14. Otro Jardín

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CAPITULO 14 "Otro Jardín"

Apolo la dejó en el palacio sin decir nada, y no como la última vez que se vieron cuando la abandonó en el bosque sino que eta vez la dejó en frente de la puerta de sus aposentos, aunque no fue grosero con ella parecía enojado o al menos pensativo, tal vez fue una mala idea hablar de Dafne con él, se sentía tan estúpida ¿Poque lo había intentando besar cuando le acaba de contar algo que obviamente le dolía?

Y para empezar ¿Por qué lo había intentado besar? Se preguntaba una Adara bastante confundida, queriendo convencerse de que aquel beso solo sucedió por el embriagante ambiente que la rodeaba esa noche, en el jardín más bello que había visto, mientras solo los alumbraba la luz de las estrellas, el dios hablando de una manera tan triste y al mismo tiempo dulce de un amor perdido, estaba segura de que si hubiera sucedido en otro jardín a plena luz del día frente a un árbol cualquiera no hubiera sucedido eso, porque ella no era así jamás le había sido infiel a su esposo y mucho menos le haría algo así a sus hijas, con esos pensamientos se fue a dormir.

Pero al día siguiente estaba convencida de que Afrodita le había mentido, estaba convencida que sí había convencido a Eros para que le lanzara alguna de sus flechas, porque solo así podía explicar sus imprudencias, había soñado con el dios y lo primero que pensó al despertarse era él, preguntándose como se sentiría besar un dios, no podía despegar su mente de Apolo, del recuerdo de sus manos cálidas tomándola de la cintura para que no cayera, su cercanía, sus labios... Estaba segura de que Afrodita le había hecho algo y necesitaba romper esa maldición en cuanto antes.

Cuando fue a desayunar se dio cuenta con sorpresa que era la única que faltaba, vio a sus hijos sentados en sus lugares habituales y también vio a Darién el hijo que había declarado como legítimo Heralto, había olvidado que ahora también sería como parte de su familia, sus dos hijas le lanzaron una mirada de compasión al mismo tiempo apoyo, mientras que Alejandro parecía totalmente dudoso, y podía ver miles de preguntas pasar por su rostro.

-Les presento a Darién su hermano, su padre lo declaró hijo legítimo así y ahora es parte de la familia, espero que lo traten así- respondió mientras sentía la mirada de Heralto sobre ella, asintió aprobando lo que había dicho.

Sus hijos no dijeron nada el desayuno sucedió de una manera tan incomoda que Adara se le quitó el hambre, vio que tampoco Alejandro comía mucho, parecía triste se preguntaba ¿si empezaba a sospechar que Heralto no era su padre? Sintió un miedo voraz, al pensar que tarde o temprano tendría que ser sincera con su hijo menor. Sabía que esa mañana sería comidilla para los sirvientes, y en la tarde el chisme ya se habría extendido para el reino.

Cuando terminó de comer estaba a punto de retirarse se dio cuenta que sus hijas la esperaron, cuando las encontró de pie Joanna la pregunto:

-¿Vas permitir eso, mamá? Que padre te humille de esa manera, ¿y aceptar a su hijo bastardo en la mesa?

-Darién no tiene la culpa de las cosas que hace tu padre, no puedo desquitarme con un niño que todavía no cumple los cinco años.

-Te deja ver mal, muy mal, todo el mundo se burlaran de ti.

-Lo sé, pero no puedo hacer nada, más que aceptarlo con dignidad, si la gente se da cuenta que te afecta solo van a molestar más con eso, deberías aprenderlo si planeas casarte con un dios la gente va hablar muchas cosas de ti, y muchas de esas cosas no te van a gustar.

-No lo puedes aceptar madre, tu siempre has sido bastante permisiva con papá, y sé que lo quieres pero a veces parece que no y...

-Tengo unas audiencias pronto, no quiero llegar tarde sería de pésima educación, hablaremos de eso después.

Esquivó a sus hijas sin querer decir nada, no quería romperles la ilusión de que estaba enamorada de Heralto pero tampoco podía mentirles a la cara, así que prefería evitar hablar del rey.

Cuando terminaron las audiencias estaba enfadada de estar encerrada en aquellas habitaciones así que decidió ir al laberinto del jardín real, a despejarse un rato, conocía a la perfección ese laberinto y nunca podría perderse, mientras caminaba por los matorrales, llegó al corazón del laberinto se encontró con Apolo sentado en una banca, este la saludo con una leve inclinación de cabeza, parecía el mismo de siempre no como ayer que parecía triste y estaba bastante evasivo.

-¿Q-que haces aquí?- preguntó intentado no verse nerviosa de una manera muy mala.

-No se preocupe, su majestad, no estoy aquí por ti, Joanna me llevó hasta aquí.

-¿Joanna? ¿Ella esta...- de inmediato la buscó a sus alrededores, pero no la vio.

-Me dejó aquí, dijo que quería enseñarme algo y que debía esperarla aquí, ya tardó un rato tal vez se perdió esta muy enredoso este laberinto.

Se relajó al saber que su hija no estaba, pero al mismo tiempo sintió la urgencia de irse no quería que ella los encontrará juntos.

-Entonces será mejor que me vaya no quisiera interrumpir su cita, espero que no hagan nada inadecuado casi no hay guardias por estos lugares y sería muy fácil...

-Jamás mancillaría el honor de sus hijas, eso se lo prometo, le tengo mucho respeto a usted.

Podría haber dicho "a sus hijas" pero había dicho a ella, como si solo le importará la opinión de ella o no perder su amistad, y como si todo lo demás le diera igual.

-Me voy.

-Espera, parece que tienes una pregunta, házmela, siéntate aquí a mi lado.

Estaba a punto de negarse e irse pero sintió como sus piernas la traicionaban y caminaba hacia la banca de piedra donde estaba sentado el dios, se sentó el borde se giró ligermente para mirar al dios.

-Hace un bonito día ¿no?- preguntó aún nerviosa mirando a su alrededor y escuchando los pájaros cantar.

-No creo que lo querías preguntarme fuera mi opinión sobre el día, lanza tu pregunta.

Miró hacía sus manos no quería mirar a Apolo a los ojos y luego soltó:

-¿cómo te sentiste cuando Eros te flechó?- preguntó negándose a mirar la expresión del dios.

-Yo siempre he sido de sentimentos intensos, creo que ustedes los humanos lo saben mejor que nadie.

Asintió recordando todas las historias sobre el dios que había escuchando y también las epidemias que surgían probablemente provocados por un arrebato de ira del dios.

-Así que cuando fui flechado me sentía enfermo, y la única que podía aliviarlo era ver con Dafne, hablar con ella, verla sonreír, la quería conmigo necesita abrazarla, besarla, escuchar su sonrisa, a pesar de que soy inmortal sentí que si no estaba con ella moriría.

-Suena drástico.

-No para todos es así, al menos es lo que tengo entendido. ¿porque preguntas eso?

-Yo... Sentía curiosidad y...- sintió como Apolo ponía su dedo debajo de su barbilla haciendo que levantara la cabeza.

-¿solo era curiosidad?

Se miraron a los ojos, veía una chispa en ellos, parecía victorioso, quería borrar aquella mirada de triunfo de sus ojos.

-Sí, solo eso.

-La otra noche...

-No sé que me pasó- se adelantó ella antes de que pudiera terminar- pero agradezco que lo hayas detenido hubiera sido un grave error, irreparable y totalmente inadecuado.

-No te detuve por eso, fue porque no sentía que frente al árbol de Dafne fuera un buen lugar para besarnos.

-Ningun lugar es buen lugar para eso, estoy casada.

-Pero a hora estamos en otro lugar, es otro jardín y en frente de otro árbol.

Estaba a punto de volver a recordarle que estaba casada y además que se suponía que estaba en una cita con su hija, pero antes de poder decir algo sintió los labios de Apolo sobre los suyos borrando sus palabras de su boca y de su mente, y besar al dios fue exactamente como pensó que sentiría, fue exactamente lo que espero y todavía más.

Gracias por leer

La Indecisión del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora