16. Inconsolable

27 4 0
                                    

No recuerdo como llegó mi prima a mi casa, "La China", ella es de esas personas que están a pesar de todo. No nos dejó que nos quedemos en casa, nos llevó a la suya. Mi mamá y mi hermano se quedaron con mi tía y los hijos de mi prima.

La china, Vicente y yo. Fuimos a la UPC, pero en el camino se daño el carro menos mal alcanzamos a llegar a un taller. Sorprendentemente, ese taller quedaba justo detrás de la casa de una de mis hermanas, no con quien crecí. Sino una que conocí en la universidad, después te contaré de ella.

Fui a su casa, como era el cumpleaños de su hija. Estaban ya despidiéndose los invitados de la fiesta. Mi rostro lo decía todo, me le acerqué y le dije: - Andrés tuvo un accidente, y no sobrevivió. Inmediatamente empezó a llorar y su esposo la consoló. Acordamos estar comunicándonos.

Regresé con mi prima, aún en el taller. Mi tío me llama, le conversé lo que estaba pasando. Y me pidió la ubicación para poder hablar bien. Llegó al taller, junto a su esposa e hija menor.

En este punto, yo aún no había llorado. Me había contenido las lagrimas, así que mientras le contaba lo que había sucedido, empecé a llorar. Sabía que él era insensible y malvado. Pero escucharle decir lo siguiente de sus labios, era demasiado. Dijo: - Ya no llore, por gusto llora. Ni que fuera a revivir. Ya murió, no hay nada que hacer. Y lo próximo que dijo fue: cómo van hacer, yo no tengo dinero, pero sé que pueden recibir dinero del SOAT, solo tienen que darme los papeles de Andrés.

Mi prima al escuchar esto, le gritó. Discutieron y nos fuimos de ese lugar. Aún esperando que arreglen el carro, mi prima me decía: Como te pones a hablar con ese tipo, sabes bien como es. Nunca le pidas ayuda a él, para eso estamos nosotros. Tenía razón.

El cuerpo de mi hermano se lo había llevado a otro sitio, así que no podíamos hacer nada hasta el siguiente día. Regresamos a casa.

Toda esa noche se escuchaba el llanto de alguien. Mi hermano, mi mamá y mío. No sabía que era posible llorar tanto. Joel, soñó con mi hermano, sintió que secaba sus lagrimas. Al despertar lloró aun más. Yo solo revivía una y otra vez todo lo que había sucedido en esa terrible noche.

Me fui de viaje con mi prima y Vicente, a reconocer el cuerpo y traerlo. No nos lo dieron hasta la tarde, tampoco pude ingresar a reconocer su cuerpo. Mi prima fue en mi lugar. Todo lo cubrió ella, era un préstamo solamente, ya después veíamos como hacíamos.

Siempre vi la mano de Dios en todo, siempre ha puesto ángeles a nuestro alrededor. Y eso era ella en ese momento un Ángel.

Llegando a mi ciudad, mi casa estaba llena de gente, habían venido de todas partes. Habían muchas personas que le tenían un gran aprecio a mi mamá, y ni que se diga de Andrés, él tenía amigos por todos lados. Mi mamá estaba tranquila, conversando. No sabía que la habían dopado. Era difícil diferenciar quien estaba allí por curiosidad o porque realmente querían acompañarnos en el dolor.

Hasta que llegaron el grupo de la iglesia, venía con ellos el pianista, que simplemente dijo mi nombre y me abrazó, solo entonces me sentí acompañada. Se sintió como el abrazo de Dios. Cálido y delicado. Los pastores también estaban, nos llevaron una ofrenda para cubrir lo que hiciera falta. Fueron compañeros que pensé que les caiga mal, pero no estuvieron quienes decían ser mis amigos.

Fue una noche pesada, había quienes querían que les relate la historia una y otra vez. Los que me preguntaban por mi papá, o los que querían saber que haría de hoy en adelante. O que serviríamos para los presentes.

