TREINTA Y NUEVE - LOS AÑOS PASARON

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*FINALES DEL AÑO 134 D.C.*

-¿Rhaella?... - resono la voz de Aemond.

Aemond caminaba por el nivel más bajo y oscuro de la fortaleza roja, dirigiendose aquella grieta en la pared donde entraba un poco de luz. El y Ser Arryk habian pasado la ultima hora buscando a la princesa, estaban desesperados al no encontrarla, casi imaginando lo peor. Pero entonces Aemond vio una silueta asomarse por la grieta y rápido volverse a esconder.

El principe apresuro sus pasos para llegar hasta ahí y tan pronto cruzo la grieta vio sus cabellos plateados tratando de escalar la superficie rocosa para evitar el regaño.

-Ni lo pienses, regresa de inmediato - dijo Aemond a su hija.

Rhaella suspiro sabiendo que no habia escapatoria y regreso hacia su padre. Por un momento Aemond estuvo furioso, más que nada preocupado, pero cuando su hija volteo hacia el - con unos ojitos brillosos y un puchero - el principe no tuvo fuerza para darle un sermon. Aemond suspiro y se puso en cuclillas para estar cara a cara con Rhaella y la sostuvo de los brazos.

-No puedes venir aqui tu sola, quiero que lo entiendas - dijo Aemond.

-Pero me gusta aquí... aquí Alicent no puede...

-Tu abuela - corrigio Aemond.

Rhaella suspiro.

-Aquí mi abuela no puede obligarme a pasar tiempo con ella... no me gusta ir al septo y me obliga a no poner los codos sobre la mesa.

Aemond rio entre dientes al ver tanto parecido entre su esposa e hija, porque - para el colmo de Alicent - Rhaella era igual a su madre: rebelde, osada, contestona, impaciente y obstinada, aunque también tenia algo de Aemond: culta, intelectual y observadora, a sus cinco años ya leia y escribia, y hablaba Alto Valyrio perfectamente, incluso mejor que madre.

Físicamente poseía los rasgos valyrios cabello plateado, piel palida, con un ojo azul y otro violeta, y una belleza descomunal. Estaba ligada a un dragón: Morghul, del cual estaba impaciente por montar.

-¿Entonces que quieres hacer ahora? - pregunto Aemond.

Rhaella no contesto, solo volteo a ver el horizonte y el cielo tomando los colores del atardecer, Aemond entendio de inmediato y se sento sobre las rocas.

-Entonces nos quedamos - murmuro el principe.

La princesita pronto se acomodo junto a su padre, recargando su cabeza sobre el brazo de Aemond. Pasaron unos segundos disfrutando del aire fresco, la brisa del mar y la tranquilidad que unicamente podian encontrar en ese lugar, cuando a lo lejos se avistaron las enormes alas de Meraxes.

-¡Es mamá! - grito Rhaella emocionada.

Se puso de pie y se echo a correr al interior del castillo sin esperar a su padre. Aemond rio entre dientes y poco a poco se puso de pie para seguirla. Rhaella corría tan rápido como un liebre y tan pronto paso de Ser Arryk el caballero la siguio.

Corrio y corrio por aquel pasadizo hasta llegar a uno de los patios del castillo, pero no se detuvo siguio tan rápido como sus pies se lo permitian, en ocasiones volteaba hacia atras y sonreía divertida de ver como Ser Arryk la perseguia y suplicaba que parará.

Entonces golpeo contra "algo" cayendo sentada al piso y cuando observo al frente vio una falda verde: era la reina. Alicent se agacho un poco, ayudo a Rhaella a ponerse de pie y pronto comenzo a limpiarle la cara con un trapo.

-¡No deberias estar corriendo! ¡Deberias estar en tus lecciones con Aegon y Viserys! - dijo la reina.

Rhaella hizo cara de pocos amigos y tan pronto vio a su abuelo - el rey Viserys - corrio hacia el para abrazarlo. Viserys solto el baston y sonrio ampliamente al ver a su nieta, y con el unico brazo que tenia la sostuvo.

REIGN OF TERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora