Anexo 8

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James Sirius Potter, 1 de abril de 2005.

Harry se apareció en mitad del salón, provocando tal escándalo que hasta los cristales de los grandes ventanales temblaron con fuerza.

—¡Draco! ¡Draco! —empezó a chillar como un loco.

Varios elfos domésticos aparecieron para intentar calmarle o silenciarle por el jaleo. Harry no lo sabía porque levantó la varita a modo de amenaza mientras seguía chillando. Toda la familia Malfoy al completo apareció por la puerta en camisones para dormir.

—¡Qué escándalo es este! —gritó Lucius Malfoy—. ¡Auror Potter, no puede aparecerse en mi salón cada vez que le venga en gana! ¡Esto es un ultraje!

Harry se acercó a toda prisa a Draco y le zarandeó de los hombros, extasiado.

—¡Ya llega! ¡Está en camino! ¡Voy a ser padre! ¡Está a punto de nacer, Draco!

—¿Y por qué no puedes despertar a tus amigos en lugar de a mí? —Draco le metió un empujón para que dejara de menearle como a un trapo.

—¡Porque ya están en San Mungo!

—¿Y por qué nos despiertas de esa manera? ¡Largo de aquí!

—Sí, sí, ya nos vamos. Es que tú no puedes usar la Aparición y por eso he venido a buscarte.

—¿Qué? —Draco se alarmó—. ¡Espera, deja que al menos...!

Pero Harry ya no escuchaba y los desapareció a ambos, escuchando de fondo a Lucius Malfoy gritar:

—¡Eso nos pasa por hacerte amigo de ese majadero!

Al llegar a San Mungo, Harry soltó a Draco y salió disparado hacia la sala de partos, con el corazón totalmente desbocado y con unas ganas inmensas de gritar.

—Enhorabuena, señores Potter. Es un niño sano y fuerte.

Ginny estaba llorando mientras abrazaba a su bebé. Harry estaba demasiado en shock como para soltar alguna lágrima. Cuando sostuvo a su primogénito, notó que su mundo se venía abajo y era alguien muy pequeño sosteniendo a una criatura todavía más pequeña y frágil que él.

El miedo se agarró a su garganta y a su corazón. ¿Y si no sabía ser un buen padre porque no había crecido con una buena figura paterna? ¿Entonces qué iba a hacer?

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—Admítelo, tú le pusiste esos nombres para que el legado de los merodeadores se perpetuara, ¿verdad que sí?

—¿Qué? Claro que no —Harry frunció el ceño—. Lo hice en nombre de las dos figuras paternas que no pude tener en mi vida.

—Muy conmovedor.

—Cállate, Lucius.

Harry esquivó el embrujo por los pelos.

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