Consejo, sabes que necesita la persona que acaba de perder a alguien. NADA. Nada de lo que hagas calmará su dolor. Pero algo importante, que luego recordará es que estés, acompañando. Escuchando si es que quiere hablar y abrazando. Es todo. En mi opinión, toda la atención debería estar en el doliente. No en los presentes. imagina pasar por un dolor tan grande, y para el colmo preocuparse de que si han comido, si necesitan el baño u otra cosa.

Ese día le pedí a Vicente que durmiera en una colchoneta al pie de mi cama, mientras yo dormía con mi mamá. Solo fue media hora la que nos pudimos recostar. No confiaba en nadie, ya le habían dado pastillas a mi mamá no se cuantas veces. Ya no quería despegarme de ella. Menos mal Joel pasó en casa de mi tía. Por cierto de parte de mi tío una y otra vez le pedían los papeles de mi papá y mi hermano para el asunto del SOAT. Entonces no podía dormirme, y tenía todos los papeles conmigo. Sobre todo la escritura de la casa. Esto por petición de mi mamá. Ellos se aprovecharía de este momento vulnerable, no me quedan dudas. Fríos y calculadores como nadie.

Pasando esa amarga noche, tuve que hacer todo el papeleo, y en el registro antes que yo, ya estaba mi tío sacando el acta de defunción para hacer el trámite del SOAT. Estaré siempre agradecida con quienes ayudaron. Los vecinos se encargaron de preparar los alimentos y conseguir lo que hacía falta. A petición de la familia de lado de mi papá fui a la judicatura para ver si era posible conseguir un permiso que le permita salir de la cárcel, pero ya lo habían catalogado como violento y peligroso. Así que ningún juez quiso dar ese permiso. Se imaginarán el problema, escuchar sus comentarios - "Su padre tiene derecho de ver a su hijo antes de enterrarlo" "quiten la denuncia, tengan corazón". y sobre todo que la hacían sentir peor a mi mamá.

Camino al cementerio, mi madre quería ir caminando así que tuve que acompañarla. Yo solo quería apoyarla en todo lo que quería, pero en su estado, no había comido ni dormido. Tenía que sufra un desmayo. Pero Dios la fortaleció y lo logró. Recuerdo bien ver en una calle a mi compañera de la universidad con un ramo de flores, y más adelante a mis compañeros con los que solían frecuentar riéndose en el parque. Como si nada pasara. Entendí que mi dolor era solo mío, nadie podría saberlo ni entenderlo.

En el cementerio el pastor no pudo estar, algo pasó con su rodilla y no podía pasar. Tuve que hablar a todos los presentes, yo quien tenía pánico hablar en público. Estaba hablando a personas que no conocía en su mayoría, a familia que no se llevaban entre si. Y lo único que pensé fue en la oportunidad de hablarles de Dios. Hasta ese momento, su espíritu me acompañaba, cumplió lo que le pedí.

Luego, cuando vi mi casa sola, cuando el silencio se hacía pesado. Y cuando ya no había nadie alrededor, el aire se escapaba de mis pulmones. Solo éramos los tres. Vicente estuvo allí, nos preparaba comida, nos ayudó en todo. Nunca dejaré de estar agradecida con él por eso.

Junto a mis hermanos mayores visitamos a mi papá en la cárcel, no era mi deseo. Pero me obligaron a hacerlo. Había odio en su mirada, lo podía notar. Estaba golpeado, había tenido problemas con su compañero. Yo no le hablé, era demasiado con estar allí, en contra de mi voluntad. Me culpaba de tenerlo allí, pensó que yo lo denuncie. No le dije que yo no declaré, que no hizo falta. Dejé que creyera lo que quisiera.

Los problemas no iban a terminar aquí, desde la cárcel recibíamos amenazas de mi padre. Nos iba a matar, nos culpaba de la muerte de mi hermano. Tuvimos que dejar la casa dos días antes de que le dejaran en libertad.

Cuando salió, se cumplieron mis palabras. Encontró una casa abandonada. Ahora estaba solo.

El precio de salir de allí, fue muy alto. Hasta el día de hoy no hemos podido regresar a vivir en ese lugar.

 Hasta el día de hoy no hemos podido regresar a vivir en ese lugar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora