Harry Potter con el brazo deshuesado después del hechizo fallido de Gilderoy Lockhart.
Draco miraba con ojos sombríos a Harry. Estaba sentado en la silla, detrás de la cortina por si alguien abría de golpe la puerta en mitad de la noche. El de Gryffindor se había jugado el tipo con una jugada espectacular solo para atrapar la snitch. La había conseguido, pero a costa de su brazo. Luego, el tonto del culo de Lockhart había hecho desaparecer sus huesos en un intento por arreglarlo.
Por las expresiones que ponía Harry, era peor el remedio que la enfermedad. Bueno, tampoco le venía mal sufrir un poquito. Por idiota. Eso pensó Draco mientras observaba el brazo lánguido en la cama.
Había pasado de nuevo. Harry otra vez se había encontrado en peligro en mitad de un partido de quidditch. ¿Por qué no podían amenazar su vida cuando estuviera dando clases o visitando al enorme guardabosques? ¿Tenía que ser precisamente en el quidditch?
Draco suspiró. ¿Qué demonios estaba haciendo ahí, jugándosela solo para ver a un moribundo en la enfermería? Moribundo que había expresado su deseo de no juntarse con él por sus diferencias. Draco seguía sin entenderlo. ¿Qué les impedía ser amigos si él pensaba de una manera distinta? Tampoco había insultado a su madre.
Claro que Harry tampoco entendía del todo el mundo mágico. Tampoco le podía culpar por tomar partido rápidamente por su amiga sangre sucia. Bueno, sí podía culparle. Solo un poco.
El dolor pareció despertar a Harry, que abrió los ojos de manera desorbitada. Chilló en cuanto se percató de su figura en la oscuridad.
—Vas a despertar a todos —le chistó Draco.
—¡¿Qué demonios haces aquí...?!
—Solo quería ver en persona cómo había quedado tu brazo, pero parece que ya me he perdido la mejor parte —señaló con la cabeza—. Ya se te están regenerando los huesos.
Solo entonces Harry se acordó del dolor agudo de su brazo, como si miles de astillas se le hubieran clavado.
—Aunque creo que con las docenas de fotos que te ha sacado ese enano de Creevey, podré ver mejor tu brazo de goma.
Harry le fulminó con la mirada. De todas formas, Draco no sonreía.
—¿Qué demonios le has hecho a esa bludger como para que quisiera arrancarte la cabeza?
—No lo sé, dímelo tú.
Bueno, eso no se lo había esperado. Draco mostró sorpresa.
—No es como si pudiera controlarla mientras juego al quidditch, idiota —Draco frunció el ceño.
—Pues alguien tuvo que hacerlo.
—Te aseguro que yo no.
Ni siquiera había podido percatarse de la maldita snitch, situada al lado de su oreja, ¿cómo esperaba que controlara la maldita bludger?
—¿Por qué demonios todo te pasa a ti? El año pasado la escoba intentó tirarte al suelo y este año, la pelota quiere arrancarte la cabeza.
—No es como si lo buscara, Malfoy. No me hace gracia ver que mi vida corre constante peligro.
—Quizás, si te estuvieras quietecito, no te pasarían todas estas cosas —soltó Draco antes de levantarse.
Vio que Harry fruncía el ceño, con la confusión reinando por un momento su expresión. Draco no añadió nada más y salió de la enfermería. Cuidando que nadie pasara por allí, se alejó a hurtadillas en dirección a las mazmorras. Sin embargo, escuchó varias voces susurrantes que le asustaron. Reconoció las voces de los profesores Dumbledore y McGonagall. Sus tonos alarmistas despertaron la curiosidad de Draco, que dio media vuelta y siguió las voces.
Se detuvo antes de llegar a las escaleras. Allí estaban ambos docentes, con sus ropajes para dormir y mirando algo que estaba en las escaleras. Alguien había sido petrificado de nuevo. Vio unas uvas en el suelo. Los dos profesores se susurraron varias veces antes de decidir cargar a la estatua. El profesor Dumbledore la agarró por la zona de la cabeza y la profesora McGonagall, por los pies.
Draco se escondió rápidamente en un sitio más alejado, esperando que el viejo de Dumbledore no se diera cuenta de su presencia. Cuando pasaron de largo, Draco pudo reconocer quién era. El niño fan de Harry. El tal Colin Creevey, que todavía sujetaba fuertemente su cámara. Cuando vio que tenía vía libre, se apresuró a volver a sus dormitorios.
Bien, ese niño dejaría de fastidiar a Harry con tantas fotitos.
------
—Nunca entenderé cómo ese farsante de Lockhart logró que lo contrataran —resopló Albus.
—Quizás Dumbledore quería a un tonto fácilmente manipulable —sugirió Scorpius.
—¿Para qué? ¿Acaso había previsto lo que sucedería ese año o qué?
Scorpius se encogió de hombros al no tener respuesta. Todo era posible con un poco de magia.
ESTÁS LEYENDO
THEM
FanfictionLas fotografías siempre captaban el momento y quedaba retratado para la historia. Un álbum de fotos, en cambio, capturaba la historia en sí. Y así, mediante ese álbum de fotos tan bien escondido que encontraron, Albus y Scorpius pudieron ser testigo...