentad que el abrazo de esta vez sea también corto —comentó sarcásticamente su padre.

Draco miró asombrado a su progenitor, pero este ya había desaparecido con su madre tras las puertas. Se había quedado solo con Harry. Y no supo cuándo había ocurrido, pero Harry había perdido toda la decencia y vergüenza que tuvo alguna vez y le abrazó sin mediar palabra.

A Draco le incomodó. No quería que Harry abrazara su esquelético cuerpo. Ni que tampoco viera tan de cerca su cara demacrada tras estar dos años encerrado en Azkaban. Aunque habían quitado a los dementores con la llegada del nuevo siglo, eso no había evitado que su salud física no siguiera deteriorándose.

—¿Por qué sonríes tanto? —le espetó Draco cuando rompió el abrazo.

—Porque por fin eres libre.

—Sí, ya. No lo creo. No mientras siga teniendo esto —Draco se señaló la Marca Tenebrosa—. Y como nunca se va a quitar, pues voy a ser un paria social toda mi vida.

Harry no pudo decir nada contra eso. Draco miró esos ojos verdes que tanto había recordado en esos dos años.

—Yo... Gracias por... por lo que has hecho por nosotros... Sé que de no ser por mi madre, no habríamos corrido tanta suerte y... Bueno, todavía no sé por qué has hecho todo esto, pero... gracias, Harry...

Harry se mostró gratamente sorprendido por las palabras de agradecimiento. Abrió la boca para responderle a Draco, pero este le interrumpió:

—No obstante, me gustaría que no volviéramos a tener más contacto.

Draco pudo ver la expresión confusa del auror. Inspiró hondo antes de poder ordenar en su mente lo que quería decirle.

—Realmente no creo que sea buena idea que nos veamos durante una buena temporada —susurró Draco—. Tú ahora mismo estás en lo más alto de tu vida y yo... yo necesito recuperarme. Ya no soy el Draco que tú conociste. Ya no soy ese niño, Harry.

—Pero...

—Por favor, márchate de mi casa, Potter —le dijo con una fría mirada—. No me obligues a que te eche.

—Está bien, me marcharé. Pero voy a volver. Tenemos muchas cosas de las que hablar.

—No tienes nada de qué hablar con un mortífago.

—Draco... —Harry suspiró, viendo que no conseguiría nada presionando, y dio un paso atrás—. Hasta pronto, Draco —se despidió antes de desaparecerse.

—Hasta nunca, Harry... —murmuró antes de darse la vuelta y cerrar la puerta.

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—¿De verdad pensabas huir de mí toda la vida? —Harry le miró con incredulidad.

—El mundo es grande. No me habrías encontrado si así hubiera querido.

Harry sonrió, alegrándose de que Draco en realidad nunca lo intentara.

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