Con mi corazón congelado, empecé a ser calculadora. Y decidí que si me gustaba un chico iba a ir por él. Ya nadie jugaría con mis sentimientos. Tan solo tenía quince años, pero pretendía tener una mente superior a la de cualquiera, por haber tomado tal decisión. Estaba tan segada en mis creencias que hice a un lado a Randy. Él era un compañero de curso que no ocultaba sus sentimientos por mi. No me gustaba físicamente, pero llegando a casa mientras leía sus cartas mi corazón se estremecía. Era bastante dulce; y era bastante inusual que se mostrara tan vulnerable conmigo. Porque en el aula guardaba una imagen de chico malo. El típico que le pedían que se corte el cabello, se guarde la camisa por dentro y presente las tareas atrasadas.
Podría ser un poco interesante para esta quinceañera que como a muchas, no estaba exenta de ser atraída por el chico malo del salón. Pero esto no era suficiente para mi. Con él podría perder en el juego del amor. Solo quería estar con alguien que me guste, sin involucrar sentimientos.
Pronto apareció el candidato perfecto; hijo de una de las inspectoras. Jugador de la Sub - 18 de un equipo de fútbol, y todas querían con él. Había llegado a mi colegio porque no le podían recibir en otra institución debido a su bajo desempeño académico. Martín, era mi objetivo. Pero no sería sencillo. Habían muchas chicas detrás de él.
Comencé a juntarme con un grupo de chicas bastante coquetas, el cual me daría acceso al circulo de amigos de Martín. Me aseguré que todos ellos se enteraran de mi gusto por él. Motivada por una amiga, hice algo bastante estúpido que pudo costarme que me mandaran a ver mi representante. Colocamos un cartel en la puerta del su curso que decía: "Martín, la gatita de quinto A, está enamorada de ti." . Solo me costó una llamada de atención de una profesora, pero valió la pena. Él pudo notarme, y conseguí que me invitara a su casa por su cumpleaños.
En su fiesta éramos muy pocos, no más de diez personas. Todos, portábamos nuestros uniformes. Decidieron jugar verdad o reto. Y cómo si sus amigos conocieran mis intenciones, sabotearon el juego para que la botella girara a mi favor.
- Verdad o reto - preguntaron.
- Reto - dije con una sonrisa de victoria.
Recuerdo muy bien que mi mirada estuvo fijada en el amigo de Martín, y casi como si pudiese controlar su mente dijo: - El reto es que encerremos a Elizabeth con Martín por diez minutos en el cuarto.
Entre risas y jaloneos. Allí estábamos los dos, él ya sabía mis intenciones así que aunque el reto no decía nada más que pasemos encerrados, ese tiempo. Él no perdió el tiempo y me besó. Este beso era distinto, era bastante brusco. Daba la impresión de qué, ¡quería devorarme!
Besos con lengua de su parte, yo solo trataba de dejarme llevar y actuar como alguien con mucha experiencia. Había escalado niveles desconocidos. Mientras me besaba tan efusivamente, quiso sobrepasarse. Lo cual no permití. Esto era demasiado para mi. Esto se había salido de control, pero ahora que podría hacer. Yo misma hice que esto pasara, no medí las consecuencias. De pronto, como campana salvadora, alguien toca la puerta diciendo: - Martín, sal. Tu mamá llegó.
Salí enseguida. Lo que pensé que sería un motivo de triunfo por haber estado con el chico más popular y deseado del colegio. Al ver los rostros de todos en esa sala, no podía sentir más que vergüenza. Es como si todos supieran lo que hicimos.
De las cosas más estúpidas que he hecho en toda mi vida, esta fue una de ellas. Tristemente pensé que actuar de esa manera iba a cuidar mi corazón, pero la verdad es que me estaba autodestruyendo. Pero iba a disfrutar mi momento, así que al siguiente día ya estaba sentada junto a Martín en la hora de receso. Era su nueva novia y todos lo sabían.
Pero esta posición, no duraría mucho ya que Martín resultó ser un patán, tenia novia en otro colegio. Y al parecer estaba acostumbrado a serle infiel, y yo solo fui un vacile más de tantos. Con mi ego golpeado una vez más, arregle un encuentro con su novia. Le expliqué todo lo que había pasado, le conté de las otras chicas con la que había estado; y me fui triunfante, como si hubiese hecho una buena labor.
Ya no era la chica dulce que creía en los cuentos de hadas, había dejado que el dolor y el orgullo dañaran mi corazón. En vez de aceptar que mis acciones no fueron buenas, me justifiqué haciendo valida mi teoría de que todos los hombres eran iguales. Solo querían una sola cosa de mi; poseerme y luego desecharme.
A este punto, yo ya no hablaba con mi mamá. Llevé una doble vida. En casa seguía siendo la chica dulce y bien portada. Pero en mi habitación me pasaba horas viéndome al espejo y reprochándome el no ser más delgada, o más bonita. No lo sabía entonces, pero buscaba aprobación, aquella que no tenía de mi papá. No comía, y nadie lo notaba. En una ocasión llegué borracha, vomité e inventé que me hizo daño la comida y me creyeron.
Mi mamá, estaba muy ocupada atendiendo a mi papá, o cuidando a mis hermanos. Yo no le daba mayor problema, tenia buenas notas. Los profesores la felicitaban todo el tiempo. Era un ejemplo a seguir. Pero por dentro me estaba perdiendo a mi misma, ya no quería ir a la iglesia. Mucho menos perdonar a mi papá, por sus años de maltrato.
En ese entonces llegaba borracho con mas frecuencia, los insultos y golpes eran el pan diario. Me gritaba por todo, quería que me la pasara en la cocina. Su frase favorita era: -atiéndanme- la misma que hacia revolver mis entrañas. Odiaba que el estuviese a cargo - ¡Quién se cree!¿solo por ser hombre?. Estoy harta. No quiero ser una sumisa, no quiero que un hombre me mande, no quiero tener que callar y que mis opiniones no cuenten. Voy a ser autosuficiente, no dejaré que ningún hombre me humille. Estudiaré mucho, tendré una carrera y me iré lejos- Me repetía mientras con odio hacía lo que me pedía.
No podía controlar nada en mi vida. Solo lo que comía, así que se convirtió en mi obsesión. Nunca desayunaba, almorzaba líquidos y merendaba té caliente. Esa fue mi dieta por años, pero cuando algo se salía de control . La comida misma era mi perdición, como droga me brindaba placer momentáneo. Estuve envuelta en este circulo vicioso, grandes atracones de comida, causarme el vómito cuando era demasiado. Envolver mi vientre, brazos y piernas con apretadas vendas para dormir. Luego matarme de hambre.
Estaba muerta en vida. Nunca me había sentido tan sola.
Pero siempre busqué la forma de empeorar mi situación...
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Elizabeth
RandomÉsta es mi propia historia, tan real que te identificaras con ella. Nunca había abierto tanto mi corazón como lo hago aquí.