24. Mancillar

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CAPITULO 24 "Mancillar"

Adara despertó en el suelo del jardín, vio varias flores y maleza en el suelo podía recordar sus alientos mezclándose, las caricias de Apolo, sus tacto cálido, y se sonrojo bastante sinceramente hace años se había reusado a que no volvería a sentir ese tipo de deseo físico en la vida, se acomodó bien el vestido ya que lo tenía absolutamente hecho un desastre, buscó a Apolo lo encontró unos cuantos metros atrás, entonces palideció por la imagen que vio, estaba de pie en frente del árbol de Dafne, parecía como si estuviera rezando, pero en realidad tenía los ojos llorosos, se acordó la última vez que había estado ahí, ni siquiera se había atrevido a besarla, no podía imaginar ahora lo que estaba pasando por la mente del dios después de la otra noche.

-¿Apolo?- preguntó mientras ponía una mano en su hombro.

-Le fallé, fallé a mi promesa, mancillé su recuerdo.- parecía estar en una especie de trance.

-¿Cómo vas a fallarle si ni siquiera...

"Ella ni siquiera fueron algo cuando estaba viva" quiso decirle mientras sentía algo dentro de ella arder, estaba enojada y no podía creer que estuviera celosa de un árbol.

-¿Ni siquiera que Adara?- le preguntó con un tono retador, sabiendo exactamente lo que quería decir.

-Yo le fallé a Heralto, al menos lo que tuvimos fue real, yo lo traicioné en cambio tú y Daphne jamás fueron nada tu no has traicionado a nadie, si Eros no te hubiera disparado esa flecha no te hubieras fijado en ella.

-No entiendes, no entiendes nada.- negó con la cabeza- Ahora déjame solo, Adara.

Adara se fue sin decir nada, siguiendo el rastro de ninfas y sátiros buscando al dios que había provocado todo esto, lo encontró profundamente dormido, entonces sin ningún miramiento le lanzó el contenido de la copa de vino en el rostro para despertarlo.

-Por el mismísimo Zeus, ¿Qué te sucede?- preguntó un sobresalto Dionisio.

-Tú hiciste esto, pero... ¿Cómo? No tomamos nada.

Dionisio sonrió, se acercó a ella le quitó con delicadeza una hoja que tenía en el cabello.

-¿Se divirtieron? Yo creo que sí.

-¿Cómo lo hiciste?- preguntó con el mismo tono seco.

-Soy el dios del vino, de la locura y éxtasis, mi simple presencia basta para cambiar el comportamiento de los seres a mi alrededor sobre todo cuando me estoy divirtiendo me gusta que los demás lo pasen bien, hubieras conocido mis ménades antes de que fuera dios, eran las ninfas más aburridas del todo el olimpo.

-Apolo tenía razón eres como los demás dioses, eres un monstruo, pensé que serías diferente a ellos porque fuiste mortal pero eres exactamente igual a ellos, en serio me has decepcionado.- le espetó antes tendría miedo de hablarle a una deidad así pero ahora lo que sentía era completa furia, los dioses seguían tratándola como una mascota haciendo con ella lo que se les diera la gana, y se estaba comenzando a cansar.

-Ten cuidado con tus palabras reina Adara yo no soy Apolo, no estoy enamorado de ti, no tengo miedo hacerte daño o a maldecirte.- respondió mientras se enderezaba sobre su asiento, su posición cómoda y despreocupada había cambiado.

-Sí me haces algo solo comprobaras que tengo razón eres igual a ellos.

-No me interesa, yo sé que no lo soy.

-Vete de aquí, vete de este palacio no eres bienvenido.- le espetó con bastante autoridad, Dionisio no pudo evitar pensar por unos segundos que parecía tener más autoridad que la mismísima Hera, casi parecía un ser inmortal pero parpadeo de nuevo solo era una humana, acostumbrada a dar ordenes pero humana, se quedó mirándola.- ¿Quiénes son tus padres?- aquel poder que emanó durante unos segundos no podía salir de una simple mortal, debía ser una semidiosa aunque antes no había notado la sangre divina en ella, tal vez un dios secundario.

La Indecisión del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora