47. Amenazas

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CAPITULO 47

Apolo estaba enseñado a utilizar el carro con el que dirigía el sol, o al menos una réplica porque lo otro era demasiado peligroso podía provocar un catastrofe en la tierra ya que era pésima para dirigir los corceles que tiraban el carro.

-¡Espera Ada no de las vuelta tan...

Pero fue demasiado tarde el carro ya se había volteado y ambos habían salido disparados, si fueran mortales aquello hbiera sido trágico pero como inmortales apenas se llevaron algunos raspones, aunque Apolo fue el que se llevó los peores golpes.

-Lo siento Apolo, creo que no le caigo bien a tus corceles de fuego- respondió Adara poniendose encima de él, su cabello se había suelto y se había ensuciado de tierra tenía un aspecto algo salvaje sintió las manos de ella recaer sobre sus hombros.

-Sí, creo que suspedere las lecciones por el día de hoy, Ada.

Ojala pudiera quedarse en esos momentos para siempre.

Adara no entendía el empeño de Apolo por enseñarla a conducir su carro, al principio creyó que era para entretenerse en esa pequeña isla donde estaba atrapada desde hace meses, pero la insistencia de su esposo a pesar de sus fracasos por seguirle enseñarle eran bastante, ¿tendría que ver con la profecía? No le había contado de que se trataba pero parecía que los involucraba a los dos, antes de empezar a preguntarle notó algo dorado sobre la mejilla de Apolo, así que con curiosidad lo limpió.

-¿Qué es estó?

-Licor, estás sangrando.- al ver que ella lo miraba con confusión le dijo.- nuestra sangre es dorada ¿recuerdas?

-Oh, sí claro, sigue siendo raro, desde que me había hecho inmortal no había visto el color de mi sangre- entonces se quitó de encima de Apolo se sentó a un lado se quedó observando su sangre con el ceño fruncido como si fuera la cosa más rara del mundo, la herida pronto se le curó.

-No es raro, creo que naciste para ser una diosa- le susurró al oído empezando a besarle el cuello.- la mas hermosas de todas, aunque no le digas Afrodita es bastante temperamental.

-¿Solo puedes pensar en eso verdad?- preguntó conn voz burlona al sentir sus brazos rodearla.

-Tú fuiste la que te pusisite encima de mi primero, querida.

-Tienes suerte de ser irresistible.- le dijo Adara mientras cedía ante los deseos de Apolo.

Mientras tanto el dios no podía dejar que estaba en el mejor momento de su vida, tenía todo controlado a la perfección, estaba atrasando la profecía, tenía a la mujer de sus sueños, la tenía apartado de todos el drama de los dioses, y le cumplía su palabra Adara de informarle lo que sucedía con sus hijos, podía vivir por siglos así.

...

-Artemisa mi hermanita ¿me has venido a visitar?

-No creas que no sé lo que haces en nuestra isla, tener encerrada a tu esposa ¿en serio hermano? ¿tan bajo has caído? Pensé que eras mejor que eso.

-La estoy protegiendo.

-No por supuesto que no, sabes que todo el consejo se pondría a tu favor ¿cuanto tiempo pasará antes de que Adara empiece a sospechar de ti? Creeme en unos meses más empezara a desesperarse, entonces tendrás que dejarla ir, y estará furiosa contigo, pensé que la amabas.

-Y lo hago, yo la amo, más de lo que puedes imaginar.

-No has aprendido nada.

Artemisa lo miraba indignada, parecía dispuesta a querer clavarle una de sus flechas.

-Además que te interesa a tí, tu solo proteges a las doncellas, y creeme que Adara no lo es.

-Eres desagradable, me interesa hermano, porque la has hecho parte de esta familia, y porque cualquier persona a la que te has enamorado lo compadezco. Terminaré con tus mentiras de una vez, le diré la verdad.

Sintió un fuerte enojo hacía su melliza, hace poco que no tenía una discusión con Artemisa, se puso en frente de ella bloqueandole el paso, pudo escuchar sus dos cazadoras con las que venía acompañada que se ponían en pocisiones de pelea.

-No te atreveras.

-Dejenme yo puedo sola contra mi hermano.

Ambos mellizos se miraron dorado contra plateado.

-Nunca me he metido con tus cazadoras hermana porque te respeto, pero te juro que sí interfieres, si le dices algo a mi esposa, las mataré, a todas y cada una de ellas.

-¡No te atreverías!

-Pueden ser buenas guerreras pero siguen pudiendo morir, y lo lamentaría porque un par me caen bien, pero no tendré piedad.- sus ojos dorados brillaban con fuerza.

-Y yo te haría pedacitos si haces algo así.- también resplandecieron sus ojos.

-Artemisa si estoy reteniendo Adara, es poque hay una profecía peligrosa, no solo me condena a mi, empieza conmigo, pero puede terminar con la era de los dioses ¿quieres que suceda eso pronto?

-¿Qué dices? ¿tu oraculo te dió una profecía?

-No solo me dijo la profecía, he tenido sueños profeticos, empieza con Adara, luego conmigo, pero afecta a todos.

-Debes contarselo a padre.

-¿Y arriesgar ha que se quiera deshacer del problema? Tú dices que proteges Adara, pero sabes que si Zeus la considera una amenaza la lanzará el tartaro, lleva menos de un año siendo inmortal, ¿en serio crees que lo merezca o que soporte algo así? Y de todos modos aunque la lancé al tartaro eso no evitará que la profecía se cumpla, es por su bien, te lo juro que es por su bien.

-No finjas que no te estas beneficiando de todo esto.

-Lo estoy haciendo, pero eso no significa que no la quiera proteger.

...

Adara estaba terminando de hacer una ilusión, una replica exacta de la sala de las musas, parecía tan real que Apolo no podía creer que todo fuera falso.

-Me alegra que mejores en el uso de tus habilidades.

-Es lo único que he podido hacer, eso y hablar con tu madre.

-Sí, está un poco vacía esta isla, te traere algo de mi ganado.

-No me interesan tus vacas.

-¡Pero si son geniales!

-¿Y porque no me traes a tus musas? Me estaba empezando a llevar bien con ellas, antes de que sucediera lo de Zeus, puedo hacerme cargo de ellas, desde aquí, además psas todo tu tiempo aquí, tienes que dedicarle tiempo a tus artes.

Apolo pasó saliva, llevar a otros dioses significaba que Adara podía enterarse de que no había convocado a la asamblea de los dioses.

-No las necesito, las pobrecitas han perdido su trabajo.

-¿Como?

-Desde que llegaste ya no necesito de nueve musas para inspirarme, ahora solo necesito una, tu me inspiras absolutamente a todo, Adara, creo que la humanidad va entrar a una epoca dorada en cuestión de arte.

-¿Y que hacen ahora?

-Dembulan por mi palacio como almas en pena, te van a deprimir.

La reina asintió pero no pareció satisfecha, parecía que le costaba lo que estaba a punto de decir pero al final dijo:

-Apolo quiero salir de aquí, creo que puedo engañar a Zeus.

-Adara.

-Quiero salir, necesito por lo menos estar afuera un día, creo que por un día puedo engañarlo, no te estoy preguntando, solo te estoy avisando.

Gracias por leer

La Indecisión del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora