18. Oportunidad

26 4 0
                                        

Le pedí perdón a Dios. Eran noches largas dónde lloraba colocando una almohada en mi boca. Para que no se escucharan mis gritos de desesperación.

Le conté todo a la pastora. Le rogaba que me ponga en disciplina. Pero me dijo que no era necesario, la disciplina era para que yo reconozca mi pecado y ya lo había hecho.
Empecé a asistir fielmente a la iglesia. A volver a servir con los niños. Poco a poco me involucré más.
En cada discipulado, en cada taller. Allí estaba yo.

Aprendí a perdonar a mi padre y se lo dije. Solo que no volvería a vivir con él. No confiaba. no volvería a poner en peligro a mi familia.

Vi el mover de Dios en mi vida, de una manera que no te logras imaginar.

Es que aprendí que Dios no me necesitaba, pero yo si a él. Me había hecho falta. Extrañaba que me hablara. Y esta vez estaba dispuesta a recuperar esa relación, sin importarme lo que las demás personas pensara. Y mucho menos mi familia. Comencé a vivir más ligera, después de esta decisión.

Comencé a hablar más con los ancianos de la iglesia. Me refiero a los cristianos maduros.

Pronto estaría sirviendo en los jóvenes, niños, música y en lo que se me presentase. Allí estaba yo, quería cumplir la promesa de servirle en lo que sea.

El poder servir, para mi era una demostración de parte de Dios que me había redimido. Al fin regresé a casa. Como el hijo pródigo que regresa a la casa de su padre.

Le di la oportunidad a la hermana del pianista, de ser amigas. Antes había sido muy desconfiada de las mujeres, y con justa razón. Comencé a romper paradigmas.

Para mi también era un peligro tener amigos varones. Por esa razón cerré cualquier posibilidad con los hombres, ni en una amistad cercana. Me convencí que no podía enamorarme hasta sanar. Que ya no iba a arrastrar mis traumas, que iba a cortar de raíz todo mi pasado. Que ya no iba a obsesionarme con nadie, ni a poner en mi primer lugar a nadie. Y así fue por varios años.

Me ayudó a entender el propósito detrás de todo lo que había pasado con mi hermano, recordé mis oraciones. Recordé todo, incluso las promesas. Me sentía aun más feliz que la primera vez que entré en la iglesia, esta vez procuraba demasiado mi santidad. Lo único que quería era agradarle.

Dios trabajó en mi carácter, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy.

Pero me confíe, me comencé a sentir superior a muchos hermanos. Porque oraba mucho, no faltaba a ninguna reunión. Y me había llenado de conocimiento. Me había convertido en una activista. Y estaba bien, pero poco a poco me desviaría, encerrándome en un pensamiento erróneo. Cosa que nos pasa a muchos cristianos.

En una ocasión a mi trabajo llegó un señor, y recuerdo muy bien que me dijo: - niña si usted necesita que la defiendan. Me dice no más. A lo cual respondí con mucha arrogancia. YO NO NECESITO QUE NADIE ME DEFIENDA. Ese mismo señor me robó mi teléfono después. ¿Qué nadie me defienda? me atreví a decir eso, haciendo a un lado a Dios.

Y tiempo después le dije a un hermano, en un discipulado de líderes, hablando de nuestras debilidades, y el expresó que tenia una lucha con el tema sexual. Yo una vez más respondí - yo no tengo problemas con eso porque me llega el periodo y hago ejercicio. Hablé con tanta arrogancia que no me di cuenta, que si lo tenía. Solo que Dios me estaba protegiendo de aquello.

Y me lo demostró de la siguiente manera...

Empecé a tener muchos sueños con tinte sexuales, y me asustaba. Incluso quería evitar dormirme por miedo a esto. Me convencí de que era normal, ya había pasado demasiado tiempo sin estar con nadie, así que supongo que no puedo evitar que mi cuerpo sienta esa clase de cosas.

Teniendo este peligro a la puerta, procuraba cuidarme aun más. No dejaba que nadie me toque empecé a hacer mucho ejercicio. Mantenía mi mente muy ocupada, le decía yo. No le daré chance al diablo.

Yo no le daba chance a nadie. Enserio, a nadie. Me dediqué solo a servir.

Pero en una ocasión una chica clienta del ciber donde trabajaba, me preguntó si podía darle mi número a un compañero que me había visto y le había llamado la atención. Y quería conocerme.

Al principio le dije que no, que no estaba interesada en nadie. Y que era en vano. No iba a salir con él. Pedí consejo, y por lo visto me dieron uno muy malo. Y terminé cambiando de opinión.

Empezamos a chatear, y mi supuesta intención era evangelizarlo, ya que había un deber en el discipulado que así lo pedía. Aunque sabía que le gustaba, así que en mi interior solo buscaba ensanchar mi ego femenino.

¡Un error muy grande! Permití abrir una puerta que no debí, y que me costó cerrar, te contaré por qué, pero antes debo contarte acerca de Armando...

¡Un error muy grande! Permití abrir una puerta que no debí, y que me costó cerrar, te contaré por qué, pero antes debo contarte acerca de Armando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora