🪻Capítulo 70🪻

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Meinhardt extrañamente no recordaba lo que pasó después. Simplemente deambuló por la mansión en ruinas y vomitó innumerables veces.

Después de quedarse sin ánimo ni energía, salió corriendo de los infernales restos de la mansión y vagó sin rumbo por las calles.

—... Chico, ¿por qué estás aquí solo?

De repente, sus recuerdos se volvieron claros como si la niebla espesa se hubiera disipado de su cabeza.

Una niña estaba parada frente a él.

—¿Por qué no me respondes? Me parece que estás vivo.

Cada vez que la niña abría la boca, su aliento se congelaba y se veía en el aire.

La niña tenía un rostro inexpresivo mientras miraba a Meinhardt siendo cubierto por los copos de nieve, pero sus ojos tenían un brillo particular.

De repente, Meinhardt volvió a la realidad y miró aturdido a la niña.

—No importa...

La comprensión instintiva de cuál había sido el origen de toda la terrible tragedia ocurrida llegó como una oleada, y parecía que apenas logró sobrevivir al alejarse de la realidad y quedar atrapado en un vacío. Sin embargo, no podía ignorarlo del todo porque ignorar la verdad no necesariamente significaba que todo quedaría olvidado.

Sintiéndose culpable de sus ganas de vivir e incluso de los deseos básicos que estimulaban su cuerpo, Meinhardt cerró los ojos y bajó la cabeza solo esperando a que llegara pronto el silencio eterno.

—Parece que ni siquiera tienes la voluntad básica de vivir, pero eso es solo temporal. Después de llegar al final deseado, seguramente te arrepentirás.

La fina voz recitando palabras incomprensibles era firme.

Meinhardt miró fijamente el rostro de la niña que lo miraba desde arriba, revelando una expresión por primera vez desde lo sucedido.

—A menos que tengas algún lugar a dónde ir.

Hicieron contacto visual un par de ojos negros sin un solo atisbo de luz y unos brillantes ojos dorados que parecían contener toda la luz del mundo.

—¿Te gustaría venir conmigo? —preguntó la niña mientras extendía la mano.

—...

Meinhardt miró vagamente la pequeña mano.

—Si todavía planeas deambular así, ¿por qué no te quedaste quieto a esperar la muerte?

Fueron palabras escandalosas.

¿Cómo una persona tan horrible como él podría atreverse a tomar esa mano? Incluso se avergonzaba de estar vivo...

—Date prisa y tómala.

Meinhardt se perdió en su duda, pero...

—Me aseguraré de que nunca te arrepientas de haber elegido seguirme —añadió la niña, como si hubiera descubierto sus verdaderos sentimientos.

—...

Esas palabras quedaron excepcional e inolvidablemente grabadas en su corazón.

Meinhardt lentamente levantó su mano delgada y tomó la pequeña mano blanca que lo había estado esperando en el aire.

—Elegiste bien.

Una sonrisa leve pero clara apareció en el rostro de la niña, como si estuviera satisfecha con su elección.

Nacida como la hija oculta del protagonista masculino y la villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora