10. Un experimento sin futuro

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Alrededor de las dos de la tarde, después de haber pasado la mañana entera en la cama de Leticia, Astrid se pone de pie y comienza a recolectar su ropa.

—Ya tengo que irme —dice, sin convicción—. Necesito preparar el material para mis citas de mañana.

—¿Cuándo volvemos a vernos? —pregunta Leticia, paseándose desnuda por su sala, ayudándole a recoger las piezas de ropa que están regadas en el piso.

—¿Quieres ir a cenar el miércoles? —propone Astrid.

—¿Nos vemos en algún lado?

—Mejor paso por ti —dice Astrid.

Leticia la besa, aprovechando la ocasión para apoyar su cuerpo desnudo contra el suyo, que está a medio vestir. Astrid suspira, la rodea con sus brazos.

—¿A las ocho? —pregunta Leticia entre besos.

—Aquí estaré.

El miércoles, después de cenar, se van nuevamente a casa de Leticia y pasan el resto de la noche en la cama, recorriéndose el cuerpo de ida y vuelta.

—¿Quieres ir al cine mañana en la noche? —pregunta Astrid entre besos, el jueves por la mañana.

—¿Te veo en la Gran Plaza? —propone Leticia—. Me queda cerca de la oficina.

—Ahí te veo.

El viernes, Astrid llega puntual a los cines de la Gran Plaza y descubre, con gusto, que Leticia ya está ahí.

—Hola —dice Leticia, plantando un beso en su mejilla.

—Hola —Astrid corresponde el beso—. Estás guapísima.

—Gracias —Leticia sonríe, sonrojándose—. ¿Qué película vamos a ver? —pregunta, volteando hacia la cartelera.

La delgada línea roja —responde Astrid.

Leticia hace una mueca.

—¿Ajá? —Astrid intenta leer su rostro, pero no lo logra.

—Las películas bélicas no son lo mío —Leticia se muerde el labio.

—Si quieres, vemos otra cosa —propone Astrid. Pasando la vista por el resto de las opciones.

—No, está bien —responde la chica—. Ve por los boletos, y yo voy por las palomitas.

—¿Segura? —insiste Astrid.

Leticia asiente con alegría, se da media vuelta y se dirige a la dulcería.

Unos minutos más tarde, ya con los boletos en la mano, Astrid va en busca de su cita. Ella le sonríe coquetamente. Astrid disfruta mucho que Leticia no tenga problema con darle demostraciones sutiles de afecto en público.

La noche que la conoció, las miradas y los coqueteos habían sido bastante mesurados, así que Astrid había asumido que Leticia estaba tan dentro del clóset, que casi podía llegar a Narnia. Ahora, su teoría deambula por otros rumbos: quizás en la fiesta había gente que no sabe sobre su orientación sexual y por eso tuvo que guardar las apariencias, mientras que en su día a día, es un poco más libre.

Mientras conversan, sus brazos se rozan ligeramente. Astrid se siente cómoda, contenta, pero le hace falta algo, y aunque no sabe qué es, comienza a intuir la presencia de una barrera que las mantiene bastante lejanas la una de la otra; una barrera que Astrid está construyendo sin saber exactamente por qué.

Los años son más cortos en MercurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora