Fotografía 27

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Las Tres Escobas, Hogsmeade.

—Es bastante raro que me llames por iniciativa propia —saludó Malfoy, sentándose delante de él.

—Lo sabías, ¿verdad?

Malfoy se vio con la guardia baja, mirándole extrañado.

—Sé muchas cosas, Harry. Intenta ser algo más específico.

—Déjate de tonterías, Malfoy. Me refiero a lo de Sirius Black. Sabías que era el asesino de mis padres y también mi padrino, ¿no?

El chico rubio calló, convirtiendo sus labios en una fina línea. Para Harry era una clara respuesta afirmativa. Aquello enfureció más a Harry.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No me tocaba a mí decírtelo.

—No, claro, pero bien que te burlaste de eso estando delante de Ron.

—Intentaba avisarte de que no fueras detrás de él —resopló Malfoy.

—¿A eso le llamas tú avisar? Avisar es decirme que no vaya porque mis padres murieron a manos de Sirius Black.

Malfoy frunció el ceño.

—¿Morir? No. Tus padres murieron a manos del Señor Tenebroso, Harry.

—¡Les traicionó! —exclamó, alterado—. ¡Mis padres confiaron en ese desgraciado y él los vendió a Voldemort! ¡Por su culpa, Voldemort los encontró y los asesinó!

—Baja la voz. Nos van a descubrir —Malfoy le chistó, pegándole un empujón con el pie—. Cálmate, ¿quieres?

—¿Cómo quieres que me calme?

—Pues haciéndolo. Al final Peeves, Filch o ese bicho peludo que tiene como mascota el conserje nos atrapará, idiota. Y yo no quiero que me castiguen solo porque te has puesto a pegar gritos como un loco.

Harry le miró con resentimiento.

—Mira, sigo pensando que no tenía que decírtelo yo. Es mejor que te lo hayan dicho, ahora sabrás que es peligroso ir detrás de Black.

—¿Decírmelo? —repitió con ironía—. Me enteré ayer de casualidad, que si no, seguro que ni me lo habrían contado. Como tú.

—¿Ayer?

—Sí, ayer.

—¿Cómo te enteraste?

—¿Ahora sí te importa, Malfoy? Vete a la mierda.

Malfoy le miró entrecerrando los ojos.

—Ayer hubo salida a Hogsmeade y casi todos los profesores abandonaron el castillo. Lo sé porque vi a la gran mayoría paseando por el pueblo o en Las Tres Escobas. Y el más cercano a ti que puede conocer algo de tu historia es Hagrid, pero ese gigantón estaba en Hogsmeade. Tampoco creo que fueras a hurtadillas a escuchar a los profesores por la noche, no eres tan estúpido. Creo.

Harry le miró desafiante, esperando a que siguiera su monólogo, su estúpido razonamiento.

—Te escapaste de Hogwarts, ¿verdad?

—¿Y qué si es así?

Malfoy rodo los ojos con tanta fuerza que bien se le podrían haber quedado atascados de mala manera.

—¿Sabes qué? Ni siquiera sé para qué me molesto en advertirte o algo porque igualmente vas a hacer lo que te da la gana.

—Igual que tú, Malfoy. Sigues con esa estúpida cosa en el brazo a pesar de que estás perfectamente.

—Pues como tú, yo hago lo que me da la gana.

—¿Ah, sí? Pues gracias a tu lloriqueo con tu padre, van a juzgar a Hagrid y a Buckbeak. Tendrá una audiencia en la Comisión para las Criaturas Peligrosas.

—Ya lo sabía —resopló—. Esta mañana mi padre me ha enviado una carta explicándomelo todo —se encogió de hombros—. Tiene suerte de que no lo hayan expulsado todavía.

—Pero no fue culpa de Hagrid —rebatió Harry.

—¿Acaso me has oído decir algo parecido o qué? —Malfoy le dirigió una mirada helada—. El consejo solo evaluará la peligrosidad del animal, nada más. Mira, yo no le dije a mi padre que pusiera la queja.

—Pero sí que hiciste cuento. Y esta es la consecuencia de algo que fue totalmente tu culpa.

—Bueno, ¿y qué quieres que haga? Si tan seguro está Hagrid de que no es peligroso el bicho, entonces no tiene que preocuparse de nada, ¿verdad?

—Pero los hipogrifos tienen una clasificación XXX.

—Mira, los magos competentes pueden lidiar con ellos, Harry. Si se demuestra de verdad que fue un hecho aislado o culpa mía —Malfoy rodó los ojos, como no creyéndolo—, pues entonces no hay de qué preocuparse. Creéis que es buen bicho, ¿no?

—¡Por supuesto...!

—Pues deja de preocuparte por eso —resopló Malfoy—. El consejo verá que está muy bien domado, todos felices y así dejarás de darme por saco con eso.

Los dos se quedaron en un incómodo y tenso silencio. Hacía tiempo que no se hablaban de esa forma estando los dos solos. Claro que a Harry le parecía más raro no haber discutido antes por su diferencia de carácter, personalidad y creencias morales.

Al cabo de un rato, Harry sintió que algo le daba en la cabeza. Se quejó, mirando a Malfoy con el ceño fruncido. Estaba claro que había sido ese idiota. Miró en su regazo y vio un paquete alargado, empaquetado. Cuando lo abrió, descubrió una pluma nueva.

—Eh... Gracias... —murmuró, sin saber muy bien qué decirle.

Tampoco necesitaba una, pero tampoco iba a rechazarla.

—No es una pluma normal, idiota. Puede falsificar cualquier firma. Tienes que pasar la zona de la pluma por la firma que quieras copiar, decir el conjuro y la pluma hace el trabajo sola.

Harry se quedó boquiabierto, mirando de nuevo el objeto.

—Si sobrevives a este año sin que te mate Black o los dementores, podrías usarla en caso de necesidad. Por si esos estúpidos muggles no te firman la autorización para el año que viene —dijo con fastidio.

—Yo...

—No digas nada —le cortó secamente—. La tenía comprada ya y yo no la necesito, así que no me iba a quedar con ella. Tu regalo adelantado de Navidades. Puedes usarla o ahogarte con ella —se levantó, sacudiéndose el polvo inexistente de la bata—. Y ahora, me voy a dormir.

Harry se mordió suavemente el labio, mirando el regalo inesperado de Malfoy. Él ni siquiera había pensado en eso. No después de salir huyendo de la casa de sus tíos. Ni tampoco cuando estaba avergonzado por su debilidad ante los dementores. Ni siquiera pensando durante su venganza contra Sirius Black.

—Malfoy, espera. ¡Malfoy...! ¡Draco! —se levantó, dejando la pluma a un lado—. Creo... que ya es hora de que te cuente mi pequeño secreto...

Harry apretó con fuerza su capa invisible antes de sacarla del bolsillo.

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—¿Una pluma que copia firmas? —Albus abrió los ojos—. ¡Nunca he visto una pluma así en casa...!

—¿Y seguro que no la tiene James?

—Segurísimo que no. James habría presumido de ella si la llega a descubrir.

—Quizás la guardó en un lugar seguro, Al. Ya sabes, para que sus hijos no hagan cosas que no deben y todo eso.

—O se la quedó para él solo porque era un regalo de tu padre.

—Fíjate, pensaba lo mismo —sonrió Scorpius.

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