20. ¿Tú también eres parte de esta emboscada?

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Noviembre del 2000

La banda entera está reunida en casa de Fernanda y su esposo. El ambiente es relajado, acogedor y divertido. Lalo, Marisol y Pepe están muy entretenidos en una conversación acalorada sobre el estado de los equipos de primera división del futbol nacional, con el esposo de Fernanda.

Quique y Aura, están enfrascados en un bucle infinito sobre la medicina alternativa; una discusión que lleva varias semanas de desarrollo y no parece que vaya a encontrar su final nada pronto.

Fernanda y Astrid los observan, pero no se atreven a intervenir. Fernanda le señala la puerta del patio con un movimiento sutil de su cabeza. Astrid asiente ligeramente. Fernanda se pone de pie y se escabulle sin que nadie se dé cuenta. Astrid la sigue.

Fernanda enciende un cigarro. Suspira. Astrid niega con la cabeza, su amiga ha intentado dejar de fumar varias veces en los últimos años, pero hasta ahora, su máximo logro ha sido reducir su dependencia a la nicotina a un cigarro nocturno.

—¿Cómo va tu cacería de un puesto lejos de Ramón? —pregunta Fernanda mientras exhala el humo de su primera bocanada.

—Avanzando a paso de tortuga —responde Astrid, haciendo una mueca—. Hace un par de días recibí una llamada de las oficinas de Monterrey. Quieren que vaya a una entrevista. Se abrió una vacante para Ejecutivo de Cuentas Clave, que no es el puesto para el cual me había postulado, pero es una gran oportunidad, quizás mejor que la que estaba buscando.

—Y entonces, ¿por qué tienes esa cara, en lugar de estar dando brincos de alegría? —Fernanda la examina, investigando dentro de los ojos de Astrid con curiosidad—. Pensé que eso era lo que querías, algo mejor que lo que tienes aquí, un puesto en el que se reconozcan tus talentos.

—La verdad es que me da un poco de flojera volver a pasar por el engorroso proceso que hice en la Ciudad de México, para que al final, la empresa termine dándole el puesto a alguien que ya vive ahí.

—No lo sabrás si no lo intentas —dice Fernanda, dándole una bocanada a su cigarro, sin dejar de examinar cada uno de sus gestos y sus reacciones—. Pero eso lo sabes bien, y un resultado incierto nunca te ha detenido de nada en la vida —Fernanda niega con la cabeza—. No. Lo que tú tienes es otra cosa.

—¿Y qué es, exactamente, lo que crees que tengo? —pregunta Astrid, sonriendo.

Mal de amores —responde su amiga con un tono casual, pero sin una pisca de duda.

Astrid se ríe, resopla.

—Has estado de un humor bien extraño desde tu fiesta de cumpleaños —Fernanda detiene su acusación para darle otra bocanada a su cigarro.

Astrid levanta una ceja, se cruza de brazos. La reta a continuar, a pesar de que sus amenazas silenciosas nunca han funcionado con ella. Por supuesto que va a continuar, con o sin retos; con o sin su autorización.

—Aquí te va mi teoría —continúa su amiga—. Yo creo que tus instintos te dicen que, si te están llamando para un mejor puesto que el que pediste, es porque de verdad quieren dártelo.

La respiración de Astrid se ralentiza, como cuando una presa está cuidando no delatarse frente a un predador.

—Lo que tienes, es miedo de que sí te den el puesto y eso signifique que tienes que dejar a Emilia; porque una cosa es que creas que puedes alejarte de ella mientras estás aquí, y otra, muy distinta, es que tu trabajo te lleve al otro lado del país.

—Me mata la idea de dejarla, Fer —confiesa Astrid, harta de batallar en silencio contra sus sentimientos—. Aun si no puedo permitirme estar con ella —Se ríe de sí misma, bufa—. Dime que no es una tontería. Estoy aferrándome a una persona con la que no puedo tener una relación aunque me quede.

Los años son más cortos en MercurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora