CAPÍTULO 6: LA PRIMERA ECOGRAFÍA

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CAPÍTULO 6: LA PRIMERA ECOGRAFÍA

Sam apretaba fuertemente la mano de Blaine porque sabía que su amigo estaba realmente nervioso. Era la primera ecografía real del bebé, la anterior sólo había servido para establecer de cuánto tiempo estaba embarazado.

El rubio sabía que, a pesar de todo lo ocurrido, su mejor amigo deseaba que todo fuera bien y el bebé no tuviera ningún problema. Sabía que ya había sentido la conexión con el pequeño que crecía en su vientre y lo había visto varias veces acariciando con suavidad la parte donde suponía que se encontraba. Él mismo deseaba poder hacerlo también, su amor por el moreno crecía cada día y empezaba a sentir una conexión con el bebé.

El doctor Smith estaba esperándolos en la consulta cuando entraron y les sonrió cálidamente antes de estrecharles la mano. Evans entendió enseguida por qué contaba con tan buena reputación, era un gran experto en la materia y además era cercano.

– Buenos días Blaine. ¿Qué tal has pasado estas semanas? – El mayor preguntó.

– Tengo muchas nauseas y vomito todas las mañanas. – El ojimiel confesó.

– Es algo normal, nada de lo que preocuparse. ¿Has sentido dolor? ¿Has tenido sangrado? – El médico preguntó.

– No. – Anderson suspiró aliviado... Eso era una buena noticia, ¿no?

– Está bien, vamos a hacer una ecografía para verlo mejor.

El especialista señaló una camilla y el moreno se tumbó en ella. Se desabrochó la camisa que llevaba para dejar su vientre al descubierto. En cuanto terminó de hacerlo, la mano de Sam volvió a cerrarse alrededor de la suya, dándole ese apoyo que necesitaba. Como siempre había sido desde que compartieran su candidatura a presidente y vicepresidente de la clase en su último año de instituto.

Smith puso un gel sobre el vientre del embarazado. Blaine tuvo la sensación de que no era tan frío como la última vez que se lo habían puesto. Tal vez en ese momento lo sentía peor por la angustia y el miedo. Sin embargo, en esa segunda visita, estaba algo asustado por el futuro, le preocupaba no ser buen padre, pero era un miedo diferente.

El médico puso el ecógrafo sobre su vientre y empezó a moverlo. En la pantalla se veían manchas grises y negras pero apenas podía apreciar nada.

– Aquí está. – El doctor señaló la pantalla. – Esta es la cabeza y este el cuerpo.

– ¿Se puede saber si es niño o niña? – El moreno preguntó ilusionado al ver por primera vez a su bebé. Evans miraba a la pantalla y a su amigo alternativamente, sin saber si estaba más feliz por ver al pequeño o por la sonrisa del otro.

– Todavía no, tendrás que esperar a la siguiente ecografía. – El mayor explicó. – Todo va bien, el bebé se desarrolla correctamente, tu estado de salud es bueno... No hay nada de lo que preocuparse.

Blaine llegó a su apartamento después de trabajar. Estaba algo pálido y sudoroso, lo que preocupó a Sam nada más verlo. El rubio se levantó del sofá y corrió hacia él para ver qué le ocurría. Llegó a posicionarse frente a él antes incluso de que el moreno se quitara el abrigo que lo protegía del frío mes de diciembre.

– ¿Estás bien? – El ojiverde preguntó realmente angustiado.

– Sí... Simplemente estoy despedido. – El más bajo parecía realmente agotado.

– ¿Qué? ¿Por qué? – Evans lo miró confundido.

– Me he mareado tras el último número y no he podido salir a recibir los aplausos. Eso ha sido aprovechado por mi jefe para despedirme y darle el papel a mi sustituto. Ha sido antes de lo que esperaba. – El ojimiel se sentó en el sillón, totalmente agotado.

– El mareo... ¿Era como los de otras veces o diferente? – Evans puso su mano en la frente del otro como si quisiera ver su temperatura por si tenía fiebre.

– Estoy muy cansado y normalmente llego muy justo al final de la segunda representación los fines de semana. Tuve un desmayo un día pero fue en mi camerino. Sólo es una bajada de azúcar como las demás veces. – Anderson sonrió a su amigo para tranquilizarlo.

– Creo que es algo bueno, necesitas descansar. El trabajo te exigía demasiado físicamente hablando y no estás al cien por cien. – Sam dijo una vez se sentó a su lado y pasó su brazo por los hombros del otro.

– Necesito el dinero. Tener un bebé supone muchos gastos y... – Blaine intentó explicar pero el otro lo interrumpió.

– Yo tengo algo ahorrado, puedo ayudarte. Tus padres también van a ayudarte. No estás sólo en esto. – El rubio lo abrazó con fuerza. – Vamos a cenar.

Los dos se levantaron para ir a la cocina, dispuestos a olvidar todo lo ocurrido y a relajarse tranquilamente.

Sam llegó de trabajar y esperaba encontrarse a su mejor amigo en el salón o la cocina, pero no estaba ahí. Le extrañó porque su abrigo estaba en el armario de la entrada y sus llaves estaban colgadas en su lugar. Caminó despacio hasta la habitación de su amigo para llamar a la puerta. Escuchó la voz del otro, muy débil, permitiéndole el paso.

Una vez dentro, vio al moreno tapado y con la nariz roja. Entonces entendió que estaba enfermo, se acercó a la cama y puso su mano en la frente del otro. La notó húmeda y pronto entendió el motivo, tenía fiebre.

– ¿Te ha visto un médico? – El rubio preguntó.

– Rachel me acompañó ya que entraba más tarde al teatro. Es sólo una gripe, el problema es que no puedo tomar cualquier medicamento porque podría afectar al bebé. – La voz del ojimiel se notaba congestionada.

– Te prepararé una sopa caliente y luego un vaso de leche caliente con miel... ¿O prefieres un té con limón? – El más alto movió las sábanas y las mantas para taparlo mejor. Estaba realmente preocupado.

– Té.

Kurt miró su teléfono extrañado. Acababa de llegar a su apartamento cuando vio la identidad de la persona que le llamaba. De todas las personas posibles, él último que esperaba que lo llamara era él. ¿No debería estar contento de que se distanciara de Blaine para que estuvieran veinticuatro horas al día los siete días de la semana juntos?

– Hola Sam... ¿Qué puedo hacer por ti? – A pesar de su esfuerzo, sabía que no había sonado muy amable.

– Necesito que me guíes para hacer una sopa casera. Blaine tiene gripe y quiero atenderlo como se merece. – El rubio pidió y el castaño puso los ojos en blanco... ¿Podía ser más obvio? Jamás le confesó a Anderson que el motivo de su ruptura era Sam pero es que eran tan evidentes los dos. Para él siempre había sido duro pensar que si Evans saliera del armario, él perdería a su novio. Por eso lo dejó, mejor ser él quien tomara la decisión.

– ¿Por qué no la pides a un restaurante? – El ojiazul propuso.

– No, tengo que hacerla yo... ¿Me ayudarás?

Sam entró en la habitación con una bandeja en la que había un plato de la sopa que había hecho, un trozo de pan con mantequilla, una bebida isotónica para que recuperara sales minerales, un té caliente con limón y una naranja para Blaine. Había probado la sopa y, aunque no era la mejor del mundo, estaba buena y cumpliría perfectamente su función.

Puso la bandeja sobre las piernas del enfermo, que le sonrió en agradecimiento. El moreno cogió la cuchara y probó la sopa. El joven frunció el ceño porque no le sabía como las que se compraban en los restaurantes que había cerca de su apartamento.

– ¿Ha venido Kurt a hacerla? – El ojimiel preguntó extrañado.

– No... Pero es su receta, se la he pedido. – El rubio aclaró.

– ¿La has hecho tú? – El más bajo lo miró asombrado.

– Sí, tengo que aprender, pronto tendré que alimentar a un bebé cuando su papá no pueda. – El ojiverde dijo con una sonrisa.

– No tendrás que preocuparte por eso... Además, aun falta mucho para que el bebé coma comida como los adultos, antes tiene que nacer y alimentarse a base de biberones durante meses.

El resto de la cena fue más tranquilo, con Anderson disfrutando de los cuidados de su amigo. Poco después de terminar de cenar, se quedó dormido entre los brazos de Evans, que se sintió feliz de poder estar junto a su mejor amigo cuando más lo necesitaba.

No Pierdas La Esperanza (Blam - boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora