Fotografía 58

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Lavabo de chicos del sexto piso de Hogwarts.

Llorar ya era una rutina diaria en la vida de Draco.

Estaban en pleno mes de mayo y Draco todavía no había conseguido arreglar el maldito armario. Estaba apretando muy fuerte la pica, llorando y con la cabeza agachada mientras Myrtle le iba diciendo con voz suave:

—No llores... No llores... Dime qué te pasa... Yo puedo ayudarte...

Pero nadie podía. Ni siquiera Snape. Porque si lo hacía Snape, entonces él no habría hecho nada y su familia moriría igualmente. Y si no lograba el cometido, el Señor Tenebroso no dudaría en matarlo también.

Y así era el infinito bucle.

Su pecho se apretó con angustia y miedo. Un terrible pánico le inundó. Si dejaba que la ansiedad lo consumiera de nuevo, perdería el control de sus emociones. No se podía permitir eso. Tenía que reponerse, pensar con calma y frialdad.

Draco ahogó su grito lastimero y tragó saliva con dificultad. Tenía un enorme nudo en la garganta. Y en el pecho.

No quería morir. Tenía miedo, mucho miedo. Estaba aterrado, angustiado y a punto de tener un ataque de pánico. Temblaba como una hoja.

Iba a morir. Iba a morir. Moriría y nadie ni nada podría impedirlo. Nadie podría detener al Señor Tenebroso.

Se estremeció por culpa de un horrible escalofrío. Levantó con brusquedad la cabeza para mirarse en el espejo.

Tenía que irse de allí. No estaba seguro. Iba a morir. Iba a morir. Le matarían.

De pronto, se percató del reflejo de Potter en el espejo, observando con expresión atónita desde la puerta. Los nervios de Draco se crisparon, los pelos se le pusieron de punta y sintió el verdadero peligro. Se quedó inmóvil durante un momento, paralizado del miedo.

Harry le estaba mirando. Le había visto llorar. Le había visto de esa manera y estaba sorprendido.

Del miedo pasó al pánico en cuestión de segundos. Harry ya había sacado su varita al percatarse de sus ojos inyectados en sangre, desorbitados. Draco se giró, cogiendo su varita y gritando:

¡Cruc...!

¡¡Sectumsempra!!

Fue como si miles de dagas invisibles le cortaran todo el pecho y la cara. El dolor le hizo darse cuenta de lo que acaba de pasar. Se tambaleó hacia atrás, notando cómo su ropa se llenaba de sangre, y cayó al suelo, con la mano sosteniendo débilmente su varita.

—No —escuchó la voz ahogada de Harry.

Draco se tocó el pecho, notando que a cada toque le salía más sangre.

—No... Yo no...

Draco no podía morir de esa absurda manera. Todavía no había terminado. Su familia le esperaba en casa.

Delante de él apareció Harry con una expresión de absoluto terror. De horror y miedo.

—¡Draco! ¡Draco! —vio que se estaba desangrando rápidamente—. ¡Yo no quería...! ¡Yo no...!

Draco le detuvo agarrando su ropa con la mano, manchándola también de sangre. Era curioso para él. Había dejado de sentir dolor cuando Harry había gritado con desesperación su nombre. Ya no dolía nada. No tenía miedo. Se sentía tranquilo, sin miedo.

A lo lejos, Myrtle chillaba sin cesar:

—¡¡Asesinato!! ¡¡Asesinato en el lavabo!! ¡¡Asesinato!!

Draco parpadeó. Estaba exhausto. Se fijó en los ojos verdes de Harry, llenos de miedo e incomprensión. Draco quiso hablarle, decirle que no estuviera triste. Le estaba haciendo un gran favor. Podrían descansar. Tanto Harry como él. Los dos estarían tranquilos. Harry se olvidaría de él con facilidad y Draco esperaría con paciencia a que sus padres se reunieran de nuevo con él.

¿No era mejor así?

Así, Harry dejaría de seguirle y estaría alejado durante un poco más de la muerte a manos del Señor Tenebroso. Porque él habría fallado de matar a Dumbledore y su amo no se atrevería a nada con ese viejo mago todavía vivo. Era perfecto.

Se escuchó un ruido de pasos en la puerta y Harry apartó sus verdes ojos de él. Draco apretó un poco más la ropa entre sus manos.

Sin embargo, Harry fue apartado con brusquedad y su ángel salvador vestido con ropas oscuras llegó.

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Scorpius tenía los ojos cerrados, respirando profundamente. Inspiraba el aire con fuerza y lo soltaba muy lentamente, intentando borrarse la imagen de su padre a punto de morir. Era absurdo sentirse de esa manera porque eran recuerdos que ya habían pasado. No obstante, Scorpius no pudo evitar sentir angustia y miedo al ver todo aquello.

Su padre nunca le había dicho cómo se había hecho esas pequeñas cicatrices. Supuso que había atravesado algún cristal durante alguna trastada, nada más. No que el señor Potter hubiera utilizado una maldición en él.

Albus le daba suaves caricias en la espalda, también blanco como la cera. Juzgando por su expresión, se acababa de enterar.

Scorpius inspiró una vez más antes de susurrar:

—Creo... creo que haré una visita a Hogwarts y...

—Vas a ir a darle las gracias, ¿no?

—Sí —murmuró el rubio.

—Te acompaño —dijo Albus—. Yo también tengo que agradecérselo. Luego podemos pasar por el cementerio, si quieres.

—Está bien.


¡Hoy es Nochevieja, así que os deseo un feliz año nuevo 2024! :3

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