Fotografía 46

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Moneda del Ejército de Dumbledore.

Draco esperó pacientemente. Su paciencia tuvo sus frutos y vio la puerta abriéndose de nuevo. La sorpresa fue mala al ver a Harry Potter salir de la Sala de los Menesteres.

También había asistido a la reunión secreta de la que se había chivado esa Marietta Edgecome.

Había tenido la esperanza de que Harry no hubiera estado implicado. Ni tampoco la Sala de los Menesteres. Draco se sintió ciertamente tonto. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Con la actitud rebelde y belicosa que tenía, era imposible que se quedara quieto ante la profesora Umbridge sin hacer nada.

Draco sonrió con amargura. Harry había sido listo. Le había enseñado la Sala de los Menesteres para que fuera un lugar especial y no sospechara porque si no, se quedaban sin escondite especial. Estaba claro que esa estúpida sala la utilizarían muchos alumnos que tuvieran la suerte de encontrarse con ella. Que no era única y especial.

—Muy listo... Muy listo... —murmuró entre dientes.

Después, lanzó el embrujo zancadilla contra Harry Potter, quien huía corriendo por el pasillo.

Se rió, obligando a empujar su estúpida amargura hacia lo más recóndito de su mente.

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—Mi padre no lo hizo con otra intención... —murmuró Albus.

—Pero eso no lo sabía... Me pregunto si alguna vez se llegó a enterar.

—Con este álbum, estoy seguro de que sí.

—Tantos malentendidos... —suspiró Scorpius, negando con la cabeza.

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