46. Me saliste exigente, criaturita

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Sábado 19 de junio de 2008

—¿Cómo van las cosas con Emilia? —Pregunta Verónica, mientras ella y Lalo le ayudan a preparar varias bebidas en la cocina de la casa de Javier.

Verónica le pasa la botella de tequila.

—Ahí vamos, avanzando lentamente —Astrid sirve un poco de tequila dentro del vaso de la licuadora, luego agrega hielos, jarabe de tamarindo, jugo de limón y un poco de chile en polvo—, pero la verdad es que no me puedo quejar. Nos vemos con frecuencia y platicamos bastante. Es más de lo que creí que sería posible.

Astrid enciende la licuadora.

—Queremos ejemplos específicos —pide Marisol, casi gritando para que la escuchen por encima del ruido, mientras apoya su peso contra el marco de la puerta.

—Me ha mostrado un par de sus lugares favoritos en la Riviera Maya —Astrid sonríe ligeramente, pensando en un fin de semana que visitaron Akumal y otro en el que fueron a la Reserva de la Biósfera de Sian Ka'an.

Y aunque las actividades de ecoturismo son influencia directa de Natalia en la vida de la chica de los ojos color marrón, Astrid sabe lo cercanas que estas son a su corazón y se siente afortunada de poder compartirlas con ella.

—Yo diría que es un excelente avance —Javier entra a la cocina para tomar las servilletas y regresar a colorarlas sobre la mesa del comedor.

—¿Qué más? —Pregunta Marisol.

Astrid comienza a servir la bebida en las copas para margaritas que Lalo se ha encargado de escarchar con Tajín y limón.

—Me saliste exigente, criaturita —interviene Verónica, pero voltea hacia Astrid, con los ojos llenos de ilusión—. ¿Qué más?

Marisol se ríe, Lalo también.

—Nos llamamos varias veces a la semana para hablar de lo que sea. A veces son llamadas de menos de diez minutos, pero hay contadas ocasiones en las que hemos hablado por horas enteras —un suspiro amenaza con escapar de su pecho—. A veces casi se siente como antes de que comenzáramos a andar, con la marcada diferencia de que ahora, los límites los impone Emilia.

—¿De qué tanto hablan sin aburrirse? —El tono burlón de Lalo le gana un codazo en las costillas por parte de su novia.

—De los novios de Javier...

—Hey, a mí no me metan en sus conversaciones —reclama él desde el comedor.

—De Matías y su futuro; de los sueños incoherentes y fantasiosos de Emilia; de lo que le gustaría hacer con su carrera a futuro, y de que yo no sé si la mía irá a algún lado... a veces no hablamos de nada relevante, pero nunca quiero colgarle, solamente quiero escuchar su voz.

—Esta es la única apuesta que ninguno de nosotros pudo haber ganado —Marisol entra a la cocina con la clara intención de llevarse las copas al comedor, pero antes, se detiene y señala el rostro de Astrid con un movimiento circular de su mano—. Este nivel de enamoramiento tuyo. Es tan hermoso y tan trágico de presenciar, qué no sé cómo ayudarte.

—Yo diría que más trágico que hermoso —asegura Lalo, escarchando otra copa y colocando una rebanada de limón en la orilla.

Verónica le da otro codazo, pero esta vez, le atina en la panza en lugar de las costillas. Lalo se toca el área afectada mientras intenta aguantarse un quejido.

—Pues yo dijo que es hermoso —dice Verónica—. Y me da gusto que estés tan dispuesta a seguir luchando por ella. La verdad es que no cualquiera seguiría al pie del cañón del modo que lo estás tú.

Los años son más cortos en MercurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora