Capítulo 11: Compras y Discusiones.

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—Vos no hiciste eso...
—¿Por qué no? Ella me hizo cenar con la etiqueta real inglesa durante los fines de semanas por años... En ese entonces llevaban siendo meses, pero de todas formas, se lo merecía
—Bianca, estoy muy seguro de que ponerle cucarachas de juguete a una persona con blatofobia, a escondidas en el helado, no es algo muy... Ético
—Por favor italiano, vos no podes...
—Si puedo juzgar— sonreí divertido. —Yo le hacía la vida imposible a unas monjas insoportables que se creían todopoderosas...
—¿Y qué tiene de diferente?
—Que Irene quería ganar tu corazón, no perjudicarte...— bufé, frunciendo las cejas y alejándome del lienzo ya analizándolo, algo no me cuadra.
—Al fin, conozco esa cara... ¿Descanso?
—Si, descanso... Pero solo porque no me cuadra...
—A ver italiano...— suspiró mi amiga y miró el cuadro. —Yo no veo nada extraño...
—Ese es el problema... Falta algo, pero no sé qué...

Miraba el lienzo a medias con esmero, intentando hacer una pausa y resolver que es lo que faltaba. Era un espacio precioso, inspirado en una de las tantas cafeterías de Buenos Aires. Su frente era al estilo francés, en colores crema con adornos en pastel, el interior se veía borroso, pero se vislumbraban unas sombras a los lejos, parejas tomando un café, o familias compartiendo una merienda... En teoría, ya estaba terminado. Un atardecer hermoso pintaba el cielo de naranjas y rosas en el inmenso cuadro, dejando una perspectiva cálida y pacífica. El cuadro me gustaba, mucho de hecho, sobre todo sabiendo que lo hice solo con imágenes de referencia, pero sin ser un retrato exacto de algún edificio.

—Gabo sigo sin ver lo que le falta según vos— bufó cansada Bianca. No la culpo, hace tres horas le dije de venir a mi cuarto para que me dé su opinión, y no contento solo con eso, interrumpía su lectura cada 15 minutos
—Es que eso no es... Supongo que necesito cambios
—¿Cambios?— preguntó con extrañeza la pelirroja.
—Es que desde que comencé a pintar, siempre hice lugares
—Entonces quizás necesitas un cambio de orientación, un cambio de perspectiva
—Un cambio de perspectiva, ¿Eh?— Pensé en voz alta, mirando los alrededores de mi cuarto, hasta que mi vista se posó en las fotografías de Buenos Aires que decoraban la pared del escritorio. Pequeñas, enmarcadas y destacando por su color entre los muros grises del lugar. —¿Vamos a dar una vuelta?
—¿Que?
—Eso, una vuelta
—Pero no tenemos permitido salir si no está Antonella
—De hecho, tenemos prohibido salir sin avisar— dije, respirando profundamente, sintiendo lo que quería. —Y sé perfectamente a quien avisarle

Salí veloz al balcón, encontrándome con lo mismo de todo fin de semana: Mateo, fumándose un cigarro antes de irse a... No sé dónde se va, pero a eso de las 6 de la tarde se sube al Camaro de su mamá y desaparece hasta entrada la madrugada.

—Teo vamos a salir con Bianca, volvemos antes de la cena...
—No es necesario que avises, bobo— río Mateo, dejando de lado su celular. —Solo avísale a Luca para que los chicos del portón estén atentos al auto que saques, aparte de avisar si vuelven a cenar
—¿Nada más?
—Nop
—Pero tu...
—Mamá pide que avisemos que hacemos y como lo hacemos porque es paranoica... Y nosotros le seguimos por una cuestión de respeto— admitió el castaño, tirando su colilla por el balcón y estirándose con esmero. —Nos vemos...

No me dio tiempo a responder antes de irse, no me preocupé, aprendí que Mateo es un tipo de pocas palabras. Me calcé, me puse una remera y empecé a guardar mis cosas; Bianca me miraba con el ceño fruncido.

—Sigo sin saber qué vas a hacer
—Ya te dije, vamos a buscar inspiración— determiné burlón. —Si no bajas en 10, me voy solo

Sentí como me insultó en francés, yo seguía riendo por su expresión de "no quiero hacer nada". No presté mucha atención al recorrido hasta que, en la puerta de roble, Luca apareció en mi campo de visión como un fantasma.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora