Epílogo

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Cuando Scorpius y Albus llegaron al final de la última página, vieron el recorte de un periódico. Era una foto de una edición antigua de El Profeta y debajo, el último pie de foto de aquel álbum. Ni siquiera prestaron atención a lo que había escrito más abajo con una letra irregular y escrita a mano, se metieron directamente en el recuerdo.

Aquella vez, la fotografía estaba plagada de un montón de recuerdos, pero no de la misma persona. Albus y Scorpius notaron que habían hecho una mezcla de memorias, algo bastante raro porque la gente prefería no mezclar sus preciados recuerdos con los de otra gente. Los dos jóvenes pudieron notar a la misma vez cómo se vivía el mismo recuerdo, pero pudiendo sentir a la vez todo lo que sintieron ambas personas.

Scorpius sintió angustia cuando vio la expresión vacía de su padre durante todo el proceso judicial. Si no hubiera mostrado varias emociones a lo largo de los recuerdos, Scorpius habría creído que le habían dementado antes de tiempo. En cambio, Albus pudo sentirse orgulloso de su propio padre al ver cómo peleaba con uñas y dientes para que la gente conociera toda su versión de los hechos. Incluso ofreció sus propios recuerdos para corroborar sus testimonios.

El mundo mágico no vio con buenos ojos que Harry Potter defendiera tanto a los Malfoy. Le habían salvado la vida varias veces, sí, pero seguían siendo mortífagos. Y Lucius Malfoy cantó otra vez, delatando a sus antiguos compañeros, tal y como lo hiciera durante la primera caída de Voldemort. Sin embargo, esa vez no pudo alegar que había estado bajo la imperius.

El día de la sentencia contra los Malfoy fue un acontecimiento que esperaba todo el mundo. Iniciaría la lluvia de sentencias de los juicios contra los mortífagos y podrían cerrar una etapa importante de la posguerra. Los Malfoy se libraron de cumplir condena en Azkaban, más tiempo del que ya habían estado durante los juicios, por contribuir a la captura de los mortífagos fugados y haber sido claves a la hora de salvar la vida de Harry Potter.

Obviamente, a muchas personas no les gustó aquella reducción de condena y protestaron enérgicamente durante un tiempo.

Al salir de la fotografía, Scorpius y Albus se quedaron en silencio, sin saber muy bien qué decir. Un sentimiento agridulce reinaba en sus jóvenes corazones. Acababan de ver una las etapas más turbulentas de las historias de sus padres. Muchas cosas las sabían ya, otras las aprendieron a través de sus ojos y unas cuantas las descubrieron.

Pero también sintieron el vacío de terminar una historia.

—Está claro que este álbum lo hicieron entre los dos —dijo Albus—. ¿Pero por qué crees que lo escondieron tan celosamente?

Scorpius acarició la frase que estaba escrita, pensando en silencio.

«Así como estrellas en el cielo, tantos buenos recuerdos para ti deseo.»

—Mi padre tenía mejor letra antes que ahora —comentó Albus, mirando la frase.

—Creo... creo que esto lo hicieron para cerrar heridas del pasado.

—¿Como una especie de ejercicio terapéutico?

—Sí. ¿No lo ves? —señaló la letra escrita con tinta—. Este es el primer regalo que le hizo el señor Potter a mi padre en tercer año. Y todos estos recuerdos casi siempre están ligados a ellos dos. Nos cuenta la historia de cómo se conocieron, su tormentosa amistad y cómo llevó cada uno la guerra.

Albus se quedó pensativo y dijo:

—Sí, tienes razón. Es lo mismo que tuve que hacer yo con lo de mamá. Para poder cerrar un ciclo y seguir adelante. No creo que hayan querido revivir sus peores recuerdos solo porque sí. Tiene que haber un buen motivo para ello.

—¿Deberíamos preguntarles? —sugirió Scorpius.

—¿No querías mantener esto en secreto? Además... este álbum es tan íntimo que... que parece como si hubiéramos mirado algo que no debíamos.

—Quizás... Podríamos pedirles que nos cuenten cómo comenzaron a llevarse mejor y todo eso.

—No son tontos —repuso Albus—. Verán que lo queremos saber por algo. No somos Gryffindors.

—¿Y si se lo preguntamos a tu tía Luna? Estoy seguro de que a ella le encantará contárnoslo.

—¿También con Myrtle? Ella pasó más tiempo con ellos.

Scorpius se lo pensó y decidió asentir.

—Bueno, pues vamos a hablar con mi tía Luna —Albus se levantó—. Deberías devolver eso donde estaba.

—Vale. ¿Me reúno en casa de tu tía?

—No, iré a buscarte yo a tu mansión.

Scorpius escondió el álbum con sumo cuidado y los dos jóvenes se fueron en dirección al salón para utilizar la chimenea. Al bajar, se dieron cuenta de que sus padres se habían quedado fritos en el sofá, uno a cada extremo del mueble. Seguramente habían estado haciendo carreras para ver quién pillaba antes la snitch y habían terminado reventados.

Scorpius se quedó mirando a su padre. Lo comparó con el rostro demacrado que tenía al salir de Azkaban y los años le habían devuelto esa vitalidad y porte noble que siempre había tenido, con su tez pálida y sus rasgos angulosos. Seguramente no había sido fácil para él llegar hasta ese momento tan lleno de paz. También se fijó en el señor Potter. Seguía igual que siempre, pero con los años había adquirido un aura madura, aunque seguía teniendo ese aire frágil y torpe de su niñez.

—Me pregunto si tú y yo habríamos sido como ellos si hubieras terminado en Gryffindor... —murmuró Scorpius—. ¿También nos habríamos llevado mal? ¿Habríamos repetido la misma historia...?

Cuando Scorpius giró la cabeza, se encontró con que Albus le estaba mirando para después dirigir su verde mirada hacia la mano de Scorpius. Albus acarició sus largos dedos antes de entrelazar sus manos. Después, se perdió en ese profundo mar platino que eran sus ojos y susurró:

—Por suerte, no somos como ellos.

Harry Potter, el salvador del mundo mágico, a la salida de Draco Malfoy de Azkaban, 31 de julio de 2000.

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