Capítulo 36: La Curiosidad mató al Gato.

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Avancé de forma cautelosa hasta estar al borde de la cama, Mia no se movió. La maldita carpeta que arruinó mi vida estaba desglosada sobre la cama, acomodada de forma casi perfecta, con todo mi pasado ahí a su lado. Porque junto al expediente de investigación, conseguí que Ezra me dé mi carpeta personal de mis años en el convento, pero ese lo había guardado. Yo sabía muy bien que contenía ese expediente y no quería que nadie sepa de eso.

No tenían porqué ver mis traumas, las reprimendas de las hermanas, mis problemas de comunicación o el bullying. Mia Morandi era la última persona que tenía que ver las transcripciones de mis terapias obligadas con otra psicóloga después de que murió Ofelia y fui yo quien la encontró en su sillón. Esas carpetas no solo contenían mi origen, contenían todos los trapos sucios de mi vida, esas cosas horribles por las que pasé y superé puestas desde la perspectiva de la autoridad. No es algo nuevo, en muchas madrugadas de insomnio nos quedábamos hablando por horas después de fo... Hacer el amor, llamémoslo por lo que es. Le había ido contando pedacitos de historias, pero no más que anécdotas divertidas porque no era algo que quiera que se sepa.

Pero ahí estaba ella, con todo ordenado milimétricamente, es obvio que estudió esos papeles más de una vez. Seguramente pudo oler la mancha de café que se deslizó en mi acta de nacimiento original cuando Dante me vio esta mañana. La miré enojado, confundido... ¿De verdad? ¿Ella hacía esto? Pero creo que lo peor fue cuando noté el brillo en sus ojos, un brillo de lágrimas cagado de culpa y lástima. Tragué el nudo en mi garganta varias veces antes de poder hablar, no podía ser esto.

—¿Por qué?

—Yo... Sabía que me ocultabas algo y quise buscar un indicio— respondió sacando sus ojos de mí, empezando a guardar las cosas a lo tonto y buscando levantarse de la cama.
—Y cuando fui al armario tu bolso se cayó... Buscaba tu cuaderno de viajes y me encontré con esto... No pudimos dejar de leer...

—¿Bianca también vio todo lo de las carpetas? — pregunté cerrando los ojos. Ver sus ojos me nubla el cerebro.

—Si... Ella me ayudó y...

—¿Fui un mal novio? — pregunté abrupto.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque si mi novia, la persona en la que más confió, decide hurguetear entre mis cosas como si buscara algo, debo estar haciendo alguna cosa de la forma incorrecta

—Gabo... No...

—¿Por qué me seguís llamado así?— pregunté abriendo los ojos, sonriendo ante el puto chiste que es mi vida. —Mi nombre es Gabriel, Gabriel D'Grecco

—Eso es solo un nombre, Gabo— respondió veloz, acercándose a mí y yo retrocedí.
—Perdón... Sé... Yo sé que me excedí, pero necesitaba saber que pasa...

—¿Y no podías esperar?— bufé enojado, ya me sobrepasaba todo. —Mia, esto es demasiado y ya estoy cansado de todo...

—Gabo, esto no es el punto... ¿Sabes lo que significa ser heredero de los italianos? Es tu futuro completo mi vida...— dijo, excusándose, como si su preocupación por mi fuera suficiente pretexto para traicionar así mi confianza.

—Por supuesto que esto es el punto, Mia— bufé, no quiero gritar. —Revolviste en mis cosas... En mi pasado como si yo fuese un infiel o un criminal que tenes que descubrir para las autoridades y no Mia, no es así...

—¿Qué? ¿¡Ahora yo soy la mala por no poder esperar!? ¡Estaba preocupada!

—¡No es excusa! — respondí en el mismo tono. —¡Yo siempre tuve que esperar con vos! ¡Lo mínimo que me debías era paciencia!

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora