Capítulo 32: Al Verde Vivo.

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El humo sale en deformes nubes desde mis pulmones, la noche cálida me abraza y el viento salado podría sacudir sin cuidado mi cabello si no estuviera fijo por las varias capas de gel. Recién prendí el cigarro, después de bañarme y quedar semi-vestido para el evento que nos trajo a Italia en primer lugar. Mia tomó sus cosas y se fue a quien sabe dónde, en los últimos dos días no pudimos explorar mucho la casa. Apenas llegamos, dimos un pequeño recorrido donde descubrimos que el dichoso palacio era eso: un palacio pequeño construido para una de las princesas de Mónaco hace no sé cuánto tiempo y modernizado con el pasar de los siglos para convertirse en una estancia de lujo; así que perderse era parte del itinerario. El día siguiente tomamos un auto, todo el efectivo que encontramos, nuestras zapatillas más cómodas y salimos a turistear por Sicilia; provincia de la que quedé fascinado... Bueno, hasta ahora, todo lo que había conocido de mi país de origen era fascinante, aunque no se sentía como mío.

—¿Hay alguien acá? — preguntaron desde la puerta y perdido me asomé. —Bien Mateo, quedando de nuevo como imbécil...
—Sos un imbécil, pero no porque no te responda— dije tranquilo, disfrutando como el color se desvanecía de su rostro.
—Voy a apoyar a Mia
—¿Con qué o qué?
—Con ponerte un cascabel
—En teoría son ustedes los despistados
—Bueno, supongo que cuando se trata de la familia bajamos la guardia— admitió pensativo, entrando a la habitación.

Pasó hasta el balcón conmigo y silbó ante la vista, de verdad era impresionante. Ingresó a la habitación de nuevo, dejó su perfecto saco gris colgado en una silla para que no se arrugue y volvió a salir conmigo con un cigarro.

—¿Y esa elección de color?
—¿Que?
—El traje— dijo obvio y sonreí.
—No sé, supongo que necesitamos la mayor suerte posible
—Sí, creo que si— admitió soltando el humo. —Gabo, necesitamos hablar
—¿Pasó algo nuevo?
—No necesariamente, pero esta noche es... Distinta
—¿En qué sentido?
—Mayormente, cuando asistimos a estas galas horribles, nosotros somos el centro de atención, somos la autoridad
—Me di cuenta, fumador antisocial, no te preocupes— el apodo le sacó una sonrisa.
—Bueno, pero hoy no. Hoy los D'Grecco son la atracción principal y para algunos vejestorios de la vieja escuela solo somos sudacos que no merecen su poder
—Y según lo que hablamos con Anto, estamos acá para demostrar que estamos unidos totalmente con los italianos
—Si, pero eso nos deja vulnerables, son muy pocas las cosas que eviten que en un arranque de histeria nos vuelen los sesos
—Que alentador
—No pretendo serlo, es un asco— admitió y viendo que no siguió con su sarcasmo usual, me preocupé. —No quiero que estés desarmado ahí
—Bueno pero no estoy capacitado para disparar aún... Apenas puedo sostener un arma sin temblar
—Quiero que seas mi mano derecha, más allá de tu puesto oficial en la familia y toda esa mierda— me giré hacia él perdido.
—Pero, habíamos dicho que solo íbamos a decir eso para fortalecer tu imagen...
—Bito, por favor, yo no hago proposiciones... Vas a ser mi mano derecha a menos que no quieras y no puedo permitir que te maten

No me dejó responder antes de extenderme un arma. Me incitó a agarrarla con una mirada y, sumamente confundido, acepté. Tenía el peso similar al de las pistolas con las que me habían estado educando en cuanto armas, pero tenía incrustaciones preciosas en plata, hacia el mango salían unas alas de ángel que destacaban en el negro del metal. Volví mis ojos hacia el chico frente a mí, no quería aceptar este regalo, pero obviamente no tenía opción. En nuestras semanas en España, Juan Pablo y Mateo me dieron un curso rápido de como limpiar, recargar, desarmar y usar distintos tipos de armas. Con la que más cómodo me sentía eran con las Glocks, está en mis manos es de 22 si no me equivoco.

—¿Cómo pretendes que pase este... Juguetito por el salón del evento sin llamar la atención? — pregunté, a sabiendas que no había alternativa.
—En el saco de tu traje
—¿Qué?
—Si, bajo la axila, tiene una funda reforzada de fácil acceso... Es por eso que todos los trajes de la familia los hace Pedro

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora