23. Como si no hubiera mañana

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20 de diciembre del 2000

Son poco menos de las cuatro de la tarde cuando Astrid, por fin, termina de redactar el último reporte que su departamento tiene que entregar al área de finanzas, como parte del cierre de inventario del año. Pero en lugar de enviarlo por correo electrónico, como hacen los otros departamentos, Astrid guarda el archivo en un disquete, se pone de pie y se lo lleva consigo, junto con una caja rectangular, delgada, envuelta en papel de regalo.

Mientras recorre los pasillos del área de finanzas con paso seguro hacia el cubículo de Ximena, se gana varias miradas inquisitivas por parte de los contadores, contralores y analistas.

Dos golpecitos en el borde del cubículo de su compañera, bastan para ganarse el suspiro de fastidio que precede la pregunta:

—¿Ahora, qué? —La mujer se da vuelta, regalándole una mirada asesina que se suaviza al instante de chocar contra la sonrisa de Astrid.

Astrid tiene el disquete en la mano derecha, mientras que la izquierda está escondida detrás de su espalda.

—Te traje el reporte de mi departamento —anuncia, sin dejar de sonreír.

—¿Qué quieres? ¿Un premio? —Ximena hace una mueca, pero Astrid puede ver que es un acto, una máscara con la que no logra ocultar, que le alegra verla—. Ramón debió haberlo entregado desde la semana pasada.

—Ya sé, pero yo estaba en Mérida y... ya sabes —dice, insinuando que, aunque no es su responsabilidad, ese reporte no iba a ser redactado si ella no regresaba.

Ximena asiente, porque sabe muy bien quién es el eslabón más débil de cada departamento y está consciente de que Ramón es la del suyo.

—También te traje otra cosa —Astrid se aventura a usar un tono juguetón con la mujer que el resto de la empresa tacha de enojona.

—Si no es un café, no estoy interesada —Ximena comienza a darse vuelta hacia su computadora.

Astrid se apresura a mostrarle el regalo. La mujer se detiene, girando sobre su silla de nuevo.

—¿Qué es esto? —La seriedad de Ximena, ahora, es real; pero no es una seriedad de enojo, sino de sorpresa contundente.

Las cejas de la mujer están muy juntas y su mandíbula parece haber perdido la fuerza. Sus ojos se clavan en los de Astrid.

—Solo hay una forma de averiguarlo —Astrid extiende más su brazo hacia ella.

Ximena toma el regalo y arranca el papel para descubrir un rompecabezas Ravensburger de mil quinientas piezas que forman un mapa estelar en el que pueden verse varias constelaciones y otros cuerpos celestes. La mujer acaricia la caja, admirando con cuidado la foto. Después de unos instantes, cuando recuerda que Astrid está ahí, levanta la mirada hacia ella y endurece su expresión una vez más.

—Ni creas que te voy a dar un abrazo de Navidad ni nada por el estilo.

—No esperaba nada parecido —Astrid se ríe—. Solamente quería darte las gracias por tu ayuda, el telescopio fue un éxito rotundo.

—Me alegro —responde, Ximena y su expresión se suaviza una vez más.

—Te dejo trabajar —dice Astrid, comenzando a tomar camino de regreso hacia su cubículo.

—¿Astrid? —dice Ximena.

Ella se detiene, se da vuelta, la mira.

—Muchas gracias —levanta la caja unos milímetros—. Feliz Navidad.

Los años son más cortos en MercurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora