Hogwarts, 2 de mayo de 1998.
Draco despertó asustado, causado por los golpes metálicos que habían dado en la puerta metálica. Se movió un poco, sintiendo que su cuerpo le dolía como mil demonios. Dormir en aquella posición no había sido buena idea.
—¡Despierta, rubito! ¡Hora del desayuno! ¡Y como me han dicho que hoy es un día especial para ti, te hemos echado un escupitajo más de regalo!
Draco torció el gesto ante el guardia desagradable, que se reía. Vio que le metían la bandeja a través de la puerta y el mismo guardia asqueroso seguía molestando a los demás prisioneros mientras repartía la comida. Hizo el esfuerzo de acercarse hasta la bandeja de comida para examinarla. Realmente no sabía si le habían escupido o no, pero igualmente no tenía hambre ninguna. La empujó a un lado y se apoyó contra la pared y cerró los ojos.
Tenía sueño. Esa noche había sido tan mala como las anteriores.
El objetivo de poner a los dementores dando vueltas por la noche era simplemente para torturar lenta y dolorosamente a los prisioneros, estaba seguro.
Draco miró por la ventana, por el cielo azul que se podía ver a través de los barrotes. A su mente le vino los momentos siguientes de abrazar a Harry. Muchos quedaron en shock. Granger no parecía del todo sorprendida, pero Weasley había palidecido. Harry quiso decirle algo, pero Draco no se quedó para escucharlo. Se dio la vuelta y volvió con sus padres. Por el camino, vio las expresiones de los Weasley, que no parecían del todo contentas. Pilló de reojo la enorme sonrisa de la extraña Luna Lovegood. Su padre parecía haber visto al Señor Tenebroso resucitar por segunda vez y su madre tenía expresión de resignación.
Luego, se los llevaron detenidos a Azkaban.
La Segunda Guerra Mágica finalizó la madrugada del 2 de mayo de 1998. Durante el último mes, la comunidad mágica se dedicó a enterrar a sus queridos, a dar caza a los mortífagos huidos y a limpiar el Ministerio de Magia, con Kingsley Shacklebolt a la cabeza. Hogwarts también fue reconstruido con ayuda y terminaron de identificar a todos los fallecidos. Entre ellos, Severus Snape.
Draco recordaba haber llorado la muerte del profesor, tras no poder asistir al escueto funeral. Se había dado cuenta muy tarde de que siempre había estado ahí protegiéndole de todo mal. No recordaba cómo se había tomado su papel de agente doble durante la guerra, era como una neblina. Quizás había bloqueado el recuerdo o tal vez la desazón y el frío de la presencia de los dementores habían contribuido a que no se acordara.
—Feliz cumpleaños... —murmuró Draco.
Había perdido tanto la noción del tiempo encerrado entre esas cuatro paredes que cumplir dieciocho años ese día no despertaba ningún sentimiento. ¿Para qué? Se pasaría todo lo que le quedaba de vida ahí encerrado, ya no tenía sentido recordar cuántos años estaba cumpliendo.
Pensó en sus padres. ¿Tampoco se acordarían del cumpleaños de su hijo cobarde?
Draco cerró los ojos. Los peores recuerdos sacados a la fuerza por los dementores le habían pasado factura, donde la muerte siempre estaba presente y también otro elemento más en concreto. Y eso le hizo darse cuenta. Por eso, deseó en su cumpleaños algo egoísta. Antes de que lo juzgaran públicamente y le encerraran de por vida.
Se imaginó un pequeño trozo de pastel, coronado por una vela. Una voz muy familiar le decía que soplara y pidiera un deseo. Draco apagó la vela y pidió el deseo.
«Deseo poder despedirme de Harry una última vez...»
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—Al abuelo Lucius no le dio un ataque ahí mismo de puro milagro —bromeó Scorpius.
—Al menos sabemos que tu abuelo tiene un corazón fuerte de tantos disgustos que se ha llevado ya —Albus se encogió de hombros.
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THEM
FanficLas fotografías siempre captaban el momento y quedaba retratado para la historia. Un álbum de fotos, en cambio, capturaba la historia en sí. Y así, mediante ese álbum de fotos tan bien escondido que encontraron, Albus y Scorpius pudieron ser testigo...