Capítulo 20: El Despacho.

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Mi cabeza daba vueltas, sentía que dos orangutanes habían estado jugando pingpong conmigo. Perdido abrí los ojos, distinguí el cielo raso de mi cuarto y mi garganta exigía agua a gritos. Poco a poco me incorporé; el tirón que sentí en el hombro me hizo volver a mi posición anterior en la tercera parte del tiempo que me había costado levantarme. Los recuerdos volvieron a mi cabeza como si de fotogramas se tratasen. Escape, café, sus ojitos, balas, caos, otro escape, más balas, más caos, Mateo llegando de forma sospechosamente rápida, y como no, el notar que me hirieron porque el chico buscaba el origen de la sangre. Todo había vuelto como un torbellino de recuerdos y emociones; si no fuera por el dolor en mi hombro, pensaría que había sido un sueño. Me volví a sentar en mi cama; por la venda en mi mano supe que me habían colocado una intravenosa, parece que dormí lo suficiente como para que el suero se agote y me hidrate, irónico que siga teniendo la garganta como un desierto.

Con pasos arrastrados me metí al baño, parecía una bolsa de basura con ojos. Se me habían formado ojeras más oscuras de. Lo que alguna vez las había tenido, mi piel parecía papel y la gran venda en mi hombro tapaba la herida. Mi rostro tenía pequeños raspones y una herida suturada en la frente, tajo que atravesaba mi ceja... Seguramente deja cicatriz. Intenté lavarme la cara, no pude mover el brazo mucho más arriba de la cadera. Así que, batallando, enjuagué mis lagañas, tome agua del caño para calmar mi sed inmediata y suspiré.

No pude quedarme quieto cuando debía detener a Mía, pero tampoco puedo quedarme quieto con todas las preguntas que tengo. Me puse una campera de algodón con todo el cuidado que pude, entre quejidos e insultos, no podía bajar medio desnudo. Infle el pecho y salí, intentando conservar en mi sistema toda la valentía que tuve horas atrás. La iluminación que me recibió en el pasillo y el silencio sepulcral de la casa me dejaban saber que era muy tarde... O que algo demasiado jodido estaba pasando. Pero, mientras me preparaba mentalmente para bajar las escaleras, una voz interceptó mi camino

—Oh, Gabo... Que bueno verte de pie— Luca me interceptó en el pasillo y sonreí, o eso intenté. —Justo iba a revisarte... La Señora necesita verte
—Si, necesito verla... Eso iba a hacer...
—No chico, ella te va a ver en el despacho...
—¿Su despacho? Pero, las reglas...
—Hoy todas las reglas cambiaron, Gabo— con su mirada marrón quiso transmitir paz, logró lo contrario. —Pasa al despacho, la señora ya sube

No me dejó responderle antes de irse; obediente y a paso lento llegué hasta aquellas puertas por las que nunca dejé de sentir curiosidad. Tomé el picaporte con fuerza y con el máximo autocontrol que pude para entrar.

Las paredes eran oscuras, de un azul marino o de gris, quizás. Los muebles acomodados por el lugar hacían sentir el despacho como si fuese un tribunal. La espesa noche se veía con claridad por los ventanales de vidrios empañados a los costados del escritorio, al lugar solo lo alumbraba la lámpara del escritorio, junto con la luz del fuego crepitante en la chimenea. Los vellos de mi nuca se erizaron, y no por la temperatura, si no por el presentimiento de que estaba al borde de enfrentar mi juicio final. Me apoye en el sillón frente a la chimenea y observar el cuadro frente a mí fue inevitable.

Un hiperrealismo tan bien hecho, que parecía una foto. El grupo familiar que estaba ahí me resultaba familiar, pero al mismo tiempo, sumamente lejano. Antonio sentado en un sillón negro e imponente, una jovial e iluminada Antonella estaba detrás de él, al lado de quién supongo es su hermano Ezequiel. Pero no fue la juventud de los presentes, o el aura inocente que detonaba la mujer que me abrió las puertas de su casa, si no que la mujer asentada en el apoyabrazos del sillón era... Diferente. Cabello corto de un castaño claro, gesto amable y unos ojos avellanos que miraban con dulzura a la cámara. Podía sentir que me miraba, aunque parezca un disparate completo... Esa mujer estaba ahí y parecía que, desde la inmortalidad del cuadro, me miraba con apoyo y esperanza...

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora