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— ¡La respuesta es un rotundo no! — Esbozó el hombre mientras se levantaba furioso de la mesa.

El pelinegro sólo tensó la mandíbula al ver la reacción de su padre ante el aviso de que su hermana trabajaría en el banco cómo auxiliar contable para luego tomar del café que Maitte le había servido apenas llegó.

— A parte de disgustarte la idea de que una mujer trabaje sin estar casada, ¿Qué otra cosa no te gusta? — Pregunta Jimin mientras miraba a su padre.

— Justo por eso. No es debido y es muy mal visto que una mujer soltera trabaje. Que dirán nuestras amistades, que nosotros exponemos a la niña a ser rebajada por los hombres en un trabajo sin tener un hombre que la defienda — Añade el señor Park aún bastante indignado.

— Pues te recuerdo que esa "niña" cómo la llamas, ¡Tiene veintitrés años!, Ya es una adulta que puede decidir sobre ella misma y puede hacer lo que se le antoje. A parte, ¿Qué son estas tonterías papá?, No tiene nada de malo que una mujer quiera superarse sin necesidad de tener un hombre al lado, jodiéndole la vida... — Le responde Jimin.

— Las únicas que hacen lo que se les pegue la gana son las prostitutas... Las mujeres decentes se dejan guiar por sus padres o esposo, y cómo Jihyo aún no está casada, debe permanecer en casa, obedeciendo lo que se le dice — Jimin en ese momento sólo quería darle un golpe en la cabeza a su padre para ver si recapacita y desiste de esas ideas tan radicales, conservadoras y machistas.

— Definitivamente hablar contigo es imposible. Ah, ni creas que voy a desistir de esto, sea cómo sea, sacaré a Jihyo de aquí. No quiero que ella pase por lo mismo que yo pasé... —Le dice el pelinegro levantándose del sofá de forma enojada — Ni te atrevas a mencionar la supuesta enfermedad con la que la han mantenido atada aquí desde que nació, que ya sé que es pura mentira — Comenta el pelinegro para luego mirar su reloj — Es hora de ir al banco. No seguiré perdiendo mi tiempo contigo.

El más bajo se dio vuelta y salió de la mansión, dejando a su padre con la palabra en la boca, caminaba hacía su auto con una sonrisa maliciosa en su rostro, pues ya tenía un plan en mente que seguro no fallaría. Arrancó el auto pensando en eso, pero terminó pensando en una personita especial que siempre le sacaba una sonrisa boba cada que aparecía en su campo visual. Pero en ese momento, tal y cómo si fuese un espejismo, vio al susodicho en la parte izquierda en el semáforo, esperando para pasar junto con el secretario de Hoseok, así que paró junto a ellos.

— Vamos, suban... — Les dijo el pelinegro, estos se miraron nerviosos y subieron al auto de su jefe, Jungkook subió al asiento de copiloto y Jin subió al asiento trasero, mientras miraba al menor sorprendido por haberse subido al de copiloto — ¿Cómo han estado?

— Muy bien, gracias, ¿Y usted, señor Park? — Responden los dos a la misma vez, cosa que le causó un poco de gracia a Jimin, quién alzó las cejas por la sorpresa.

— Me alegra, yo igual estoy bien, gracias — Responde el pelinegro con la mirada fija en la carretera.

Algo que Jin podía notar y que le pareció extraño, fue el hecho de que el señor Park, cada cierto tiempo, volteaba a ver a su amigo y este hacía lo mismo, pero el otro no se daba cuenta. Era cómo si estuviesen buscando sus miradas, pero no lograban encontrarse. Esto le pareció muy extraño, pero decidió callar.

— Señor Park...

— ¿Sí?

—... ¿Usted tiene conocimiento de que el sábado de la próxima semana es el cumpleaños del doctor Jung? — Escuchar esto hizo que Jimin abriera los ojos cómo platos. Mierda, lo había olvidado por completo.

Porque aunque la personalidad de Jung fuese todo lo contrario a la suya, a veces llegando al punto de irritarle, le tenía bastante aprecio.

— No, no tenía idea... ¿Por qué saca de repente el tema, Jin?, ¿Está pensando en algo? — Pregunta el señor Park sin apartar la mirada de la carretera.

Una Fiebre Llamada AMOR • (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora