Capítulo 15: La Pasta de la Mamma.

14 1 0
                                    

—¿Pudiste entender lo de inglés?
—Si enana, gracias a vos me puse al día— respondí intentando una sonrisa.

Comenzamos a caminar hacia el lado opuesto del comedor con comida en mano, al pasar el tiempo se volvió menos incómodo, aunque los últimos días lo habían sido porque cierta chica de ojos bonitos me estuvo evitando como si fuese la peste.

—Necesito pedirte un favor...
—¿Qué pasó?
—Sé que te es incómodo por lo que me contaste... Pero desde que Alma y Sebastian se sientan en otra mesa, los chicos están incomodos y...— me detuve, sin querer escuchar lo que Bianca me estaba por pedir.
—¿Estás segura que querés sentarte ahí? Es en el medio del comedor y todas estas víboras saben lo que significa...
—La verdad es que no, no me gusta llamar la atención, suficiente tengo con mi pelo— confesó. —Pero se lo debo a Teo, el me lo viene pidiendo desde hace días...

Ignorando los ojitos celestes que me miraban como si fuesen de cachorro, voltee la vista hacia esa mesa. Mateo nos miraba expectantes, asomando una sonrisa; Mia y Tena estaban charlando de algo con mucho interés, tanto que ni siquiera nos miraban. Suspiré, sé que es lo que corresponde, es lo mínimo que puedo hacer por Bianca, pero que difícil es.

Asentí y comencé a avanzar hasta la mesa, mentalizándome para pretender que nada había pasado, así como lo estuve haciendo en las cenas de toda la semana. Bianca me miró agradecida y se adelantó, con una sonrisa enorme en el rostro. Valía la pena, así fuese una maldita tortura sentarme allí. Siete días llevaba Mia sin dirigirme si quiera una mirada, y camuflaba todo en esa mascara de evasión y orgullo que tanto le favorecía. Lo hizo con Alma y dentro de todo salió bien, Sebastián y Mateo lamentablemente también se distanciaron, aparentemente por el mismo motivo... Pero esa no es una batalla que me corresponda. ¿Pero que ella me imponga la misma ley del Hielo a mí? No, eso no. No después de todo lo que causó ese beso en mí.

—Menos mal que deciden acompañarnos, ya pensaba que no...
—Bueno Teo, como sabrás a la francesa es muy difícil decirle que no— respondí orgulloso, llamando la atención de la única persona que no se había volteado.

Nos sentamos y comenzamos a comer. Bianca y Mateo charlaban entusiasmados de una nueva obra de teatro que se iba a estrenar en El Colón y que irían a ver esa noche; Atenea intentaba hablar con Mia, pero ella pocas veces le respondía cosas coherentes, estaba muy ocupada intentando ignorar mi mirada. Podría decir que yo "simplemente estaba comiendo", pero sería mentira. Por supuesto que aproveché está oportunidad para tener a Mia cara a cara sin tener que actuar con cortesía por sus papás. La miraba, con toda la intensión de perforar su cráneo si pudiera. Porque si, fui un completo imbécil ¿Pero no decirme ni buen día, viviendo en la misma casa, por una semana completa? No, yo no soy así de desechable.

>>Estás sonando asquerosamente prepotente ¿Sabes? <<

Si, pero tampoco me equivoco.

Terminé mi almuerzo charlando de películas con Mateo, Bianca nos discutía que los libros eran mejores. Mía terminó de almorzar y se fue indiferente a fumarse un pucho a quién sabe dónde, Tena se disculpo y la siguió, llevándose a Bianca por detrás. Con Mateo nos quedamos solos, siguiendo con la mirada a las chicas que corrían para alcanzar el paso apurado de Mia.

—No te preocupes por ella, tiene sus días
—Eso si que lo sé— respondí en un bufido, volviendo mi vista al castaño. —¿Puedo ser indiscreto?
—¿Querés saber que paso con mis primos?
—No quiero ser molesto, pero si— admití con vergüenza, la curiosidad me ganó.
—No te preocupes por eso— dijo quitándole importancia con los hombros, invitándome a seguirlo.

Poco a poco empezamos a caminar hasta el baño, dónde Mateo se las arregló para ponerle seguro a la puerta y prender un cigarro. Me ofreció uno y lo acepté sin mucha vuelta. Se asentó sobre una pared y yo me senté en la mesada de las piletas para lavarse las manos para fumar en paz. Unas cuantas secas después, habló.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora