9. Fuera de Control

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CAPITULO 9 "Fuera de Control"

Se sentía bastante extraña, todo aquello era muy raro, no sabía muy bien que debía hacer ahora ¿cómo debía actuar? Si era correcto lo que estaba sucediendo ahora con sus hijas, porque era extraño que el padre de uno de sus hijos ahora buscara matrimonio con una de sus hijas, sonaba tan incorrecto, tan inmoral. ¿Y que le iba decir a Alejandro? Algún día tendría que decirle la verdad de su origen, ¿Cómo se lo diría? ¿Cómo iba reaccionar al saber que el que pensó que era su padre por tantos años no era? ¿Cuándo se lo diría?

¿Qué había hecho? ¿Por qué le pidió la verdad? ¿Por qué no podía regresar aquel momento en el que no sabía nada? Parecía que era mejor, quería desaparecer de la tierra, y otra cosa que odiaba es que Heralto hubiera tenido razón. Y odiaba a Afrodita porque ahora le era muy difícil lidiar con sus sentimientos, y odiaba Apolo por ser él, por mostrar aquella faceta tan amable con ella y sentir que le importaba, aunque probablemente no era nada para el dios y este solo se estaba divirtiendo un rato con ella y su familia. En realidad, odiaba a todos los dioses, por tratar a los humanos como si fueran sus juguetes, al parecer ahora se había vuelto el juguete favorito de ellos.

Estaba caminando por los pasillos desde luego ese era el peor cumpleaños que había pasado, quería salir corriendo de ahí, solo quería...

-¿Ada? ¿Qué haces? ¿Qué tienes?- se encontró cara a cara con Jenara, que la miraba con un gesto preocupado.

-Yo... yo... no sé que estoy haciendo...- preguntó con la voz entrecortada.

Su hermana se acercó lentamente a ella como si se tratara de un animalito del bosque asustada, y la tomó del brazo, al pareció algo le preocupó porque su rostro de preocupación se agravó, puso una mano en su frente y le dijo:

-Estás ardiendo en fiebre, Ada.

No pudo contestar algo más porque todo se desvaneció. Cuando despertó se encontraba en su cama, mientras su hermana le daba un té que sabía horrible, se sentía bastante débil y tenía un poco de frío.

-Toma.- murmuró Jenara.

-¿Qué pasó?- preguntó intentando incorporarse pero sentía bastante débil para eso.

-Al parecer recaíste en tu enfermedad, has estado muy enferma, por todos los dioses por un momento pensé que te perderíamos.

-¿Cuánto tiempo he estado aquí?

-Unos días, delirabas, tienes suerte de que di la orden que solo podíamos verte yo y el doctor, porque murmurabas cosas, raras...

-¿Cómo que cosas?- preguntó mordiéndose el labio preocupada.

-Llamaba a Apolo, lo llamaste muchas veces- respondió ella mientras le limpiaba el rostro con un trapo mojado.

-No necesito eso, me siento mejor.

-Los rumores son cierto ¿no? Sabes que me puedes contar lo que sea, nunca revelaría tus secretos, eres mi hermana favorita.

-Son ciertos, pero no es como te imaginas yo... no tenemos nada, fue solo para cumplir el capricho de Heralto de tener un heredero.

Jenara fue buena con ella en no mostrar ninguna emoción tras esa afirmación, pero era obvio que se estaba conteniendo y que tenía muchas preguntas, pero lo único que se limitó a decir fue:

-Deberías esperarte a que Alejandro alcancé la mayoría de edad para decirle la verdad, creo que es lo mejor.

-¿Y crees que debería permitir que se casará con Joanna o Kaia?

-No, creo que no es correcto que lo haga, pero no importa porque cuando un dios quiere algo es imposible oponerse a ello, tú lo sabes, yo lo sé, lo siento tanto Ada- dojo mientras le lanzaba una mirada triste.- Mañana me voy, ya estuve varios días fuera de mi reino.

-Gracias por todo, Jen.

...

Cuando se sintió con más fuerza volvió hacer su rutina de ejercicio en el bosque, aunque ya no se sentía tan segura de todo aquello tenía miedo de que nuevo se le apareciera algún dios a jugar con ella, afortunadamente nadie se apareció, también llamaba a Apolo silenciosamente, en sus plegarias, en sus caminatas a solas e incluso cuando estaba en sus aposentos, pero el dios no se presentaba se preguntaba ¿si se había enojado con ella por su reacción?

Y ni siquiera ella misma sabía porque lo buscaba, solo sabía que quería verlo de nuevo, necesitaba verlo de nuevo, un día de esos invitó a dar un paseo a sus hijas por el reino, y cuando tuvieron un espacio para hablar después de entablar una charla algo banal, al final sacó el tema que le interesaba:

-¿Cómo van con Apolo? Lo han visto últimamente.

-No tanto como quisiera mamá- se sinceró Kaia.

-Pues yo sí, hace poco fuimos a un viñedo- respondió Joanna con una sonrisa de autentica confianza.

-¿De que hablaron?

-De vacas.

-¿Vacas?- preguntó extrañada pensando que su hija le estaba sentando una broma.

-Sí sus vacas sagradas.- puso los ojos en blanco era obvio que le molestaba un poco admitir que la charla más extensa que había tenido con el dios era sobre su rebaño.- Sobre de que se alimentan, y como se cuidan y...

Kaia soltó una risa burlona.' En cambio, Adara se sintió más tranquila, si Apolo tuviera interés en alguna de sus hijas no hablaría de vacas, pero después se sintió culpable por aquel pensamiento, ¿Por qué debía aliviarse de eso? ¿Por qué se sentía tan bien al saber que sus hijas no eran del interés del dios? Era una persona horrible.

-Al menos hablamos de algo, y me busca, ¿de que hablan ustedes?

Kaia no supo que contestar.

-Es lo que pensé.

-Basta, no debí preguntar, no me gusta que últimamente discutan tanto.

-Mamá ¿Por qué se ha tardado tanto en elegir?

-No sé.

-Ya no puedo más, a veces quisiera que solo eligiera una y ya- murmuró Kaia de mal humor.

...

Cuando Adara terminó una audiencia se acercó a una ventana para captar un poco de sol, ya que el invierno comenzaba y empezaba a hacer frío, varias personas pasaron a lado de ella haciéndole una leve reverencia antes de retirarse, y cuando por fin todos salieron se quedó unos minutos más disfrutando aquel leve calor que le proporcionaba el dios.

Cerró los ojos, comenzó a sentir como si aquel rayo de sol tuviera manos, como si sus manos acariciaran sus brazos, sus hombros, sus piernas, dándole calor dándole el calor que necesitaba, y también sentía cierto placer en aquellas caricias hace años que no se sentía así, muchos años, entonces sintió aquellas manos subir sobre sus piernas, hasta sus muslos y...

-Su majestad.

Se sobresaltó abriendo mucho los ojos sorprendiendo de no encontrarse nadie a su alrededor más que una ayudante de cocina, por unos segundos había sentido de verdad que unas manos la acariciaban, se apartó de la ventana y se fue hacía la sombra huyendo de aquel rayo de sol.

-¿Q-que sucede?- preguntó sintiendo un leve rubor subir por sus cuello a sus mejillas.

-¿qué es lo que quiere que sirvamos para la cena de hoy? Me mandaron de cocina.

Miró a la chica intentando descifrar su expresión, para saber si había visto algo o mejor dicho al alguien, pero la muchacha no parecía en absoluto consternada, avergonzada o extrañada, así que llegó a la conclusión de que no vió a nadie ni nada.

-Sí, eee... todavía no sé... dame unos diez minutos y vuelve a buscarme para preguntarme.

En ese momento en lo que menos podía pensar era en comida y menús para la cena.

-Si, claro, majestad- murmuró la chica haciéndole una reverencia para después irse.

Lo único que sabía Adara es que todo se estaba saliendo de control, y que necesitaba ponerle límites a Apolo.

Gracias por leer

La Indecisión del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora