Astrid pasa un par de horas intercambiando miradas encriptadas con la anfitriona de la fiesta y lanzándole sonrisas coquetas bastante disimuladas. Sin embargo, cada vez que Leticia intenta acercarse para platicar con ella y Bernardo, alguno de sus invitados exige su atención.
—Lo acepto, este no fue el mejor escenario para presentarlas —admite su amigo, suspirando con cierto desgane cuando la noche ya está bien entrada y es hora de que Astrid se marche.
—No te preocupes —responde ella, guiñándole un ojo—. Ahora mismo lo arreglamos.
Astrid entra a la casa, sorteando a varios grupos de invitados. Se dirige a la cocina y atraviesa las puertas abatibles de madera que la separan del comedor. Leticia está preparando unas bebidas.
—Vine a despedirme —dice—. Mañana viajo a Cancún, así que no puedo quedarme más tiempo.
—¿Cuándo regresas? —pregunta la chica, con la actitud tranquila de alguien que conoce muy bien los tejemanejes de un trabajo como el suyo.
—En dos semanas. ¿Puedo llamarte cuando regrese?
Dos de los invitados de Leticia atraviesan las puertas abatibles para entrar a la cocina.
—¿Leti, tienes más hielo? —pregunta uno de ellos.
—En esa nevera —responde Leticia, señalando con una mano, mientras que con la otra, saca un pedazo de papel del bolsillo frontal de sus pantalones de mezclilla y se lo entrega a Astrid.
Astrid sonríe, abre el papelito disimuladamente y encuentra: primero, el nombre de Leticia; debajo, su número telefónico; y más abajo, una sola palabra: «Llámame», acompañada de una carita sonriente.
Astrid guarda el pedacito de papel, asiente y sonríe. Leticia mira a sus amigos, quienes ya llenaron sus respectivos vasos con hielos, y espera a que se retiren de la cocina.
—¿Nos vemos en dos semanas? —pregunta, mirando a Astrid.
—Te llamo apenas llegue —responde ella, guiñándole un ojo.
Astrid se acerca para darle un beso en la mejilla.
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Las siguientes dos semanas, mientras está en Cancún, Astrid se descubre pensando en Leticia con bastante más frecuencia de lo que hubiera esperado; en sus sonrisas disimuladas, en sus miradas coquetas, en el papelito que le había entregado. Aunque no cruzó más de dos frases completas con ella, siente unas ganas casi incontrolables de volver a verla.
Por primera vez en meses, le comen las ansias por regresar a Mérida, e incluso los malos tratos de Ramón le pasan sin pena ni gloria cuando su mente recuerda la sonrisa de esa chica.
Cada vez que el recuerdo de la mirada de Leticia regresa a su mente, cuando se encuentra en la oficina, Astrid mete la mano en su cajón, saca el pedazo de papel y repasa su número telefónico. Mira la carita sonriente y sonríe también.
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—¿Nuevo interés romántico en puerta? —pregunta Toni una mañana de domingo, mientras se toman el brunch en el club con una compañera de Astrid y la señora Olivares, la esposa de uno de los ejecutivos de nivel medio de la farmacéutica.
Astrid, que se había desconectado de la conversación mientras Perla, su compañera del área de Recursos Humanos, hablaba, regresa los pies a la Tierra en un santiamén.
—¿Por qué la pregunta? —Astrid bebe un sorbo de su jugo de naranja mientras hace un poco de tiempo para pensar en qué decir, porque ahora tiene las miradas de las tres mujeres sobre ella.
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Los años son más cortos en Mercurio
Literatura Feminina(LGBT+) La vida de Astrid está llena de contrastes: le encanta su trabajo, pero no soporta la idea de sentirse estancada como consecuencia de las trabas que su jefe le pone constantemente; tiene un grupo de amigos a los que considera su verdadera fa...