Anexo 15

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Expreso de Hogwarts, 1 de septiembre de 2017.

—¿Lo tienes todo, cariño?

—Sí, mamá.

—¿Seguro? ¿Tus libros, tus materiales y todo?

—Sí, mamá.

—Pero te falta algo —dijo Draco.

—¿El qué? —se asustó Scorpius.

—Las chuches de la amistad —le sonrió Astoria.

—Pero no las necesito, mamá.

—¿Cómo que no? Claro que sí, no puedes pegarte a Albus durante todo el curso. O a los Weasley. Tienes que hacer nuevos amigos.

—Además, tampoco sabes si Albus irá contigo a Slytherin —terció Draco, mirando a su hijo.

—¿Cómo que no...? —aquello impresionó a Scorpius—. ¿Por qué no?

—Porque... es el hijo de Harry Potter. Él era Gryffindor. Su madre también. Gryffindor más Gryffindor hacen a un Gryffindor, igual que James —explicó Draco.

—Pero el padrino del señor Potter salió Gryffindor a pesar de que toda su familia fue a Slytherin —argumentó Scorpius—. No sé, quizás salga yo Gryffindor.

Draco iba a replicar, pero Astoria le dio un manotazo, mirándole con advertencia. Draco se calló, apretando los labios.

—¿Pues sabes qué? Estés donde estés, seguro que serás el más listo de todos, cariño —sonrió Astoria, acariciando su rubio cabello—. Tú intenta hacer muchos amigos tal y como te he enseñado, ¿de acuerdo?

—Bueno, pero si te atacan, mejor lanza a James o a Albus para que muerdan —soltó Draco.

—Pero nadie te va a atacar —Astoria alzó un poco la voz, manteniendo la sonrisa—. Estarás entre amigos y la casa de Hogwarts es como una segunda familia mientras no estés con nosotros. No te tienes que preocupar, Scorpius.

El niño asintió. Draco echó un vistazo a todo el equipaje, lo encogió y se lo guardó en los bolsillos de su gabardina. Luego los tres se dirigieron al traslador que había sobre la mesa. Era un viejo reloj de bolsillo roto. El objeto mágico se activaría a las diez y cuarenta y tres y solo faltaba un minuto.

Draco vio ansioso a su hijo, esperando ver a Albus y compañía ya en la estación. Apartó la mirada de Scorpius, sintiendo que el nerviosismo empezaba a invadirle todo el cuerpo. La familia tocó el traslador y en un momento llegaron a la estación de King's Cross. Siguieron las indicaciones de la persona encargada de la zona segura para gente mágica y, después de devolver todo el equipaje a su tamaño original, se dirigieron hacia el andén nueve y tres cuartos.

Cuando la humareda les dio la bienvenida, Draco se sintió extraño. Una enorme nostalgia le arrolló, pero también cierta incomodidad. Algunos de sus mejores y peores recuerdos de la adolescencia los había vivido en Hogwarts y ver el expreso que se dirigía hasta allí despertó todas esas emociones mezcladas en él.

Porque diecinueve años después, estaba delante del expreso de Hogwarts.

A medida que iban avanzando por el andén, pudo notar las miradas que recaían en ellos. Se mantuvo sereno, ajeno a los cuchicheos de la gente. Sabía que Astoria sería capaz de soportar la presión, pero no estaba tan seguro de Scorpius. Miró a su hijo y vio con alivio que estaba más pendiente de ver una cabellera negra y totalmente desordenada por el lugar, seguida de un tropel de pelirrojos.

—Todavía tendrás que esperar —le avisó a su hijo—. Seguro que llegan justos de tiempo.

Y Draco no se equivocó. Faltaban unos cinco minutos para que fueran las once de la mañana cuando la familia Potter al completo llegó al andén. Scorpius salió disparado hacia Albus, con este último recibiéndole con gran entusiasmo. Draco y Astoria decidieron acercarse a saludar. Harry también parecía estar buscándoles mientras hablaba con sus amigos.

Con Granger y Weasley tenía una relación totalmente formal y cordial, mucho más que la que tuvo con Harry después de la guerra. Podían aguantar sin lanzarse pullas o matarse en una misma habitación, pero nada más. Draco tampoco tenía en cuenta cuando Ron Weasley le agredió tras el fallecimiento de Ginny. Eran circunstancias especiales.

—¿Cuándo habéis llegado? —preguntó Harry.

—Llevamos aquí ya diez minutos —respondió Astoria—. ¿Nervioso, Albus?

—Claro que no, mamá. Porque está conmigo —sonrió Scorpius.

Draco quiso alzar las cejas ante ese comentario, pero los gritos totalmente escandalizados de James sobre Teddy dándose el lote con Victoire le distrajeron.

—Bueno, Rose, quiero que sepas que aunque Scorpius sea tu amigo, tienes que ser más lista que él, gánale en todos los estudios. Menos mal que has salido a tu madre —dijo Ron a su hija mayor—. Y que tampoco se te ocurra quedar en otra casa que no sea Gryffindor.

—¡Ron...! —le regañó Granger.

—Es broma. Pero lo de Scorpius no.

Draco quiso contestar, pero la última llamada para el expreso de Hogwarts le silenció. Despegó a Scorpius de Albus para poder despedirse una última vez de su hijo.

—Escríbenos, ¿vale? Te queremos mucho, cariño.

—No hagas muchos amigos Gryffindors, ¿de acuerdo? —bromeó Draco, sonriendo levemente.

—Solo tendré a James y a Rose porque estoy seguro de que ella irá allí.

—¿Y dónde estará Albus? —Draco arqueó las cejas.

—Conmigo, por supuesto —dijo antes de darse la vuelta y entrar en el vagón.

Astoria se rió.

—Va a ser difícil que se fije en alguien más que en Albus.

Draco suspiró. No quiso pensar en el hecho de que le recordaba un poco a él mismo con once años, teniendo esa misma fijación por un moreno de ojos verdes y mismo apellido.

El expreso soltó más humo y partió rumbo a Hogwarts. Cuando giró y ya no se vio más, un montón de adultos se quedó ahí de pie, casi sin moverse después de despedirse de sus hijos. Los padres primerizos todavía estaban aceptando el hecho de que sus hijos ya no estarían con ellos hasta las vacaciones de Navidad. Otros, cuyos hijos ya eran más mayores, se dieron rápidamente la vuelta para salir del andén.

—Da miedo, ¿verdad? —dijo Harry.

—Sobre todo si llevan unos apellidos como los nuestros... —murmuró Draco.

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—Admítelo, estabas cagado de miedo ese día —Harry miró a Draco.

—Aunque lo hubiera estado, nunca lo admitiría. Antes admito que Hagrid era buen profesor.

Harry terminó pellizcándole por idiota.

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