🪻Capítulo 63🪻

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—...

Meinhardt apretó los dientes y se quedó en silencio. Al mismo tiempo, Mariette finalmente se giró y lo miró.

—¿Cuándo fue la primera vez que nos vimos? Recordando el pasado, los años pasan muy rápido.

Cuando estaba enojada sus ojos dorados desprendían una sensación de intimidación, pero ahora parecía tranquila y perdida en sus pensamientos.

—Solo a ti puedo confiarte el destino que ni siquiera puedo compartir con mi padre.

—...

Meinhardt controló su agitación y miró fijamente a Mariette.

—Meinhardt Ciel Astrappe, solo hay una orden que debes recordar.

Mariette siempre proyectaba una belleza pálida e inexpresiva en su rostro, sin mostrar nunca emociones claras.

—Protege a esta niña que dejaré atrás.

Colocó suavemente una mano sobre su vientre, donde aún no se veían signos de albergar una nueva vida.

—... La niña.

Meinhardt ya no podía seguir mostrándose indiferente al escuchar esa orden.

—De verdad, ¿la amas? —preguntó Meinhardt con voz temblorosa.

Era la hija de un hombre devorado por su complejo de inferioridad y el miedo insustancial, que finalmente lo arruinó todo al tomar una decisión insensata.

¿Cómo podía amar a la hija de ese hombre? ¿Tal vez solo daría a luz por el bien del "destino" que debía cumplirse? ¿Por el bien de ese destino intentaba protegerla?

—Amor.

La mujer, que habló con voz clara y tranquila, respondió sin dudarlo.

—Sí, la amo. Igual que mis padres cuidaron de mí, yo cuidaré de este bebé.

—...

—Aunque no tenga ningún destino especial, cuidaré de mi hija... —murmuró Mariette, revelando una cálida tristeza en su pálido rostro—. Yo la habría amado.


—¿Eres Meinhardt? Te ves lindo, es bueno que no te parezcas en nada a tu abuelo.


¿Por qué? Ni su mirada, ni la situación, ni su voz o apariencia eran similares, pero... ¿Por qué los recuerdos de aquellos días, que enterró porque deseaba olvidarlos, salían a la superficie y se superponían a la realidad que tenía delante?

Meinhardt inclinó la cabeza, reprimiendo a duras penas su creciente oleada de emociones.

—... Las palabras han fluido a la deriva. A partir de este momento, vete sin dejar rastro. Y cuando hayan pasado siete años, informa a Roderick sobre la existencia de la niña.

—¿Debo hacerlo?

¿Cómo se sentiría diciendo que debía informarle sobre la existencia de su hija al hombre que la traicionó y la hundió profundamente en el abismo?

—No me importa confiarle la niña a Roderick mientras pueda protegerla. No, más bien, él lo hará.

La terquedad de Mariette no se dejaba influenciar por las emociones de su corazón.

—Porque ese es el destino.

¿Destino?

A diferencia del cielo nocturno donde brillaba la luz de las estrellas, en los ojos negros que contenían una oscuridad vacía, solo se reflejaba la imagen de una mujer pálida pero que al mismo tiempo tenía una fuerza inquebrantable ante cualquier adversidad.

Nacida como la hija oculta del protagonista masculino y la villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora