Capítulo 37: Ahogado en Tierra.

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Bianca.

La castaña caminaba de un lado al otro con frenesí, podría agrietar el suelo de madera si no fuera porque está descalza. La verdad es que yo ya había roto una de mis uñas y me pasé los últimos quince minutos arreglándome las manos para no estar igual que ella y concentrarme en algo tan mundano como esto.

El cabezota italiano se fue hace tres horas, ni un mensaje, ni una llamada, ni una sucia señal de humo. No responde a nada y no conoce la ciudad; así que tan locas no estamos al pensar en lo peor. Teo fue a buscar pistas de él hace cinco minutos, ver si se había llevado el auto o si alguien lo había visto de nuevo entrar al edificio, quizás estaba con Antonella y estaríamos entrando en pánico de forma estúpida... Pero poner a una mujer como Antonella Gallardo en sobre aviso de que algo va mal, es aún más estúpido.

Un portazo sonó y en cuánto vimos a Mateo por la puerta, nos quedamos quietas. Mía se paralizó, yo me pare a su lado. Mateo venía agitado, estaba nervioso, no había esperado el ascensor... Carajo.

—¿Y?

—Tengo buenas y malas noticias—bufo recuperando el aire.

—Soltá todo, fotocopia, no tengo ánimos para esto— pidió su hermana y baje la mirada. La cagamos, de verdad que la cagamos, pero no puedo culparla por desesperarse.

—Las malas es que no nos va a responder nunca, sin esto, su reloj digital no funciona bien— dijo, levantando el teléfono del italiano. —Por otra parte, se lo olvido en el auto, y nadie lo volvió a ver...

—Así que debe estar cerca— no terminó de decir nada antes de salir a buscar un par de zapatillas y un buzo tan grande que al instante supe de quién era.

—Yo voy a manejar, me voy a ir a buscarlo en un radio de 10 cuadras, no está a más de eso

—Mia...

—El no conoce la ciudad, nunca hace más de diez cuadras en un lugar nuevo, me lo dijo desde siempre...

—¡Mia!— gritó Mateo antes de detener su caminata nerviosa mientras buscaba sus cosas... O eso intentaba, creo.

La melliza de mi novio se detuvo al instante al sentir su voz. Y entre ellos tuvieron un debate intenso entre miradas. ¿Alguna vez los entiendo? No, pero ellos se entienden entre sí y ahora eso es lo importante.

—No vas a manejar— exclamó por primera vez mi novio y suspiré.
Qué suerte, esa mujer está demente.

—Vamos a empezar juntos con la computadora en el auto, ya hablé con los chicos de programación y están intentando dar con su reloj— explico.

—Y yo voy a ver por los alrededores, no debe estar muy lejos, quizás consigo algo— ante mi humilde opinión, los hermanos me miraron como si un alien.

—Fueguito...

—No, mis nachas— renegué antes de tomar mi llave, celular y billetera. —Es mi condenado mejor amigo. Ustedes tendrán esa cosa de súper hermanos, artefactos de la CIA y demás, pero no me voy a quedar esperando mientras ustedes buscan a Gabo

—Pero...

—Se defenderme gracias a que ustedes me estuvieron entrenando los últimos cuatro meses— le corté veloz a Teo, yo lo amo, pero no es momento. —Otro día pueden tratarme como muñequita de cristal, no hoy

Los mellizos asintieron y salimos en fila hasta la parte externa del edificio. Ellos se llevaron el auto; yo tomé el camino de la izquierda y comencé a caminar, Gabo siempre elije caminar hacia la izquierda cuando no tiene un rumbo fijo.

Ese italiano, no lo culpo, es demasiado que procesar... ¿Qué su mamá sea Bonna D'Grecco? Impensable; aunque cuando lo sabes y los ves es obvio el parecido; aunque la mirada y la sonrisa de mi amigo son muy distintas a las de ella. Bonna fue criada en la mafia, en la élite de la sociedad, sus sonrisas son ensayadas y sus ojos son fríamente inexpresivos; eso empeoró después de que perdió a su marido. ¿En cambio, Gabo? Demuestra tanto con tan poco, es un chico que vale tanto que es increíble que su propia madre le haya hecho pasar por tanto.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora