Recuerdo cuando llegaban de visitas las tías qué vivían a cuatro y cinco horas de distancia. Y de la nada decían, alista maletas que nos vamos.
Yo, esas palabras me aterroirizaban porque claramente no estaba lista. No me dieron tiempo para prepararme, no me dejaron organizarme.
¿Y ahora que empaco? ¿Para cuántos días? ¿Qué actividades haremos?Yo me se adaptar a las circunstancias, buenas o malas. Claramente por todo lo que he vivido. Pero me siguen sin gustar los cambios, sobre todos los inesperados.
Hace poco estaba bajo mucho estrés en el trabajo, sucede que estamos en una época en la que hay demasiadas horas de racionamiento de energía eléctrica, lo cual me dificulta trabajar. Tanto en mi trabajo normal, como mi negocio.
En mi afán de siempre cumplir, comienzo a afanarme, a sobrepensar. Y a llevar mi cuerpo y mente al límite.
Olvido fácilmente cuidarme.
Un día de esos, estaba en cama. Con dolor fuerte en el cuello y cabeza. Tuve la sensación de que iba a morir.Los siguientes días me la pasé muy mal. Mientras trataba de cumplir con todas mis responsabilidades, en el trabajo, casa, iglesia y negocio.
Mi salud estaba empeorando, el dolor muscular, decaimiento, fiebre se asomaron.Pensé que estaba agotada y mi cuerpo no daba más. Aún así, di todo de mi.
Al finalizar la semana, caí rendida en mi cama, dormí mucho. Me despertó el olor de sudor en mi ropa, evidentemente estaba sudando en extremo por la fiebre.Noté unas llagas qué había ignorado antes, fue inevitable no preguntar por todas partes y googglear un poco.
Tratando de corregir mis errores del pasado, de dejarme siempre en último lugar de importancia. Esta vez decidí ir al médico.
Ya me sabía la rutina, de la larga espera. Fui lista para todo.Examen de sangre y orina, e hidratación mediante dos sueros.
No pude evitar escuchar las conversaciones de los cinco pacientes más que estaban junto a mi.Uno de ellos estaba allí por haber bebido mucho, mientras se retorcía del dolor y escuchaba decir que él no podía beber pero que ésta sería la última. Con sarcasmo en mis palabras le dije: así decía mi papá.
No queria sentir compasión por él, pensé: en poco volverá hacer lo mismo.No había recordado las miles de veces que mi papá después de emborracharse pedía perdón y nos llenaba de aquella promesa que nunca cumplió. - Ya no más, les juro que nunca más. Ya voy a cambiar.
Crucé un par de palabras más con él: aconsejando que nadie podía obligarlo a nada, que si sus amistades no podía disfrutar de su compañía sin el alcohol de por medio, entonces ya no deberían frecuentar.
En esa habitación también se encontraban dos mujeres con edad avanzada y una joven que posible embarazo, esta última entendí que buscaba con anhelo estarlo.
Cuando al fin llegaron los resultados del exámen sucede que aparentemente ya estoy bien. Tuve un cuadro de dengue qué ya estaba en la etapa final.
Con respecto a las marcas en la piel, no supo darme mayor explicación y me envió a un dermatologo.
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Elizabeth
AléatoireÉsta es mi propia historia, tan real que te identificaras con ella. Nunca había abierto tanto mi corazón como lo hago aquí.