32. Eros

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CAPITULO 32. "Eros"

-Alejandro debes estar listo, debemos ir recibir al prometido de tu hermana.

-No quiero ir.

Desde que su hijo había estado al borde la muerte se había vuelto más serio, y más desconfiado como si en el fondo supiera que gue el hombre que llamó padre quién fue responsable de aquel accidente, Adara lo comprendía pero le dolía ya que solo era un niño que se diera cuenta que el hombre que había llamado padre toda su vida lo quisiera ver muerto era duro y parecía que hubiera madurado varios años en unas pocas semanas.

-Debe estar ahí, toda la familia debe estar ahí, ¿que estábas haciendo?

-Estaba pintando- parecía avergonzado.

-Pero sí es genial no debes sentirte avergonzado por eso.

-No quiero volver a salir a cazar- confesó con la cabeza baja.

-Entonces no tendrás que hacerlo, nadie te obligara eres el principe.

-Mi padre se sentiría descepcionado si se da cuenta que prefiero pintar a cazar, quiero hacerlo sentir orgulloso.

-Tu padre- dijo refiriendose a Apolo- le enorgullecería por algo tiene tantos talentos, el arco es solo uno más de ellos, y debo decir que es el menos interesante de todos.

-No sé si quiero que él sea mi padre.

Antes de que Adara pudiera responder a eso un sirviente entró después de hacerle una reverencía y le informó:

-Su alteza, me mando el rey que no debe hacer esperar a los invitados.

-En un momento iremos.

...

Cuando llegó ya la estaban esperando se sorprendió que Heralto se pusiera de pie cuando entró a la habitación hace tiempo que no lo hacía, y mucho más cuando le ofreció la mano cuando estaba subiendo los escalones, la aceptó todavía recordaba que debía guardar las apariencias, el prometido de Joanna no era demasiado espectacular pero por lo menos heredaría un reino, podía ver como su hija mayor parecía estar completamente descepcionada, y lo que más quería la reina es cancelar ese compromiso no quería casar a ninguna de sus hijas con personas que no quisieran, pero aquella unión la había bendecido Hera, y no podía darle la contraria a la diosa sin esperar que no hubiera un castigo ejemplar.

-¿Quieres bailar, esposa?- le preguntó Heralto con una sonrisa coqueta mientras le extendía la mano.

-No, me siento indispuesta para bailar- le contestó con la mayor educación que podía mientras seguía hablando con su hermana.

-Entonces me quedaré contigo. - se sentó a su lado sin decir nada.

Adara intento hablar con Jenara como si no pasara nada pero veía como Heralto parecía estar muy pendiente a su conversación y la hizo sentir incomoda, Adara no entendía porque Heralto no se iba, ese era el omento en que se podía liberar se iba a platicar con algún invitados, y la ignoraba toda la fiesta o al menos así había sido los últimos diez años.

-Me alegra ver que te ha quedado a la perfección el vestido que te regalé.- le comentó cuando Jenara se distrajo con un invitado.

-¿El vestido que...?- preguntó sorprendida.

Esa mañana había encontrado aquel vestido sobre su cama después de volver del paseo, como Apolo le solía dejar regalos pensó que había sido un detalle el dios, si hubiera sabido que era un regalo de Heralto jamás se lo hubiera puesto.

-Te queda a la perfección incluso tu piel parece resplandecer, al verte con el puesto supe que no estabas más enojada conmigo, todos los problemas que hemos tenido, estoy dispuestos a dejarlos a un lado, olvidarlos, por tí.

La Indecisión del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora