26. Subconsciente

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Es increíble las cosas que podemos guardar en nuestra mente; buenas y malas. Que afloran cuando son detonadas por algo externo. En mi caso hay una voz que siempre quiero callar, y esa es: "No puedo", me remontaré a cuando tenía siete años.

06 de agosto del 2000, era el cumpleaños de mi hermana mayor, fue una sorpresa que mi padre nos llevara al río. Para él la prioridad era hacer las tareas de la casa y nunca hacíamos cosas divertidas en familia, al menos no con él presente.

Ese día fue diferente, estaba de buen humor. A pesar de ser tosco al llevarnos a lo hondo de río para que aprendamos a nadar. (No aprendí a nadar nunca, de hecho le temo a las aguas profundas)

Llegó la tarde, aproximadamente las cinco. Y él ya muy molesto nos apresuraba para que fuésemos a casa; unos compradores de chanchos, llegarían a las seis. El río quedaba a casi una hora de camino, vivíamos en las montañas.

Cuando aún había luz, llegando a una de las puertas. Mi padre molesto le da un planazo al mular en el que iba mi madre y mi hermana. A mí madre le aterraban estos animales, así que gritó muchísimo.
Yo me asusté, pero no podía hacer nada. Iba en el caballo con mi padre y mi hermano Andrés. Nos quedamos atrás en el camino, sucede que por alguna razón el caballo no quería avanzar. Entre más necio, mi padre más lo golpeaba.

Hasta que ocurrió el gran evento, algo lo asustó y se paró en dos patas. Yo iba atrás, mi padre no logró sostenerme, así que caí.
El caballo retrocede y me lastima la pierna. Fue tan horrible tratar de mover mi pierna y no poder hacerlo. La sentía como una gelatina. Cómo si ya no me perteneciera. Mi madre escuchó mi llanto y regresó. Culpaba a mi padre de esto y no dejaba de reclamarle. Entre insultos y muchos gritos, resolvieron que mi padre me llevaría caminando a la ciudad.

Fue doloroso, mi pierna colgaba y mi padre sudaba mucho. Aunque yo lloraba mi padre trataba de calmarme diciendo que faltaba poco. Por la impresión, tenía muchas náuseas.

Por fin encontramos un carro en el camino que nos llevó a la ciudad, ya era de noche. Me llevó hasta la casa de un sobador. No entiendo porqué razón no me llevó al hospital, siempre le reclamé que me hiciera pasar por lo que te contaré a continuación.

Ese hombre me torturó, con el objetivo de colocarme el hueso. Estiró mi pierna una y otra vez. Nunca había sentido tanto dolor en mi vida. Sentí que moriría. Sin anestesia, y con una férula improvisada con cartón me enviaron a casa.

Estuve en la ciudad, casa donde vivía el hermano de mi padre. No sé por cuánto estuve allí, pero parecía una eternidad.

Me hicieron un baño improvisado, dónde mi trasero quedaba al descubierto y me picaba muchos los moscos. Fue humillante, todo el tiempo me hacían saber que era una carga. Y no dejaron que mi madre me cuidara. Odié con todo mi ser ese tiempo.

Después de un tiempo, resolvieron llevarme a otro sobador, está vez uno que se encontraba en una ciudad bastante lejana. Nuevamente me torturaron. Es inhumano lo que me hicieron. Cómo me sostuvieron, como me hicieron pasar una vez más por todo eso. Cada vez me sentía más sola.

Tuve que pasar más tiempo en esa casa, está vez me pusieron un yeso. Pero me estaba pudriendo la pierna, aún tengo la cicatriz. Y no se cómo fue que decidieron llevarme a una ciudad aún más grande, al fin entonces si me llevaron a una clínica especializada.

Para este tiempo, tampoco me dejaron ver a mi madre. Sentía que Dios me había olvidado. Era el año 2000, había el cambio del sucre al dólar. Así que esa operación causó que mi familia se quedara con casi nada. Vendieron la mayoría de sus animales. Todo eso pude escuchar, así que me seguía sintiendo una carga.

Aún no sabía porque no estaba mi mamá allí. Me tuve que conformar con la compañía de mi tía política. En la sala de operaciones, sentí muchísimo miedo, era un lugar muy frío. Me colocaron la anestesia en la columna. Luego me recostaron, movían mis piernas y no sentía nada. Me dormí.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora