A Goyo le conocí mientras trabajaba. Según sus relatos, ya le había atendido un par de veces, pero no le recuerdo. Había pasado desapercibido para mi.
No solía ver a las personas demasiado tiempo a la cara, estaba trabajando en automático a decir verdad. Además que en ese entonces había decidido no abrirle mi corazón a nadie, hasta no sanar las heridas que ya tenía. Así que no ponía mucha atención.
Recuerdo que la forma en que le noté, es porque una conocida que tenemos en común me escribió, para pedirme permiso de darle mi número. Aunque mi respuesta fue un retundo NO, agradezco que haya pedido permiso para hacerlo.
Pasaron días, y al salir de mi trabajo noté que alguien me observaba. Allí estaba él, junto a su compañera de estudios. No dejaba de sostener su mirada, mientras sonreía como quien ve algo que realmente le gusta.
Después de eso siguió insistiendo por medio de su amiga, hasta que resolví que estaba siendo demasiado paranoica y terminé cediendo.
Hablamos de muchas cosas, yo bastante indiferente, pero me gustó la forma en que debatió cada punto de vista que yo tenía, hizo que llamara mi atención.
Decía querer conocerme, porque le había parecido interesante. Y la verdad es que el también se me hacía interesante.
Después de tener varias conversaciones por mensajes, un día llegó a mi trabajo. Ya pude reconocerlo. Era muy alto, llevaba unos camisa blanca, unos jeans y una gorra negra volteada hacia atrás. No era atractivo a simple vista, pero tenía un no se qué difícil de explicar.
Lo percibí un poco tímido, lo cual se me hacia gracioso, porque por mensajes era bastante elocuente.
No cruzamos muchas palabras en ese encuentro.
Él no le ocultó a nadie su interés en mi, y pronto recibiría la visita de una persona que despertó un espíritu de competencia en mi. Ella decía ser su amiga, y no negó tener sentimientos hacia él.
Una parte de mi se sintió mal por ella, y otra parte un tanto egocéntrica se sintió bien al saber que alguien me prefería a mi.
Según yo, estaba muy clara sobre las cosas que quería, así con palabras muy claras, le expresé que yo no tenía interés en él, que podía estar tranquila. Que yo, en ese momento estaba asqueada de los hombres y no pretendía tener nada con nadie, mucho menos con un NO CRISTIANO.
Muy apresurada respuesta de mi parte, porque cada vez que me hablaban más de él, despertaba en mi mayor interés en conocerle.
Lo que sabía de él es que era muy reservado, practicaba deportes, aún vivía con sus padres y estaba estudiando dos carreras al mismo tiempo. Tenía aspiraciones grandes, siempre pensaba en salir fuera. Tenía buenas amistades y le gustaba cuidar su físico.
Con él comencé a tener conversaciones muy profundas, en mi afán de no gustarle y que se decepcione de mi, yo no tenia filtros, hablaba sin esconder mis verdaderos pensamientos sobre las cosas. Fui totalmente yo.
Hablamos a cada momento del día, tenía un mensaje de él todo el tiempo. Se volvió tan cercano, que hasta me terminó prestando dinero en una ocasión que lo necesitaba de urgencia.
En estas conversaciones él no dejaba de mencionar que yo le parecía atractiva. Y poco a poco, ya no respondía con indiferencia a sus halagos.
En una ocasión se saltó una clase solo para verme, se sentó frente a mi y desde hace mucho tiempo no me sentía nerviosa, y no lograba sostener la mirada. Ambos estábamos muy nerviosos, y no podíamos negar la atracción que sentíamos. Mi corazón palpitaba demasiado al notar que me estaba observando con atención.
Fue desde aquí que él no ocultaba su deseo hacia mi, claramente vi el peligro avecinarse. Y hablamos sobre la posibilidad de tener una relación, hacer las cosas bien. Pero terminábamos en desacuerdo cuando llegábamos al tema de la fe. Él es católico, y no tiene interés en el cristianismo hasta el día de hoy. Nunca aceptó mis invitaciones a la iglesia y me rogaba que respete su fe.
Cuando pasaba esto dejábamos de hablar por meses, tratando de ser maduros, reconocíamos que algo entre nosotros no se podía dar. Así que optamos por el contacto cero. Podíamos estar así por meses, pero una vez que nos extrañábamos volvíamos a conversar.
Este reencuentro solo duraba un día, en cuanto llegábamos al tema de la fe, volvía el desacuerdo.
Pasaron años cuando volví a saber de él, pensando que ya no había ninguna clase de atracción entre nosotros, salimos a dar un paseo en carro. Dimos varias vueltas por la ciudad, mientras nos poníamos al día él no dejaba de verme y una vez más todo lo que habíamos sentido antes resurgía, como si no nos hubiésemos separado jamás.
Tomó mi mano, y solo por ese instante imaginé que nada impedía el estar juntos.
El paseo en carro no tuvo paradas, mencionaba que si lo hacía no podía contener las ganas de besarme, y siendo sincera; yo tampoco.
Pero dejar que las cosas avancen sería conformarse...
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Elizabeth
RandomÉsta es mi propia historia, tan real que te identificaras con ella. Nunca había abierto tanto mi corazón como lo hago aquí.