Capítulo 26: Celos Italianos.

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—¿Una copa?
—Si, gracias princesa...
—Estás muy tenso... ¿Pasa algo?
—Me siento fuera de lugar Mia, simplemente eso— dije lo más bajo posible, tomando un trago de mi copa.
—Vamos, caminemos un poco...

No me dejó replicar antes de meter su brazo en el mío y guiarme por el alrededor de la pista improvisada de baile. Se estaban bailando vals y cuadrillas, con un cuarteto de cuerdas y un pianista de fondo. El hotel era majestuoso, de los mejores en la ciudad y en el continente, todos en el lugar estaban cumpliendo la etiqueta, eran al menos unas cien personas... Sentía que había hablado con la mitad. Estar recto a conciencia era difícil, estaba tenso y me costaba sonreír, yo no estoy hecho para este circo. Pero cuando la veo a ella a mi lado, pongo la mejor voluntad para que parezca que yo nací para esto. Sonrío, convivo y converso porque estar a su lado es un lugar que me llena de paz, pero en el que necesito estar a la altura para ser su mayor fortaleza, nunca su debilidad. Me arrastró hasta un balcón, espacioso y despejado daba a la pileta del hotel. Al estar lo más lejos posible de la puerta, ella me abrazó.

—Sé que es horrible, pero solo unas horas más y podremos volver a la cama...
—Ya se nena, pero no puedo con esos...
—¿Imbéciles?
—Si— Mia se carcajeo bajito y se colgó de mi cuello.
—Es un poco más, aguanta
—Solo voy a aguantar por el liguero de encaje negro que me está esperando...— ronronear en su cuello y sentir como su piel se erizaba por mi era adictivo.
—¿Cómo sabes que es un liguero?
—Porque al abrazarte siento tu corsé... Y solo usas corsés con ligueros incluidos para vestidos de fiesta...
—¿Y sabes eso porque...?
—Porque me lo contaste una noche, después del gallinero...
—Mhm, vos y esa memoria
—Me gané un beso ¿No te parece?
—Sí, puede ser...

Gustoso la besé, la noche fría a nuestras espaldas quedaba en la mismísima nada cuando Mia se me acercaba, cuando me besaba con ese fuego tan característico en ella. Abracé su cintura y la pegué más a mí, quería más de ella. Y de no ser por los sollozos que escuchamos a mis espaldas, hubiésemos seguido. Me volteé alarmado y vi a una mujer bastante alta, que nos miró con los ojos como platos. Vestido blanco, piel clara, cabello negro y ojos verdes grisáceos; esta bella mujer de unos cuarenta tenía una tristeza en los ojos que me dolió.

—Una disculpa...— Su acento, que raro...
—No hay problema...
—Gracias muchachos, yo me retiro...
—Espere... ¿Bonna?
—Oh, Mia... Piccola... ¿Cómo has estado? ¿Tu madre?
—Bien, aunque quería hablar con usted de las rutas en Italia, la policía anduvo indagando, pero... ¿Usted se encuentra bien?
—Sí, solo... Días difíciles...
—Bueno, con mi novio la dejamos tranquila, estas fiestas son agobiantes para todos— ellas sonrieron, Mia con toda la empatía que encontró en su ser, ella para intentar ser amable, pero su sonrisa no llegó a sus ojos. —Nos estaremos viendo, Bonna...
—Por supuesto, Señorita

Tras un asentimiento comenzamos a alejarnos sin decir mucho más, esa tal Bonna sufría... Mucho...

—¿Amor?
—Ya te alcanzo, princesa, voy a hacer algo...
—Está bien, no tardes— le di un beso en la frente y volví hacia el balcón.
—¿Bonna?
—Oh... Muchacho ¿Se te olvidó algo?
—Solo... Darle esto— dije, sacando el pañuelo de tela que Toto me obligaba a cargar en el bolsillo interno del saco.

Ella miró el pedazo de tela en mi mano y, antes de aceptarlo, escaneó mi rostro con determinación, con las cejas fruncidas y con esos ojos tristes que tan familiares se me hacen... Es por eso que volví a verla; en sus ojos veo mi propia angustia antes de encontrar a los Gallardo Morandi, incluso la tristeza que tenía antes de conocer el arte.

—Tiene usted unos ojos muy bonitos como para estar llorando... Lo que sea que duela, va a pasar...
—¿Tú quién eres niño?— Preguntó aturdida, viendo mi cara sin descaro, como si no quisiera olvidarla.
—Soy el nuevo protegido del clan Del Gallo— sonreí incómodo. —Así que supongo que nos seguiremos viendo, señora... Cuídese

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora