Fotografía 65

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Vincent Crabbe.

—¡Quieto, Potter!

Harry derrapó antes de detenerse y darse la vuelta. Draco se abrió paso entre Crabbe y Goyle, apuntando a Harry.

—Esa varita que tienes en la mano es mía, Potter.

—Ya no lo es. Quien pierde, paga, Malfoy. ¿De quién es la que tienes tú?

—De mi madre.

Harry se rió, pero Draco no le encontró gracia alguna. Le había robado su varita cuando se escaparon de su mansión. Gracias a eso, el Señor Tenebroso les castigó a todos. Incluso a la tía Bellatrix. A veces, todavía podía sentir el dolor punzante recorrer su cuerpo. Nunca sabía si era por imaginaciones suyas o si de verdad le había quedado una secuela.

Harry quiso saber qué hacían allí y Crabbe se encargó de contestarle de muy buen gusto. Estaban persiguiendo a Harry. Draco se dio cuenta de que el chico se estaba alejando lentamente de ellos mientras preguntaba:

—¿Y cómo habéis entrado aquí?

—El año pasado tuve tiempo de perderme por la Sala de Objetos Ocultos —respondió Draco—. Sé cómo se entra, aunque eso ya debes saberlo, ¿verdad...? —dijo con cierto veneno.

Harry le miró, habiendo comprendido lo que quería decir. Goyle explicó cómo habían podido usar con éxito un encantamiento desilusionador y habían escuchado hablar a Harry sobre una diadema.

—Por cierto, ¿qué es una diadema? —preguntó estúpidamente Goyle.

De no haber sido por la interrupción de Weasley, Draco habría mirado con incredulidad a Gregory Goyle. ¿Cómo se podía ser tan bobo? Sin embargo, Crabbe derrumbó una pila de objetos sobre el pasillo donde estaba Weasley. Draco logró distinguir el chillido de Granger y a Harry deteniendo la avalancha con un conjuro.

—¡No, quieto! —Draco detuvo al insensato de Crabbe cuando quiso cargar de nuevo—. ¡Si destrozas la habitación, podrías enterrar la diadema!

—¿Y qué más da? —se revolvió el chico—. Es a Potter a quien quiere el Señor Tenebroso. ¿Qué me importa a mí la diadema?

Draco se impacientó. ¿Acaso estaban ciegos? Si Harry estaba buscando con tanto ahínco esa diadema, era porque estaba relacionada con el Señor Tenebroso y debía ser algo importante para su señor. Se lo intentó explicar, pero entonces pasó algo que nunca había sucedido: Crabbe le miró con ferocidad, con una rebeldía que jamás había manifestado.

—¿«Debe de significar»? ¿A quién le importa lo que tú pienses? Yo ya no acepto más órdenes, Draco. Tu padre y tú estáis acabados.

Draco quedó sorprendido. ¿Desde cuándo Vince había cambiado tanto?

Weasley gritó de nuevo, distrayéndoles de su disputa. Entonces se dieron cuenta de que Harry había aprovechado para huir en silencio.

—¡No! ¡Potter! ¡Crucio!

A Draco se le subió el corazón a la garganta cuando la maldición imperdonable le pasó rozando la cabeza. El rayo dio de lleno en el busto de piedra y salió por los aires. Asimismo, la diadema que había encima también se perdió en la lejanía.

—¡¡Basta!! —gritó Draco con todas sus ganas, mirando a Crabbe, atónito y casi como si ya no lo viera—. ¡El Señor Tenebroso lo quiere vivo...!

Crabbe se revolvió con más furia, excusándose. Daba igual lo que le hiciera mientras siguiera respirando, ¿no? A Draco le recordó las palabras de aquellos mortífagos cuando capturaron a Luna Lovegood. De refilón vio un rayo que iba directo a Crabbe. Draco actuó por instinto y lo apartó de un empujón.

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