33. Wingwoman

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26 de marzo del 2002

Astrid firma la propuesta de contrato con las oficinas de Boulder y se queda mirando la pila de papeles. Luego se yergue y mira a Camila, sonriendo.

—Les voy a faxear esto mañana a primera hora —dice la mujer, tomando la pila de papeles entre ambas manos y acomodándolos—. Luego nos tocará esperar a que ellos manden la aplicación de la forma I-140 a las oficinas del USCIS. Una vez que sea aprobada, podemos llenar y mandar los formularios pertinentes para hacer la petición de un permiso EB-1.

—Me estás hablando en chino —responde Astrid, meneando la cabeza de un lado a otro ligeramente.

—Es un proceso largo y tedioso —asegura Camila, usando una de sus manos para restarle importancia al asunto—. Vas a llenar formularios hasta el hartazgo, vas a ahogarte en documentos hasta que te salgan por las orejas, pero en un período entre cuatro y seis meses, vas a obtener tu permiso de trabajo y vas a mudarte a Boulder y vas a ser una gerente con un excelente salario.

Astrid sonríe, asintiendo, agradecida de tener a alguien tan versada en estos procesos que ella encuentra imposibles de entender.

A finales de abril, Astrid está harta de llenar formularios, sacar fotocopias, mandar a Lalo y a Fernanda a conseguir antiguos documentos a las escuelas en las que estudió o lugares en los que trabajó brevemente.

También se ha visto en la necesidad de llamarle a Perla para que le ayude con su historial de trabajo durante el tiempo que laboró en Cancún, y ha tenido que pedirle cartas de recomendación a Orlando, al señor Ortiz y al señor Yáñez, porque pedirle algo semejante a Ramón, sería increíblemente incómodo; además, no está dispuesta a arriesgarse a recibir una negativa rotunda de su parte.

Mientras tanto, Quique le ha provisto los documentos que tienen que ver con su casa, y Javier ha usado sus contactos para ayudarle en lo relacionado con su historial médico.

Emilia se ofrece constantemente, a ayudarle con cualquier trámite que necesite hacer en Mérida o en Cancún, pero ella misma está enredada con los trámites requeridos para su graduación y titulación, que será en el verano, así que Astrid no quiere darle más pendientes.

En mayo, cuando la delegación americana regresa a Monterrey, Camila aprovecha el primer viernes que salen de copas, para echarle en cara un reclamo que le ha venido guardando a Frank por varios meses.

—Por fin lo lograste, gringuito —le dice en inglés, apuntándole con el dedo índice—. Conseguiste llevártela de mi lado.

—Me encantaría tomarme el crédito por esto —responde Frank, tocándose el pecho—. Pero la realidad es que ella me escogió a mí.

Los presentes se ríen escandalosamente.

—Eso te encanta creer —dice Astrid, fingiendo una mueca de rechazo—, como todo hombre blanco privilegiado.

Los demás se ríen con más enjundia que antes. José Carlos acerca su copa para chocarla contra la de Astrid, en señal de aprobación. Frank sonríe mientras acerca su vaso de whisky para chocarlo contra las copas de ambos.

Más tarde, cuando los demás se marchan, Astrid se queda a solas con Frank, como es ya costumbre.

—¿Cómo se está tomando Emilia la noticia de tu mudanza a Boulder? —pregunta el rubio, revelando cierta preocupación en su mirada.

—Como toda una guerrera —responde Astrid—. Puedo ver lo mucho que le duele, pero me apoya incondicionalmente.

—¿Le falta mucho para graduarse de la carrera? —pregunta el de los ojos azules.

Los años son más cortos en MercurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora