EPÍLOGO

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Lena

Un año después.

—Estate quieta, por favor. —repito con una voz cansada mientras intento ponerle los patucos por quinta vez.

Ella empieza a mover las piernas más rápido con una sonrisa. A veces parece que hace las cosas a sabiendas con el propósito de complicarme más las cosas.

Alek bajó las escaleras de la planta de arriba ajustando un reloj en su muñeca derecha. Cuando su perfume se hizo más presente dejó de mover las piernas buscándolo por su corto radar, lo que aproveché para ponerle los patucos de una vez sabiendo que no durarían más de diez minutos en su sitio.

Por alguna razón Eleanor odiaba la ropa y todo lo que tuviera que ver con ella, así que la mayor parte del tiempo estaba con el pañal y una camiseta que la mayoría de las veces acababa arrugada por sus fallidos intentos de quitársela. Menos cuando hacía frío o salíamos a alguna parte.

Levanté la cabeza fijando mis ojos en el traje negro que se había enfundado. Le quedaba increíblemente bien resaltando su piel blanquecina y la firmeza de sus músculos trabajados.

—Estás preciosa. —susurró en mis labios una vez que estuvo a mi lado, antes de que pudiera llegar a besarme me alejé unos cuantos centímetros. Él echó un leve vistazo por encima de mi hombro. —Ni siquiera está mirando.

—Pero está presente. —repuse con una sonrisa burlona.

Él de todas formas no escuchó mis réplicas y mordió mis labios antes de deslizar su lengua dentro de mi cavidad.

—No hace falta que vayamos si no quieres. Podemos decir que tuvimos que llevar a Eleanor al médico o alguna mie... —se detuvo al tener mis ojos encima. —Cosa así. —terminó con una sonrisa ladina haciendo que soltara una risotada.

—Es la boda de mi hermano, no me la puedo perder. Además, soy dama de honor. —él torció sus labios en un mohín.

—Aún así podría encontrar una buena excusa, estoy seguro de que lo entenderán. —respondió con una voz sugerente rozando sus dientes en mi oído.

—No. Iremos. —hablé con firmeza alejándome de sus brazos.

Él soltó un suspiro al aire y se acercó a Eleanor. Su cara enseguida se iluminó con una sonrisa y yo no pude evitar hacerlo al verlos.

Mientras la lanzaba en el aire le decía algunas cosas en ruso con una voz aguda. Verlo interactuar con ella de esa forma siempre me hacía sonreír por el contraste que daba con su imagen.

En cuanto terminé de ponerme los pendientes alargados ella dejó de reír para poner sus ojos azules en ellos, y tras darle una mirada de ni se te ocurra partimos a la entrada principal. Yo lo más alejada de sus dedos regordetes recordando cómo casi me arrancó la oreja en mi graduación.

La prominente barriga de Grace resaltaba aún más en su vestido ajustado por el torso y suelto por las piernas. Ella tenía su brazo enlazado en el codo de Sergey que tenía la misma cara de aburrimiento de siempre.

—Dios. Siento que estoy a punto de explotar. —soltó ella al aire estirando su espalda con una mueca adolorida.

Mientras yo no había tenido ni un solo síntoma durante mi embarazo ella los había tenido todos.

—Tenía que haber salido la semana pasada. —dijo señalando su abdomen ante mi cara confusa.

—Entonces ya le quedará poco.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora