Capítulo 10: Relojes y Sorpresas.

4 1 0
                                    


En pocos días había podido acostumbrarme a la inmensidad de la casa y todas sus comodidades. El colegio no era fácil, la cantidad de contenido que nos daban para aprender podía llegar a ser abrumador, pero pude manejarlo con ayuda de la pelirroja. Con sus trucos de estudio y mi cerebro, no demoré en tomar el ritmo de las cosas. En los últimos días, el señor de la casa ya dejo de gruñirme en cada comida a pesar de no dirigirme la palabra; lamentablemente no puedo decir lo mismo con Mía.

Con la chica de ojos bonitos solo nos vemos para la cena, las comidas de fines de semana y en las clases que tenemos juntos. Mayormente pretendemos que el otro no existe, pero compartimos clases sociales: Filosofía, ciencias políticas y sociología; y cada clase es una guerra diferente. Si yo quiero dar mi opinión en algún asunto, automáticamente ella encuentra una respuesta totalmente contraria a la mía. Es agotador en muchos niveles, pero callarme es darle la razón y soy demasiado orgulloso como para hacer eso; todo empeoró después de la noche en el Gallinero.

Para mí suerte, los estudios y la rutina que pude establecer me mantienen lo suficientemente ocupado como para seguirle dando vueltas al asunto de la melliza a la que no le caigo bien. Me levanto, me baño, me preparo para el colegio, desayuno y me voy a clases en el Challenger. Antonella se ha portado de una forma descomunalmente buena conmigo, dándome una mesada sustanciosa que no pude rechazar sin ofenderla, al igual que una tarjeta de crédito a mi nombre, no me dejó negarme bajo ninguna circunstancia... Esa mujer es un ángel caído, eso es innegable. Al volver del colegio hago mis deberes, estudio inglés y bajo a cenar con todo el clan Morando Gallardo; luego de eso entreno en el gimnasio de la casa y vuelvo a bañarme para acostarme y volver a iniciar el ciclo. Reconozco que estoy demasiado cómodo para ser un simple acogido, pero es inevitable...

—¿Si? — respondí aturdido, dejando mi lienzo y mirando hacia la puerta.
—Gabo, la Señora lo espera abajo
—Ahí voy Luca, gracias

El joven se retiró y limpié de mis manos el grafito antes de bajar. A paso tranquilo, tarareando una canción me encaminé hasta las escaleras y a medio camino una voz extrañamente familia resonó por el lugar.

—¿¡Italiano!?

No me dio tiempo de decir nada más antes de bajar de tres saltos lo que me quedaba de escalera. Rápidamente llegué a mi mejor amiga y la abracé, inconscientemente la alcé por los aires y dimos unas vueltitas en nuestro lugar con risas de por medio.

—¿¡Que haces acá!?—Pregunté sin ánimos de ocultar mi entusiasmo.
—Bueno, yo...
—Su familia y la nuestra son socias en la empresa desde hace generaciones y con su papá somos grandes amigos...— comenzó a explicar la voz de Antonella desde atrás, me voltee para verla y ella continúo con una sonrisa. —Pierre tuvo que mudarse del país por negocios sin fecha pronta de retorno y Bianca no quería irse. ¿La solución? Que también viva acá, con nosotros
—¿Por qué no me contaste cuando te dije que vivía con ellos?
—No me animé, Tano, aparte no era nada seguro...
—Lo bueno, es que ahora son vecinos de cuarto y todo va a estar mejor...— interrumpió Antonella, aún con una sonrisa. —Bianca por favor, siéntate conmigo en el living así aclaramos unas cositas...
—Si, Anto, Luca me dijo que me llamaba...
—Cierto Gabito, mi marido te necesita... Detrás de esas puertas dobles está su oficina, pasa por favor
—¿Su marido?— pregunté con miedo, pero no recibí una respuesta, Antonella había agarrado a Bianca del brazo y la llevaba del brazo.

>>Supongo que esa fue su respuesta<<

Si... Supongo.

Avancé hasta las puertas dobles que mencionó Antonella, tan discretas que no se deslumbraban a simple vista en la pared gris claro. Toqué 3 veces, suave, esperando que no atiendan. Pero tuve que respirar hondo y enderezar mi postura cuando un frío "pase" resonó desde el interior.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora