19 de enero del 2001
Astrid abre los ojos alrededor de las nueve de la mañana. Aura está durmiendo a su lado en la cama. El resto de sus amigos están repartidos entre el sofá, el piso, y la habitación extra.
Una pulsación le taladra la cabeza, como si un pájaro carpintero estuviera intentando hacer un orificio bien profundo en ella. Se pone de pie y arrastra los pies, en un recorrido lento y poco agraciado, hacia el baño. Se da una ducha fría y larga.
Después, con el cabello húmedo y despeinado, se va a la cocina a preparar algo para desayunar. Javier, Pepe, Lalo y Quique, son los primeros en ponerse de pie, cuando el aroma del desayuno llega a la sala.
El desfile de sus amigos hacia el baño y posteriormente a la cocina, ocasiona la bulla suficiente para despertar a Fernanda, Marisol y Aura.
A las diez y media de la mañana, cuando el desayuno les ha devuelto el alma al cuerpo, sus amigos ya tienen mejor pinta. Después de una larga sobremesa, se despiden y se marchan.
Cuando por fin se encuentra sola, piensa en Emilia. Quiere verla, quiere contarle que se marcha. Quiere pasar tiempo con ella, pero sabe que el ciclo escolar comenzó esta semana, y es probable que su chica del alma vieja ya tenga su calendario lleno.
Tendrá que esperar hasta la noche para verla, así que decide usar el día para encargarse de algunos de los pendientes que necesita solucionar antes de marcharse a Monterrey, con la esperanza de que eso la mantenga lo suficientemente distraída como para dejar de pensar en Emilia.
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Por la noche, cuando regresa a su casa, lo primero que hace es meter un bote de helado de chocolate en el congelador; lo segundo, es levantar el teléfono para llamarle a Emilia. Mientras escucha el tono de la llamada, se acerca al estéreo y lo enciende. El disco compacto que Lalo trajo anoche sigue dentro de su reproductor. Decide dejarlo, porque es una muy buena selección de canciones. Erase/Rewind de The Cardigans es la primera.
—Hola —dice su chica de los ojos color marrón, usando un tono que raya en la sensualidad.
—¿Qué haces? —pregunta Astrid, intentando sonar divertida, fingiendo que es inmune a los avances de Emilia.
—Nada importante. Platícame cómo estuvieron tus vacaciones.
—¿Ya cenaste? —Astrid se lava las manos y comienza a sacar ingredientes del refrigerador.
—No.
—¿Quieres venir a cenar y te cuento?
—Llego en veinte minutos —dice la voz emocionada de Emilia al otro lado de la línea.
Astrid sonríe, se muerde el labio inferior brevemente.
—La puerta va a estar abierta —le dice—. Maneja con cuidado.
Scar Tissue de The Red Hot Chilli Peppers está sonando cuando cuelga el teléfono.
El corazón de Astrid se acelera con la emoción de volver a ver a su chica del alma vieja. El nerviosismo usual que le provoca Emilia, le recorre la piel, pero también una tristeza que no había experimentado antes. Dejar a Emilia es lo más difícil que ha hecho hasta ahora, y no tiene la menor idea de cómo hacerlo. Cómo decirle lo que va a suceder, cómo soltarla sin romper el corazón de ambas.
Astrid prepara la cena sin poner especial atención a nada, su mente le da vueltas al mismo tema, pero no logra encontrar una salida que les aminore el dolor de la despedida inminente.
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Los años son más cortos en Mercurio
ChickLit(LGBT+) La vida de Astrid está llena de contrastes: le encanta su trabajo, pero no soporta la idea de sentirse estancada como consecuencia de las trabas que su jefe le pone constantemente; tiene un grupo de amigos a los que considera su verdadera fa...