Domingo 13 de mayo del 2001
—Te extraño más de lo que puedes imaginarte —dice Astrid, con el teléfono pegado a la oreja.
—Me sobra la imaginación, así que no creo que sea más de lo que puedo imaginar —responde Emilia—. Además, apuesto a que me extrañas tanto como yo a ti.
—Mañana voy a ir a ver a Camila —asegura, pensando en voz alta—. Voy a preguntarle si puedo tomarme unos días en junio, voy a usar mi cumpleaños como pretexto, pero la verdad es que lo único que quiero es verte.
—Y a la banda —corrige Emilia.
—Puedes decirles que sí para apaciguar sus almas, pero tú, ellos y yo, sabemos que a quien extraño más es a ti.
—También yo te extraño —suspira Emilia—. Uff, las cosas que voy a hacerte cuando te vea.
—A veces pienso que lo que sientes por mí no es amor, señorita Aparicio, sino mera lujuria.
—Lo dices como si fueran mutuamente excluyentes —se ríe la chica de los ojos color marrón.
—Estoy comenzando a considerar que el galán de los lunes y los miércoles me conviene más que tú —se ríe Astrid.
—Si sigue ganando terreno de este modo, voy a revocarle el pase a Mercurio.
—¿Vas a frustrar mi intento de encontrar el amor verdadero?
—Por supuesto que sí —asegura Emilia, quitada de la pena.
—Nunca creí que fueras así de celosa —dice Astrid.
—No tienes idea de cuánto, señora Torres —amenaza Emilia entre risas.
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A la mañana siguiente, Astrid se para frente a la puerta de la oficina de Camila y anuncia su presencia con dos golpes discretos.
—Adelante —dice la directora de Recursos Humanos desde el interior.
—¿Puedo robarte dos minutos? —pregunta ella, acercándose al escritorio de la mujer.
—Para ti, tengo tres —responde Camila, apartando la mirada de su monitor para darle toda su atención—. ¿Qué puedo hacer por ti? —la mujer entrelaza los dedos de sus manos sobre el escritorio.
—Quisiera saber cuántas posibilidades tengo de usar una semana de vacaciones en junio —dice Astrid, manteniéndose de pie a unos pasos del escritorio.
—Alguien quiere pasar su cumpleaños en Cancún —responde la mujer, con tono alegre—. Me encantaría poder decirte que sí. Sabes que por ti haría lo que fuera, pero por desgracia las reglas respecto a las vacaciones son bastante rígidas. Tienes que cumplir el año laboral para que pueda aprobarlas. Lo lamento mucho.
Astrid ya presentía que esa sería su respuesta, pero necesitaba intentarlo.
—De acuerdo —dice Astrid, pasando las puntas de sus dedos sobre el respaldo de una de las sillas—. Entonces, ¿hasta febrero?
Camila asiente, haciendo una mueca, y Astrid sabe que es porque la mujer no disfruta tener que darle negativas a la gente que aprecia.
—Aunque —dice, apoyando su peso sobre el escritorio—. Al parecer José Carlos quiere que tú y tres miembros más de tu departamento lo acompañen a su viaje a Cancún.
Astrid se emociona, pero su fachada permanece perfectamente controlada. Se acerca más al escritorio y se sienta frente a ella.
—Tiene que ir con una pequeña delegación en diciembre para comenzar a trabajar en una de las iniciativas que los gringos nos están poniendo como meta. Y las oficinas de Cancún serán el punto de partida —Camila levanta las cejas—. Sé que no es tan bueno como tener vacaciones, pero serán dos semanas de trabajo en tu viejo hogar, y por lo que escucho, José Carlos quiere que se queden a la fiesta de fin de año.
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Los años son más cortos en Mercurio
Chick-Lit(LGBT+) La vida de Astrid está llena de contrastes: le encanta su trabajo, pero no soporta la idea de sentirse estancada como consecuencia de las trabas que su jefe le pone constantemente; tiene un grupo de amigos a los que considera su verdadera fa...