Fotografía 53

11 1 0
                                    

Llamas del Juramento Inquebrantable uniendo a las dos partes.

Harry sabía dos cosas.

Draco Malfoy era un mortífago. Y Draco Malfoy estaba en una misión secreta, potencialmente mortal.

Esas eran las dos cosas que sabía con exactitud en ese momento, justo de escuchar la conversación entre Malfoy y Snape y de hablarlo con Ron al día siguiente en La Madriguera. También había decidido que se lo diría al señor Weasley en cuanto pudiera y a Dumbledore, para que estuvieran sobre aviso.

Harry sabía que el incidente de Katie Bell había sido cosa de Malfoy. Y las advertencias susurradas de Snape se lo habían confirmado.

Malfoy estaba trasteando con algún objeto de magia oscura y se le estaba empezando a ir de las manos. Y encima tenía un plan para cumplir las órdenes de Voldemort. La misión era lo bastante peligrosa como para que la señora Malfoy hubiera arrastrado a Snape para proteger a su niño con un Juramento Inquebrantable.

Por fin, después de estar tres meses sospechando de Malfoy, sus esfuerzos estaban dando sus frutos. Se estaba demostrando que Malfoy estaba jugando con fuego.

Y ese fuego le estaba pasando factura, por lo que había podido ver Harry. ¿Malfoy castigado por no entregar dos veces seguidas sus deberes de Transformaciones? Harry había visto siempre a Malfoy siendo un alumno diligente en sus estudios a pesar de estar comportándose como un capullo con sus compañeros y con los profesores que le caían mal.

¿Quizás era porque Voldemort empezaba a impacientarse con él y por eso estaba perdiendo los estribos? ¿Por eso estaba descuidando los estudios? ¿Por su misión secreta? Malfoy había mencionado en el expreso que los estudios no eran importantes a la hora de servir a su amo, que tenía más peso sus hazañas y el número de misiones cumplidas.

—Amo... —murmuró Harry en un susurro.

Voldemort era el amo de Draco Malfoy. Porque era uno de sus mortífagos. Y si le miraba el antebrazo izquierdo, seguro que encontraría la Marca Tenebrosa grabada en su pálida piel. Seguro que era eso lo que le había mostrado a Borgin.

La realización le golpeó como una bludger golpeada con muy mala leche.

Draco Malfoy estaba en peligro de muerte. Si no cumplía la misión encomendada por su amo, moriría. Estaba seguro de ello.

Harry soltó un jadeo por el shock. Su mente quedó en blanco durante unos segundos. ¿Por qué demonios había puesto su vida en peligro de esa manera? Por eso hasta Snape había accedido a hacer aquel juramento. Porque sabía que estaba en peligro. O porque estaba tan seguro de que iba a fracasar que no podía quedarse de brazos cruzados y verle morir. Snape quería protegerlo, ayudarlo.

¿Pero era una farsa o una mentira?

Snape estaba del lado de Dumbledore, pero la sinceridad y la preocupación con la que había hablado a Malfoy era ciertamente preocupante.

—Eh, tío, mira lo que ha traído Fleur —Ron interrumpió su tren de pensamientos de sopetón.

A su nariz le llegó un aroma conocido. Miró la caja que su mejor amigo le había puesto casi debajo de sus narices. La abrió y su rostro se iluminó.

—Son caramenús. Siempre he querido probarlos. Fleur dice que son buenísimos. Y bastante caros.

Harry parpadeó como un idiota. Se sentía como un tonto al no haber reconocido el aroma de las cajas de caramenús de la Amortentia, entremezclado junto al aroma floral de Ginny de forma muy sutil.

—¿Ya te has comido alguno? —preguntó Harry.

—Qué va. Si lo hago, mi madre me corta la cabeza. Ha estado a punto de tirar la caja entera cuando Bill le ha dado la razón a Fleur con que están buenísimos. Ven, ayúdame a guardarlos en un lugar seguro antes de que a mi madre se le ocurra tirarlos de verdad.

Harry siguió a Ron sin rechistar. Ver los caramenús le traía el agridulce recuerdo de Malfoy apareciéndose con ayuda de Dobby en su habitación para su cumpleaños.

Tenía que detener a Malfoy. ¿Pero y si eso le ponía todavía más en peligro? Aunque Snape y su madre no dejarían que le ocurriera algo más malo que convertirse en un mortífago, ¿verdad? Harry dudó de aquello si le habían dejado unirse a los mortífagos.

Harry sentía que la cabeza le empezaba a doler de tanto pensar cuando el aroma de Ginny corriendo por su lado le distrajo.

------

—El señor Potter se despista fácilmente —sonrió Scorpius al comprobar que había sido así desde su adolescencia.

—Seguro que el muy tonto encontró normal oler los caramenús en la Amortentia —bufó Albus.

—También estaba la tarta de melaza —repuso Scorpius.

—Porque es su favorita.

Los dos se callaron.

THEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora