4. Conociendo a la diosa del amor

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CAPITULO 3. "Conociendo a la dios del Amor"

La siguiente semana Apolo había estado frecuentando a sus dos hijas, y aunque a veces lo veía en algunas comidas, nunca se le había vuelto aparecer personalmente a Adara, cosa que debía admitir que le molestaba un poco, porque veía como Joanna y Kaia habían caído ya ante los encantos del dios, y ambas estaban tan convencidas de que las iba elegir, claro ninguna hablaba con ella, pero había logrado escuchar algunas conversaciones de sus hijas con sus respectivas doncellas.

"Oh es tan guapo y varonil, pero tiene su parte dulce, la otra vez me cantó la canción más hermosa que han escuchado mis oídos, sobre una reina sola que fue obligada a casarse con un rey cruel al que nunca amó, y vive toda su vida sin conocer el amor... fue tan triste..." Escuchaba que le contaba Kaia a una de sus amigas con la voz totalmente conmovida.

"Ningún mortal se le pude comparar...obviamente que me va escoger a mí... no para de hacerme preguntas sobre mi vida, y también sobre mi familia, nunca había visto a un hombre tan interesado en conocer tan bien, cada aspecto de las personas más importantes de mi vida... solo estoy esperando cuando le haga saber su decisión a mis padres, me gustaría casarme en primavera..." le escuchó decir a Joanna mientras contaba como el dios la había llevado a ver después una obra de teatro, y escuchaba las risas de las doncellas.

Adara no podía evitar ver que el dios solo estaba jugando con las dos, y eso hacía que la enfurecía ¿Por qué no escogía a una de las dos y ya? Empezaba a entender el mal humor de su marido, y darle un poco la razón, lo que más quería es que el dios se fuera de sus vidas de una vez.

Estaba haciendo una de sus caminas matutina, por los bosques detrás del palacio, era parte de su rutina de ejercicios y al mismo tiempo le ayudaba para pensar un poco, ya que siempre subía hasta la cima de la colina, sus escolta la seguía a unos cuantos metros de distancia, así podía sentirse sola aunque no lo estuviera, pero esta vez mientras subía aquella colina en su camino ya conocido, vio algo que le llamó la atención, moverse a su izquierda, así que desvió su camino siguiendo aquella corazonada, no sabía explicarlo solo sabía que tenía que caminar hacía esa dirección, y mientras caminaba por las ramas se resbaló y cayó, no fue una gran caída pero se dio cuenta que no iba poder subir por donde cayó.

-¡Ayuda!- gritó con la esperanza de que alguien de su escolta la escuchara, y la ayudara a subir pero nadie contestó.

Miró a su alrededor buscando un lugar más fácil el cual subir, pero solo vio una cueza, otra vez esa corazonada así que entró a la cueva, se encontró con una mujer sentada en sobre una roca, de inmediato supo que no era una mujer sino que era una diosa porque expedía el mismo aura de poder que Apolo, iba ataviada con joyas y era muy hermosa, por un momento pensó que era Artemisa porque se le hizo que tenía un leve parecido al dios del sol, pero después se dio cuenta que obviamente no lo era porque no creía que aquella mujer se dedicará a la caza.

-Mi señora- fue lo primero que dijo para después hacerle una reverencia.

-No me digas así, me haces sentir vieja, me gustaría pensar que seremos buenas amigas, me puedes decir Afrodita.

No supo que decir, se encontraba en presencia de una de las deidades más peligrosa, a su parecer y también de las más volubles.

-¿A qué debo el honor, Afrodita?

-Que de repente tu vida se ha vuelto muy interesante, creéme después de la guerra de troya todo se volvió aburrido.

No podía creer que la diosa hablará de una de las guerras más sangrientas que tomó a cientos de vidas, con tanta ligereza, como si fuera un mero entretenimiento, siempre lo puso pero mientras más conocía los dioses más se daba cuenta lo insignificante que era los humanos para ellos, ¿esas eran las deidades que alababan?

La Indecisión del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora